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Atril ciudadano

"Universo Melilla, poesía para los ojos"

melillahoy.cibeles.net fotos 1016 juan rios

Hay días en los que la actualidad cansa, y te das cuenta que vives en un frenesí constante de (malas) noticias que te hacen apretar los labios de indignación. Continuamente. Hoy podría ser uno de esos días. Es viernes, mas podría ser perfectamente jueves, o lunes. Estoy lejos de Melilla, y hoy sería uno de esos días, salvo por la excepción de haber recreado con un realismo casi mágico el alma de mi ciudad.
Cuando la realidad golpea, a veces la mejor solución es soñar. Carlos Baeza Torres es el artífice de que hoy no haya críticas, ni inmigración, ni política, ni malas noticias. Carlos Baeza es un regalo a todos los melillenses. Y también hace soñar. Tuve el privilegio de recrearme en solitario por Universo Melilla, la muestra que el Instituto Cervantes alberga desde el pasado jueves 23 de octubre, antes de que el público abarrotara el espacio, y quebrara el silencio en que vi las 22 obras del artista. Desde hace dos mil años se dice que el objetivo del arte no es representar la apariencia externa de las cosas, sino su significado interior, pero el hiperrealismo del autor al carbón es tal que la frontera entre significado y apariencia se aúnan en una sola palabra, o más bien una sola sensación, que te deja mudo. No es carbón, no obstante, todo lo que reluce. Los óleos que hoy visten las paredes del Cervantes tienen una delicadeza que roza la abstracción, y eso no es solo percepción mía. Solo hay que afinar el oído y escuchar los comentarios de quienes se acercan a ver de cerca los cuadros de la Cañada o las cúpulas modernistas de la Avenida. Universo Melilla es una muestra de culturas ligadas por el tiempo, del alma completa de una ciudad, y llega en el momento justo. Cuando Melilla ostenta el dudoso privilegio de ser uno de los principales focos de inmigración, una exposición así rompe todos los esquemas que se leen a diario en prensa y redes sociales. Es pura incongruencia, pues nada encaja en la imagen frívola que se repite en los medios, y es imposible encontrar más que cariño en cada cuadro. Es poesía para los ojos, un big bang al mundo que convierte lo cotidiano en universal, y quien se acerque a ella (y todo el mundo debería acercarse a ver tantas obras de arte, con mayúsculas, de un mismo autor) tendrá la oportunidad de acabar con los tópicos de intolerancia que manchan el nombre de una ciudad que nació mestiza, tiene tantos padres y madres como culturas la pueblan, y hoy es musa de uno de los artistas más geniales de su historia. Porque Carlos Baeza destila belleza en cada cuadro, pero su estética está tan a la altura como su técnica. El ciclo cerrado de aprender y aprehender personificado: puedes contemplar una de sus obras y encontrar corrientes clásicas en su forma de trazar las líneas, dar dos pasos y descubrir que no falta ni un solo detalle de la arquitectura modernista de Enrique Nieto, avanzar un poco más y dudar sobre si lo que estás viendo es o no una fotografía, de tan reales que son las sombras y los matices cromáticos, y cuando ya no podrías acercarte más sin tocar, descubrir que compartes los mismos sentimientos que le empujaron a crearla. Todo vuelve. Algún día mejorará la inmigración y cambiará la imagen, la política volverá a servir para promocionar la cultura y la prensa dedicará su tiempo, además, a dar noticias sobre exposiciones como esta más allá del apunte de actualidad. Mientras tanto, nos quedará en la memoria el recuerdo de Universo Melilla, y todo lo inefable que esconde cada obra. No habrá que echar tanto de menos a Melilla. Recrearse con Carlos Baeza es volver a revivir con orgullo lo que queremos cada uno de nuestra tierra. Evadirse y encontrar la belleza que le falta a veces al mundo.

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