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Carta del Editor

Sin incurrir en la "funesta" manía de pensar

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¡Qué bonito es que aquellos a los que pagamos para que nos defiendan y protejan nos ataquen indemnemente! ¡Qué poco/nada justo resulta que, como pasa con nuestra Hacienda, el ciudadano sea culpable mientras no demuestre lo contrario, un principio que va en contra de cualquier fundamento jurídico básico! ¡Qué angustia y que impotencia para cualquier ciudadano o empresa!

Inicio esta Carta en el Hotel Balneario Palacio de Salinas, en Medina del Campo, ciudad que fue, entre los años 1514 y 1573, sede de uno de los mercados más prósperos de Castilla, o sea, del mundo, el mercado de la lana, y ciudad en la que, se dice y admite, se firmó la primera letra de cambio, letras que permitieron el comercio internacional y, en cierto modo, sirvieron para eludir la prohibición de los préstamos con interés, que había impuesto la Iglesia. Precisamente en la Plaza Mayor de Medina hay un monumento a la letra de cambio, en el lugar en el que fue firmada la primera de ellas.

En el Hotel leo algo de uno de los múltiples diccionarios de frases célebres que existen, en este caso escrito por Francisco Márquez. Leo, por ejemplo, lo que decía Arnold Toynbee sobre la política: que el mayor castigo para quienes no se interesan por la política es que serán gobernados por personas que sí se interesan. Muchas veces, en muchas ocasiones y lugares, estamos padeciendo ese desinterés generalizado por la cosa pública, creyendo que si no nos interesamos, los políticos tampoco se interesarán por nosotros. Craso error porque, por citar un sólo ejemplo, nos fríen a impuestos, directos e indirectos, con los cuales viven bastante bien en general (ellos, no nosotros).

También leo lo que exclamó Soledad Becerril, cuando era ministra de Justicia: ¡Pobre cultura si estuviera en manos de políticos y funcionarios! Pobre cultura y pobre casi todo, deporte incluido, si, como ocurre, casi todo está en manos de políticos y funcionarios. Y no tanto porque ellos valgan más o menos, que de todo hay, sino porque el sistema público imposibilita, por su propia naturaleza, que las cosas funcionen bien.

Miro lo que el mencionado diccionario dice sobre el éxito. "Es hijo seguro de la perseverancia y firmeza en el trabajo", escribió Orison S. Marden (que no sé quién es). Una definición sencilla y acertada. Frase que complementa Booker T. Washington (que tampoco sé quién es): "El éxito debe medirse no por la posición a la que una persona ha llegado, sino por su esfuerzo para triunfar". Carolina Marín, bicampeona mundial de bádminton, es un claro y reciente ejemplo de ello. La sensación de esfuerzo y éxito, como Carolina demostró antes y después de su victoria en la final, es algo muy personal. Hay también otras muchas personas exitosas y anónimas, personas a las que su esfuerzo les dignifica.

Miro para otro lado y veo, horrible visión, nuestra Hacienda insoportable, especialmente en Melilla. ¡Qué fácil es ir a lo fácil, en vez de allí donde hay agresividad, peligro físico y evidente ilegalidad! ¡Qué cómodo es, para el funcionario de Hacienda de turno, cómodamente instalado en unas megaoficinas de las infra utilizadas, y carísimas, Torres del V Centenario, aplicar criterios subjetivos, amparado en una legislación fiscal tan prolija, tan incomprensible para el común de los mortales a menudo! ¡Qué sencillo es, y qué gratuito resulta para el funcionario de Hacienda de turno, poner en peligro de desaparición una empresa, una cualquiera, cuya construcción ha significado y necesitado sangre, sudor y lágrimas de los que tuvieron/tuvimos la idea de hacer e invertir en algo que nuestro país, y Melilla muy especialmente, necesita de una manera casi desesperada! ¡Qué bonito es que aquellos a los que pagamos para que nos defiendan y protejan nos ataquen indemnemente! ¡Qué poco/nada justo resulta que, como pasa con nuestra Hacienda, el ciudadano sea culpable mientras no demuestre lo contrario, un principio que va en contra de cualquier fundamento jurídico básico! ¡Qué angustia y que impotencia para cualquier ciudadano o empresa!
Casillero, de la declaración de la renta, para los partidos y sindicatos. De eso versa y eso propone el artículo de Luis María Anson en El Mundo del pasado martes. Ingenioso artículo, en el que, tomando como base el 0,7% que, si se quiere, se puede destinar a la Iglesia, recomienda que se haga lo mismo con los partidos políticos y las centrales sindicales, tras suprimirles las ingentes cantidades de dinero público que ahora reciben y que dilapidan en colocar amiguetes y paniaguados incontables. Que partidos y sindicatos se mantengan con el dinero de sus afiliados sería lo lógico pero, como ocurre en el caso del partido que tiene mas afiliados, el PP, sus ingresos por cuotas no llegan ni al 12% de sus gastos. Lo de la financiación de partidos y centrales sindicales es algo escandaloso, que hay que cambiar, pero que como así se hizo una vez y la resistencia a cualquier tipo de cambio está tan arraigada en este país, y en esta ciudad, no necesito ser ningún adivino para predecir que nada se hará para cambiar esto.

Como tampoco se hará ni se está haciendo algo para cambiar lo de los locales planes de empleo. Bien al contrario, desde la Delegación del Gobierno en Melilla se anuncia, con gran satisfacción, que ahora se van a gastar más de 12 millones de euros en más de este terrible disparate. Por poco que se piense, se encontrarían centenares de soluciones mejores para ayudar a solucionar el terrible problema del paro que los nocivos, e inútiles, planes de empleo, que deberían de llamarse, con propiedad, planes de desempleo, que es lo que realmente son. Pero nada, adelante, seguiremos sin incurrir en la "funesta" manía de pensar. Y así nos va, con lo del paro, por ejemplo.

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