Nayim salió de Siria hace tres años antes de ser reclutado para una muerte segura. Las calles se llenaban pidiendo libertad y la caída de un Gobierno. El, como tantos otros, siguió la ruta (Turquía, Argelia, Marruecos) hasta llegar a España por Beni-Enzar
. Pese a su juventud tiene manos curtidas y el rastro del accidente laboral en una noche de Junio cuando ya cansado de trabajar en el pozo y al apagar la sonda se enganchó su mano en la correa y se enredó perdiendo la falange de un dedo. Solo pide seguridad en este país que le acoge. Souad es aún más joven y ya está casada. Los bombardeos aun pueden verse en los gestos de su cara o cuando baja la mirada al recordar cómo fueron asesinados tíos y primos suyos por quienes disfrazados del ejército Kurdo eran en realidad terroristas. Ahora espera el día de reencontrarse con su marido en Alemania, donde allí no sea perseguida ni por su etnia ni por una errónea manera de interpretar su religión. El calor que hace fuera en un día de intenso levante solo se sobrelleva por el aire acondicionado de la Oficina de Asilo. Un té quita el mal sabor al policía que recoge historias humanas desde hace cinco horas, como otras tantas, hasta un número de cinco mil que han sido los sirios solicitantes de protección internacional en Melilla en lo que va de este 2.015. Al pasar el letrado de guardia de extranjería observa en la habitación de al lado a una niña que apenas sabe dar un paso y que se afana por vestir a una muñeca y su madre por que tome un zumo que la policía le ha facilitado. Sureste de la ciudad de Aleppo. El ejército sirio prepara una gran ofensiva apoyado por Rusia y milicianos libaneses de Hizbulá. La ciudad está partida en dos, la zona oeste en manos del régimen del Asad y el este, repartido entre opositores. Así llegan las noticias al CETI mientras nadie encuentra las verdaderas causas que pare este rio de sangre y de emigrantes huidos que buscan el refugio en tierras de paz. Yahia, está casado con tres mujeres, una es siria, otra egipcia y la última marroquí. Era empresario de hostelería en Siria donde regentaba tres establecimientos, su hablar pausado y su tono medido le da a entender al abogado que es una persona educada. El va relatando que el estallido de la primavera árabe fue lo que hizo al Gobierno detener a gente e imponerles multas. La gente se reunía en una Mezquita y de allí salían en manifestación. Su hijo, que participaba en las protestas, pudo ver como morían muchos civiles e incluso un militar por disparos de su capitán al negarse a disparar a los concentrados. Un primo suyo fue abatido cuando asistía a un entierro. Tras todo esto el ejército de Asad cerró el centro de la ciudad colocando francotiradores y se quedaron ocho días sin comida, ni luz ni agua, el resultado de este asedio fue de ciento cincuenta personas muertas. Jordania fue su primera parada y después Argelia hasta llegar a Melilla. Son pocos, pero aún, pese al genocidio, hay cristianos en Siria, María es una de ellas. Le falta un año para terminar empresariales, la guerra se lo impidió, pero se la ve resuelta y es valiente, ella sola ha llegado hasta esta Ciudad. Atrás quedan los bombardeos, su familia con la que se comunica por skype. Pretende quedarse en España para empezar una nueva vida y si encuentra trabajo poder traerse a los suyos. María ofrece una sonrisa al policía y al letrado, mientras se despide del intérprete estrechando su mano.
