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Una visión geopolítica de Melilla y Ceuta (2)

Terminaba el artículo, sobre este mismo tema, publicado la pasada semana, afirmando que Marruecos mantiene la presión sobre España, e indirectamente sobre la Unión Europea, mediante el desarrollo de los que se ha dado en llamar una estrategia de ‘zona gris’ y afirmaba que, muy posiblemente, el objetivo real no es la anexión de las ciudades, sino obtener beneficios políticos y económicos, tanto por parte de España como de la Unión Europea, derivados de la presión ejercida.
La justificación para esa afirmación se basa en la contestación a las siguientes preguntas: ¿qué ventajas le proporcionaría a Marruecos la anexión de Ceuta y Melilla? y también: ¿qué perdería Marruecos con la adhesión de estas ciudades?
La primera pregunta, en las actuales circunstancias, tiene fácil respuesta. Marruecos tiene a 40 minutos de Nador -en Monte Arruit, de triste memoria para España-, un aeropuerto internacional, y en Beni Enzar, a unos pocos metros de Melilla, un puerto. Por su parte, a unos 90 minutos de Ceuta está Tánger, con un importante puerto y un aeropuerto internacional, mientras que a unos 40 minutos se encuentra el aeropuerto de Tetuán.
Las economías de Ceuta y Melilla, ahora, está claro que no constituyen un polo de desarrollo o atracción y mucho menos lo serían una vez que se retiraran todos los empleados públicos españoles. Además, todo el dinero que ahora entra en las ciudades desde España o desde la Unión Europea, dejaría de hacerlo y las pequeñas exportaciones e importaciones subvencionadas ahora existentes, dejarían de estarlo.
Recordarán que escribíamos que las naciones son como los seres humanos y que, por tanto, necesitan disponer de recursos y de las rutas de acceso a los mismos. Hay que concluir, lamentablemente, que la posesión de Ceuta y Melilla no satisface esas necesidades. Por lo que es seguro concluir que Marruecos no obtendría ventajas económicas, caso de anexionarse una o ambas ciudades.
Recordemos también que las naciones ejercen su política exterior, al objeto de satisfacer sus intereses, con una combinación de acciones político-diplomáticas, económicas y el uso de la fuerza en sus diferentes grados, desde el conflicto de muy baja intensidad en la zona gris hasta la guerra convencional abierta. El conflicto en la zona gris es especialmente insidioso, puesto que combina acciones en los tres ámbitos señalados, pero que no se manifiestan como lo suficientemente agresivas como para justificar una respuesta contundente.
En política exterior, Marruecos mantiene una ambigüedad calculada, que pudiera ser aprovechada por unos políticos españoles más capaces y hábiles que los que debemos sufrir en la actualidad. Se manifiesta como aliado de los Estados Unidos y de la Unión Europea pero a la vez, cuando se trata de condenar la agresión rusa a Ucrania, Marruecos se une a los 35 que se abstuvieron de condenarla. Marruecos tampoco se ha unido a las sanciones llevadas a cabo por la Unión Europea contra Rusia, ni ha variado para nada el tráfico aéreo entre un país y el otro. Un hecho importante tanto en el ámbito económico, como en el estratégico y logístico. Quizás sea un “pago” por el apoyo de Rusia a la posición de Marruecos sobre el Sáhara Occidental.
Es un hecho que Marruecos se ha ido convirtiendo en el principal aliado de occidente en África. Recordemos que, en 2004, Estados Unidos concedió a Marruecos el estatuto de aliado preferente no miembro de la OTAN lo que le permite, entre otras ventajas, adquirir material moderno estadounidense y participar en selectos programas de investigación y de desarrollo en el ámbito de la defensa.
España desplazó hace cerca de una década a Francia como primer socio comercial de Marruecos y es hoy día el tercer país de origen de los stocks de inversión extranjera directa en el reino. Marruecos también se ha contado durante mucho tiempo entre los países prioritarios, destinatarios de un mayor volumen de recursos, para la ayuda al desarrollo y la cooperación cultural y educativa española. Pero de nuevo una política exterior ineficiente no aprovecha esas posibles ‘palancas económicas’ para oponerse a las acciones agresivas de Marruecos.
Por el contrario, Marruecos cierra sus fronteras con nuestras ciudades norteafricanas, tratando de apretar el lazo económico sobre las mismas. Nuestros políticos, nacionales y locales, manifiestan su incapacidad permitiéndolo sin que haya consecuencia negativa alguna para Marruecos, sino todo lo contrario. Para vergüenza del sanchismo en su conjunto y con la execrable actuación de la delegada del gobierno, Sabrina Moh, que toma como estúpidos a los ciudadanos melillenses, dándonos gotitas -partículas- de miel, anunciando mes tras mes pruebas de nadie sabe qué, tratando de endulzar la hiel que supone la actuación de Marruecos y la manifiesta inacción de España, en relación con nuestras fronteras terrestres.
Pero la principal arma de Marruecos es la gente, a la que utiliza como peones en sus relaciones exteriores con España y con la Unión Europea. En el año 1975, con la tristemente célebre Marcha Verde sobre el Sahara, cuando utilizando la manifiesta debilidad política española en ese momento, empujó hacia la frontera española a masas de civiles, dirigidos y transportados por el ejército marroquí, anexionándose después el territorio y sus fosfatos. Para los que la vivimos, esa situación supuso un ataque en toda regla a nuestro ideal de España como país fuerte, heredero de nuestras mejores tradiciones históricas.
La utilización de su población y la inmigrante, como factor de influencia sobre España, ha sido desde entonces una constante diaria, con repuntes en intensidad cuando así conviene a los intereses de Marruecos. Sirvan como ejemplo la ‘invasión’ de Ceuta en 2021, o el asalto a la valla en Melilla el pasado año 2022.
Pero la utilización de las masas no es la única estrategia utilizada. La permanente ‘marcha de la tortuga’, la existencia de la siempre creciente cantidad de ciudadanos de origen marroquí en nuestras ciudades, es aún más perjudicial para la españolidad de Melilla y Ceuta. No dudamos de la verdadera españolidad de muchos de ellos, pero tampoco dudamos de la españolidad interesada de otros, o incluso de los que consideran a Marruecos como su verdadera patria y actúan de acuerdo con sus intereses.
Concluimos afirmando que, para enfrentar las acciones en la zona gris, la disuasión no siempre es posible en los niveles inferiores. Frente a ellas es más efectiva la competición que la disuasión: contrarrestando la narrativa de Marruecos, potenciando las oportunidades económicas de ambas ciudades, reduciendo su dependencia del comercio al otro lado de la frontera, visibilizando tanto su españolidad como la presencia del Estado, reforzando su estatus dentro de la Unión Europea, etc.

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Gonzalo Fernández

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