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¿Un riesgo en vano?

Si se abriera la puerta de la frontera a la fiebre aftosa por satisfacer los gustos personales de quienes en Melilla quieren a toda costa el borrego marroquí, sería muy difícil dar una explicación lógica, sensata y razonable a aquellos millones de compatriotas que en la península pudieran ver echados a perder sus intereses económicos, y por ende los de un sector esencial como es la ganadería española. También habría, por supuesto, repercusiones en Melilla, pero no sólo económicas, también sociales La polémica de los borregos sigue encendida a menos de dos semanas para la celebración del Aid El Kebir. Este debate lleva estirándose como si fuera un chicle durante todo el verano, aun cuando ni unos ni otros varían sus posturas en sus comparecencias. No hay puntos de encuentro, ni siquiera cuando parecía que podría haberlo con la reunión que días atrás mantuvieron Imbroda y Aberchán para hablar de este asunto después de tantos dimes y diretes y concentraciones en las calles. No parece que los vaya a haber de aquí al 12 de septiembre, porque después de meses de enfrentamiento, a estas alturas no es probable que alguna de las partes vaya a cambiar su punto de vista o interpretación de las normas a las que aluden día tras otro. Y en medio, como siempre, los ciudadanos, que sólo quieren vivir su fiesta en paz, en familia y sin que nadie les venga a intentar convencer sobre a quién deben creer o de qué parte tienen que estar.
Las autoridades se han esforzado en repetir una y otra vez que es una medida de fuerza mayor, de obligado cumplimiento al estar reflejada en una Ley. Coalición por Melilla y otras asociaciones insisten en que esa Ley no es de aplicación aquí, e insisten en que el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente no ha sido claro en sus argumentaciones. Obvian, por lo tanto, la advertencia a la que el Ministerio que dirige Isabel García Tejerina ha aludido en sus escritos, y es las graves pérdidas económicas que sufriría España si se declarara un brote de fiebre aftosa en el país, ya que tendría que poner fin durante un tiempo muy prolongado a las exportaciones ganaderas. Eso supondría un desastre económico para un sector fundamental para la economía del país como es la ganadería, del que viven directa e indirectamente millones de personas en España.
Ayer, el delegado del Gobierno, Abdelmalik El Barkani, cifró esas pérdidas económicas en más de 6.000 millones de euros. Una cuantía que justifica la prudencia de las autoridades españolas ante un problema como el que se plantea ahora con la fiebre aftosa al otro lado de nuestra frontera. España no puede correr ese riesgo de seguir el mismo camino de otros países que sufrieron brotes de enfermedades animales que arruinaron su ganadería, como fue el caso del Reino Unido, que en 2001 tuvo unas pérdidas directas e indirectas de 6.700 millones de libras, lo que equivale a más de 8.000 millones de euros.
Si se abriera la puerta de la frontera a la fiebre aftosa por satisfacer los gustos personales de quienes en Melilla quieren a toda costa el borrego marroquí, sería muy difícil dar una explicación lógica, sensata y razonable a aquellos millones de compatriotas que en la península pudieran ver echados a perder sus intereses económicos, y por ende los de un sector esencial como es la ganadería española. También habría, por supuesto, repercusiones en Melilla, pero no sólo económicas, también sociales, pues por desgracia con este asunto se está viendo cada vez más en riesgo la convivencia en paz y armonía de sus comunidades. Y todo en vano, pues hay una alternativa que no causa problemas, como es celebrar el Aid El Kebir con borregos de la península para que las familias musulmanas de Melilla puedan cumplir el rito del Sacrificio como siempre, igual que ya hacen miles de familias musulmanas en la Península, en Ceuta y otros países islámicos.

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