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Un puerto inexpugnable

Si este grave problema de verdad se soluciona con una inversión de 100 millones de las antiguas pesetas, lo incomprensible es que no se hayan adoptado antes las medidas que veremos como una realidad a finales de enero de 2018. Había, y sigue habiendo, muchísimo en juego para tomar cartas en el asunto en vez de seguir mirando a otro lado mientras miles de inmigrantes seguían colándose, literalmente, hasta la cocina en nuestro puerto Poco más de 600.000 euros harán falta para que el puerto de Melilla sea «casi inexpugnable» para esos menores y adultos inmigrantes que cada día tienen la mirada puesta en los barcos que salen del muelle rumbo a la península. La Autoridad Portuaria ya ha adjudicado las obras para instalar más de una decena de cámaras de seguridad nuevas en puntos estratégicos y una valla en el espaldón del puerto el doble de alta que la actual. Además de sus cuatro metros de altura, cuenta con mecanismos que dificultan que pueda ser trepada para evitar lo que ocurre ahora, y es que decenas de chavales salten desde lo alto de ese dique hacia las tripas del puerto comercial. Una zona restringida en la teoría, pero en absoluto en la práctica, como demuestran las cifras de intrusiones por parte de estos inmigrantes, que este año ya ha batido el récord.
El último dato que se facilitó a la prensa fue a principios de agosto, cuando el puerto estaba a punto de alcanzar las 9.000 intrusiones. Casi dos meses después, esa cifra a buen seguro que es bastante más elevada, teniendo en cuenta que el problema de los polizones no se ha frenado y que, además, hay que sumarle los resultados de la Operación Feriante, que este año ha batido también récords.
El año pasado fueron interceptados 7.200 inmigrantes en la zona restringida del puerto de Melilla, de los cuales cerca de 200 consiguieron llegar hasta el interior de los barcos. En menos de dos años, observamos que han sido más de 16.000, pero la cifra en realidad es mucho más elevada porque este problema no es de ahora, sino que se remonta a finales de la década anterior. Si se algún día se diera el dato de cuántos aspirantes a polizones han sido interceptados en la zona de seguridad del puerto en estos 10 años que llevamos sufriendo el problema, seguramente nos llevaríamos las manos a la cabeza.
Las cifras delatan que este problema ha ido cada vez a más hasta adquirir unas dimensiones insostenibles, cobrándose varias vidas y poniendo en jaque la seguridad de una infraestructura estratégica e imprescindible para el desarrollo social y económico de la ciudad. Si este grave problema de verdad se soluciona con una inversión de 100 millones de las antiguas pesetas, lo incomprensible es que no se hayan adoptado antes las medidas que veremos como una realidad a finales de enero de 2018. ¿Por qué ha habido que esperar 10 años para que alguien haga algo cuando el remedio requiere una inversión mínima, en comparación con el dineral que suponen otras tantas actuaciones que se llevan a cabo en esta ciudad? Había, y sigue habiendo, muchísimo en juego para tomar cartas en el asunto en vez de seguir mirando a otro lado mientras miles de inmigrantes seguían colándose, literalmente, hasta la cocina en nuestro puerto, produciéndose situaciones de peligro, desbordando a la Guardia Civil y arriesgando el funcionamiento de una infraestructura clave de la que depende nuestro presente y futuro.

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