Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Logo de Melilla hoy

Tres tristes años de tragedia sanitaria global

Por Francisco Robles

El 30 de enero de 2020, el Comité de Emergencia constituido por la Organización Mundial de la Salud (O.M.S.) ante la crisis de salud pública que constituía la Covid-19, informó a su Director General (Dr. Tedros Adhanom) que la situación era una emergencia de salud pública de alcance internacional (PHEIC), que aún se mantiene. Desde aquel día hasta hoy -en el que se cumplen los tres años-, su evolución ha estado marcada por unos datos que sin duda la llevan a un protagonismo absoluto, no solo en lo referente a la salud mundial, sino también y entre otros en los planos social y económico, cuyos efectos persistirán según los expertos incluso años tras el fin de la pandemia.
En su devenir, la emergencia global deja oficialmente 664 millones de casos y 6,7 millones de muertos en el mundo –la O.M.S. reconoce oficialmente que cerca de 200.000 de los fallecidos eran personal sanitario-, aunque hay unanimidad en considerar que la realidad fue y es mucho mayor y más dura. La evolución de las últimas semanas no anima a ser optimista, ya que mientras en octubre pasado se producían 10.000 muertes a la semana –hace un año eran más de 70.000-, en las últimas semanas ha vuelto a subir hasta los 40.000 fallecidos semanales; de estos la mitad suceden en China, de ahí la importancia de seguir monitorizando y de una forma fidedigna, lo que allí ocurra.
Hoy esta columna abre su foco de atención para dar una visión global de sus efectos –sin renunciar más adelante a cerrar el diafragma para hacerlo en clave nacional y local-, los mismos se han dejado notar especialmente en la esfera de la salud –como es lógico-, de un lado por el retraso y/o cese en la asistencia sanitaria (diagnóstica y terapéutica) a otras enfermedades tanto o más importantes y/o frecuentes, como son otras enfermedades infecciosas que han visto afectados sus programas de vacunación –difteira, tétanos, paperas, sarampión, -, y cuyos negativos efectos se verán más pronto que tarde en los países en vías desarrollo, o a las patologías crónicas agravadas por el sedentarismo y el aislamiento impuestos por los confinamientos obligados de carácter colectivo.
La O.M.S. en 2020 estimó que 23 millones de niños no cumplieron el programa de vacunación, de ellos 3,5 millones no recibió ni una solo dosis vacunal; en 2021 y 2022 dichos programas han seguido afectados aunque en menor grado –a pesar de los calendarios acelerados-, por lo que esos 23 pueden ser actualmente más 30 millones los niños con déficit en su inmunización y potencialmente susceptibles a esas enfermedades.
De otro lado hay que citar la aparición de patologías ligadas a la propia covid-19, directamente como las respiratorias o el conocido por síndrome postcovid –afecta a 1 de cada 5 enfermos-, e indirectamente como las enfermedades mentales –en especial la ansiedad y la depresión-; un informe de la O.M.S de marzo de 2022, citaba a la soledad, el miedo al contagio o a la muerte, el duelo por haber perdido un ser querido, y las preocupaciones económicas, como factores destacados en la génesis de éstas últimas.
El otro escenario afectado sobremanera por la pandemia es el económico, así al cierre o ralentización de la producción del gigante asiático, le siguió –según la prestigiosa firma Deloitte- “un triple efecto sobre la economía mundial: impacto directo sobre los volúmenes de producción a nivel global; disrupciones y trastornos sobre las cadenas de suministro y distribución; e impacto financiero en las empresas y los mercados de valores”. El escenario –aún presidido por la triada antes citada- muestra indicios de recuperación de la normalidad, y a ello contribuye de modo definitivo, el que las consecuencias que la pandemia ha tenido en el otro escenario fundamental –el de los hábitos de vida-, empiezan a reconducirse desde el sentido común y bajo una óptica técnica de la crisis sanitaria.
En la revisión de lo ocurrido no puede faltar el fundamental papel jugado por la O.M.S., ya que es el organismo responsable de la salud pública a nivel mundial, mediante la aplicación entre otros del Reglamento Sanitario Internacional (2005); aunque es cierto que la mayoría de países tiene su propia autoridad sanitaria en dicha materia, y tienen autonomía para aplicar las medidas en su territorio que estimen oportunas, no lo es menos que con carácter sistemático los países siempre esperan –es un respeto interesado- a conocer la posición de la O.M.S..
Y en el caso de la Covid-19, la actuación de la O.M.S. ha sido calificada desde importantes foros especializados como poco previsora e irresponsable, con importantes lagunas técnicas –p.ej. la demora en la recomendación del aislamiento respiratorio o el uso de la mascarilla-, y con un importante halo de sometimiento de su papel de policía sanitario mundial a los intereses de China, lo que podría tener su base en el importante peso de la financiación china a la O.M.S.. Cómo si no, puede verse el que a pesar de los numerosos datos ya obrantes en su poder, el organismo no usara el término pandemia hasta el día 11 de marzo de 2020 por las repercusiones que ello tendría, según declaraciones del propio director de la O.M.S. -cuyo mandato acaba en julio de 2023- y en clara referencia a los perjuicios que ello supondría para el mundo, pero en primer lugar y de forma más grave para China.(Este tema tratado en esta columna -26.04.2020 y 12.07.2020-).
Fue tal la reacción de sospecha, cuando no de rechazo y denuncia de lo actuado por la O.M.S., que ésta hubo de elaborar y publicar en enero de 2021 una agenda de su labor en el tema, detallando todas y cada una de sus actuaciones desde el principio de la pandemia (https://www.who.int/es/news/item/29-06-2020-covidtimeline).
El pasado viernes se reunió el citado Comité de Emergencia –en su 14ª sesión-, y tras sus conclusiones no se descarta que la O.M.S. pueda decidir dar por finalizada la situación de PHIEC, lo que en mi opinión es una temeridad, cuando aún no se conocen las consecuencias del año nuevo chino –que ya mostró su potencialidad en el cambio de tendencia de la incidencia en el gigante asiáticos-; deseemos que la prudencia y sensatez impere en el Comité, y o bien se suspenda cualquier decisión al respecto o al menos se mantenga la situación de emergencia regional ¡Nos va mucho en ello!

Loading

Más información

Scroll al inicio

¿Todavía no eres Premium?

Disfruta de todas
las ventajas de ser
Premium por 1€