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Una nueva etapa

La agenda política en Melilla está intensa a pesar del verano. El cambio de gobierno y el inicio de la campaña electoral generan un panorama político ajetreado. Es importante que el ritmo de la gestión no disminuya.
GRUPO PP

La agenda política en Melilla está siendo muy intensa desde hace unos días a pesar del verano en el que ya estamos inmersos. El termómetro al alza y el tiempo de descanso y vacaciones para muchos no son obstáculo para que el panorama político en nuestra ciudad esté viviendo una de sus etapas más ajetreadas de los últimos tiempos. Porque el inicio oficial de la campaña de unas elecciones generales muy importantes ha coincidido en el tiempo con el cambio de Gobierno.

Ya se han dado los primeros relevos con la constitución de la Asamblea, el nombramiento del nuevo presidente y el cese del anterior, y el cese del personal eventual del mal llamado tripartito y designación de los primeros que a partir de ahora ocuparán esos cargos de confianza. Este martes habrá otro relevo, el del Gobierno en sí, ya que los nuevos consejeros y viceconsejeros tomarán posesión y es previsible que entonces se produzca el cese de los anteriores, que siguen en funciones.

He aquí la primera diferencia respecto al que se hizo llamar Gobierno del cambio, y no sólo por la velocidad de los nombramientos, en sólo dos días, incluido fin de semana, frente a los 15 que tardó el anterior (véase el BOME del 19 de junio de 2019, con el que De Castro se convirtió oficialmente en presidente, y el 4 de julio de 2019, en el que nombró a su Gobierno). También porque, recordemos, la primera decisión de De Castro como presidente fue cesar a todos los que formaban parte del anterior equipo de Imbroda en la Ciudad Autónoma, algo que hizo el mismo día en que su nombramiento salió en el BOME, el 19 de junio de hace cuatro años.

Aquello, sigamos recordando, conllevó un vacío de poder que se prolongó durante más de dos semanas en las que De Castro fue el único miembro del Gobierno, mientras los socios se ponían o no de acuerdo en el reparto de cargos. La excusa que siempre pusieron es que no es igual tomar decisiones en un gobierno de coalición que en un gobierno monocolor. Pero la realidad es que Imbroda podría haber cesado a todos nada más salir publicado su nombramiento en el BOE y el BOME, como hizo De Castro y, sin embargo, los ha mantenido unos días más, incluso habiendo anunciado ya quiénes serán sus consejeros y viceconsejeros, para evitar ese vacío de poder en el que sólo sale perdiendo Melilla. Ello, a pesar de que en algunas áreas pareciera que no hay consejero o viceconsejero desde hace tiempo, aunque sigan en funciones y cobrando por ello, quizá para que parezca que es culpa del nuevo Gobierno. Para muestra, las quejas que se multiplican estos días en las redes por el mal funcionamiento de servicios básicos como la limpieza viaria, por decir alguno al azar.

Melilla empieza, en definitiva, una nueva etapa que ya se palpa y que, al menos por ahora, supera en responsabilidad y agilidad a la anterior, además de en resolución, como demuestra la vía de los delegados que Imbroda ha encontrado para intentar sortear el escollo que supone la sentencia del Tribunal Supremo al limitar la composición del Gobierno a los diputados electos. Al anterior Gobierno ni se le pasó por la cabeza y se ha pasado una legislatura entera excusando la lentitud de su gestión en la falta de personal. Lo cierto es que Melilla, en parada cardiorrespiratoria desde hace tiempo, necesitaba más agilidad en la gestión y lo deseable es que el ritmo no decaiga, ni siquiera en verano, porque le va la vida en ello.

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