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Atril ciudadano

Sin asociacionismo vecinal no existe la democracia

Hace solo dos días, un amigo me comentaba que se había cambiado de piso hacía seis meses y todavía no conocía a sus vecinos más cercanos… Me dijo que echaba de menos los tiempos de Franco en ese aspecto, cuando en las asociaciones de vecinos se reunían los ciudadanos de todo el barrio y exponían sus inquietudes, ya fuesen problemas o preparativos de alguna festividad. Y lo cierto, es que escribo este artículo porque no es el primero que me lo dice. Afirmándome incluso que las asociaciones de vecinos solo sirven ahora para tomarse las copas, el café y jugar al parchís, las cartas y el dominó.

Por lo que me cuentan, (yo en aquella época era muy joven para emitir ahora un juicio), los portavoces de aquellas asociaciones tenían poder para reunirse con un alcalde o con un delegado del Gobierno y exponerle los problemas de su barrio, e incluso de su ciudad. Y lo mejor de todo, es que en no más de tres semanas comenzaban las obras y las soluciones a lo expuesto por orden de las autoridades.

Si esto es así, las asociaciones de vecinos son el verdadero poder del pueblo: primero, porque informan de primera mano y de una forma muy concreta y directa de las necesidades populares a una clase política que en la actualidad está muy desvinculada de la ciudadanía. Segundo, porque si dichas asociaciones fuesen ninguneadas por el sistema político en el que vivimos, tendrían poder para quitar o poner gobiernos en las elecciones municipales que serían, no nos engañemos, la antesala de las nacionales, que supondrían la entrada de un nuevo presidente en el país. Mediante una dinámica activa de las sociedades vecinales, el ciudadano calibraría a diario en su vida cotidiana el valor de aquellos quienes les representan.

Y por último y más importante, porque los problemas de un vecino se convertiría en el problema de todos… Si un vecino, por ejemplo, no pudiera pagar una deuda bancaria por un estado de necesidad, todos quienes le rodean crearían un fondo común mientras dicho vecino viviese en estado de precariedad o incluso, si dicho banco no ofrece soluciones, el barrio entero podría retirar su cuenta bancaria de dicha entidad para depositarla en otra. Así mismo, el asociacionismo vecinal sería una herramienta muy útil de los bancos de alimentos y de otros bienes.

Creo que la ciudadanía debe de olvidarse de crear plataformas cívicas abstractas para abordar problemas mayores que solo pueden ser solucionados por una acción política seria y volver a activar con fuerza el asociacionismo vecinal. Porque de este modo, podremos sentirnos los españoles protagonistas del progreso de nuestra propia sociedad, la que vivimos día a día, y dejar de ser una masa de población desilusionada y descontenta, sin alternativas, que solo se les arreglan algunas cosas cuando llegan unas elecciones. El sistema tiene sus mecanismos, pero no podemos dejar que él nos lleve, tenemos que ser nosotros quienes día a día, haciendo uso de nuestros derechos, llevarlo nosotros a él, viviendo la ciudadanía una situación más dinámica, cercana y en armonía con la clase política.

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