Dice el refrán “que ningún tiempo pasado fue mejor”. No quiero discutirlo porque en todos los ámbitos de la vida el pensamiento común suele ser “el de mejorar”. No quería mencionar en este escrito para nada el tema político, pero no tengo más remedio que hacer un breve comentario. Mirad si sería bueno un tiempo pasado anterior, que el gobierno actual de D. Mariano Rajoy, en solo tres años de mandato nos ha retrocedido a todos en general, aunque a unos más que a otros “a algunas decenas de años en diferentes aspectos sociales, salariales y vitales como la sanidad”. Lo dejo ahí, cada cuál que analice su circunstancia personal y familiar. A mi no me cabe la menor duda de ese retroceso sobre todo en el Estado de Biniestar.
A mi personalmente me reconforta y congratula seguir recordando aquellos años 50 y 60 vividos en Melilla, en nuestra querida y añorada (para muchos de los que estamos fuera de ella) Melilla norteafricana, pero, muy europeizada. Lo he comentado muchas veces, teníamos muchas carencias de todo tipo y los que éramos niños y en aquellos tiempos franquistas de la dictadura no teníamos “ni puñetera idea de nada de eso” pues no le dábamos ninguna importancia a algo que desconocíamos. En nuestros estudios con aquella enciclopedia Álvarez donde cabían todas las asignaturas, en el apartado de Historia de España “nos dejaban muy claro” quienes eran los buenos (azules) y quienes los malos y satánicos (rojos, que además “se llevaron nuestro oro a Moscú”, o eso decían) ¿Qué sabíamos nosotros en aquella escuela de Ataque Seco? Por cierto, muy bien explicado por el amigo Aranda lo de la leche en polvo, te mojabas el dedo en agua y te lo impregnabas de aquel polvo lácteo y efectivamente se te quedaba el paladar pegado, el queso y la manteca Pin.
En aquellos tiempos nos separaban a los chicos de las chicas, un poco más arriba estaban las aulas de las féminas, si no recuerdo mal existían unos resquicios o espacio separador por donde en ocasiones de recreo nos podíamos ver a distancia. Eran los tiempos que teníamos que formar en el patio antes de entrar a clase. Luego rezar el padre nuestro y antes de salir girábamos en clase en fila de uno cantando el “Cara al Sol”, lo que no tengo claro, es si se hacía en todas las aulas o solo en la de los profesores más fanáticos del Régimen. Para los nombres soy algo olvidadizo, pero recuerdo al último profesor que tuve antes de ingresar con beca en el Instituto Antiguo, era alto, rubio y con el pelo muy rizado, en cierta ocasión y de la “mala leche” que me entró eso no se me olvidará, nos esperaban a algunos nuestros hermanos más mayores en la puerta, mi hermano Rafa se asomó para ver si terminábamos, entonces salió este profesor y le arreó una “gran hostia sonora y dañina en la cara”, llevaba en esa mano un gran sello de oro que se lo dejó marcado en el rostro “el muy bestia”.
Me gusta escribir de vez en cuando sobre estos temas melillenses de antaño y se que a los muchos cientos o miles de paisanos que acuden y son socios de las diferentes Casas de Melilla peninsulares les gusta recordar estos temas leyendo la prensa local. Disfruto escribiendo sobre esto y también mucho, cuando son otros los que lo hacen porque lo hacen muy bien y unas cosas nos recuerdan otras. Por ejemplo recuerdo también aquellos pupitres con un hueco superior donde se colocaba un recipiente para la “tinta china”, antes del uso del bolígrafo “Bic”escribíamos con plumíferos que allí mojábamos, pasando a continuación de cada renglón el papel secante que comprábamos en Casa Boix o en la papelería La Hispana más cercana a la Iglesia. Eran los lugares habituales, aunque también existía otra en la parte baja de la calle Castelar o Cañada, se llamaba papelería Casa Mateo y al lado el Bar la Espuela con sus buenas tapas de arroz y calamares en su tinta. Allí mismo, no recuerdo bien si era escalera o cuesta (posiblemente sea esa Cuesta de la Morena que también menciona mucho Juan, ya que era su barrio), por allí se accedía también al colegio de Ataque Seco (España ahora) y al de Don Isidro donde cursó sus últimos estudios mi hermano Paco. El único que accedió al Instituto fui yo de los cuatro hermanos, donde también en aquellos tiempos seguían separando por sexo. Seguramente recordaréis también a aquellos aspirantes a profesores que estaban ya cursando sus estudios en Magisterio, de vez en cuando los distribuían por aulas y nos daban unas charlas sobre diferentes asignaturas. No estoy seguro, pero, me parece que les denominábamos “prácticos” (de practicar ellos con nosotros). Si te pillaba en horas de la tarde te entraba “un sueño- modorra que pa qué”, incluso, solían hacer preguntas a algunos por si nos estábamos enterando o no, cuando llegaba ese “momento pregunta”, solíamos agachar la cabeza escondiéndola detrás del compañero que teníamos en el pupitre delantero.
Aprovechando la ocasión, me uno a las sentidas y razonadas peticiones del amigo Juan Aranda una vez más para que en la Asamblea Melillense se estudie, se debata y se aprueben además de otras cuestiones, esas peticiones suyas referidas a nuestro querido, bonito e histórico cementerio y de una vez por todas se reconozca como Cementerio de Héroes de Melilla ¿Por qué les cuesta tanto tomar y acordar esa decisión? Quede además abolido el nombre de Napoleón (otro dictador invasor) en dicha calle y lo cambien por el de otra persona con gran arraigo melillense y que seguro más lo merecerá, sea el de su maestro de música, el de Emilio el Moro, o de Juanito el Africano, pero ¡fuera ya el nombre del francés Napoleón y que se vaya a otra “Bonaparte”!
Envío ya de paso, un cariñoso saludo a todos los melillenses “veteranos”, a todos los que recordamos aquellos tiempos de nuestra niñez, años mozos y juventud, donde como digo al principio “con poca cosa y muchas carencias nos divertíamos y lo pasábamos bien. En especial mi saludo y recuerdo para todos los que tuvimos que abandonar Melilla por la circunstancia que fuese y para todos y todas los que forman parte de esas Casas de Melilla en otras partes de España.
