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La polarización y ¿la muerte del periodismo?

MELILLA HOY 25 05 2024

Carta del Editor

MH, 25/5/2024

Enrique Bohórquez López-Dóriga

 

Del fanatismo a la barbarie solo media un paso, dijo Diderot (siglo XVIII, impulsor editorial de la famosa Enciclopedia de la Historia del Mundo). Y corremos el riesgo de franquearlo, concluye Pedro G. Cuartango (artículo, “Atrapados en la polarización”, en ABC, el martes).

Fanatismo: Según la Real Academia Española de Lengua (RAE), se define como: “el apasionamiento y tenacidad desmedida en la defensa de creencias u opiniones, especialmente religiosas o políticas”

Barbarie: La actitud de la persona o grupo que actúan fuera de las normas de cultura, en especial de carácter ético, y son salvajes, crueles o faltos de compasión hacia la vida o la dignidad de los demás (RAE).

Las posiciones dogmáticas fomentan la adscripción identitaria, leo en el libro “La muerte del periodismo”, del periodista Teodoro León Gross, que me recomendó nuestro, ahora, senador, Fernando Otazu

Parece claro que del fanatismo -visiblemente existente y creciente en España- ya hemos entrado en la barbarie polarizante, en la polarización afectiva, que es uno de los tres tipos de polarizaciones, además de la ideológica y la socioterritorial. Prepararon el camino hacia la polarización hechos como la pandemia de la COVID-19, que desde 2020 fomentó la polarización a machamartillo desde arriba: efecto del 8M, uso de las mascarillas, IVA, el modelo Suecia, riesgos de la vacuna, proteccionismo infantil, bares abiertos… Todo ello fue escenificado en los medios de comunicación como correas de transmisión del partidismo, a menudo renunciando a una información sólida disponible sobre la materia.

Las posiciones dogmáticas fomentan la adscripción identitaria, leo en el libro “La muerte del periodismo”, del periodista Teodoro León Gross, que me recomendó nuestro, ahora, senador, Fernando Otazu (recorto sus apellidos) en el transcurso de la segunda presentación de mi libro, “Historia vívida de un editor. Melilla, España, en peligro”.

Ya lo he leído. Se nota mucho que el que lo escribe es periodista. Resalto, ahora, lo que escribe y concluye en el Epílogo: “Otra cosa es que el muerto, o en trance de morir no sea el periodismo, sino un determinado periodismo, aquel tal y como lo habíamos conocido, sobre todo en el siglo XX, ese instrumento poderoso de información general en torno a la actualidad política…Es absurdo que el periodismo aspirase a seguir siendo el mismo cuando nada es igual.

Yo también creo que el Estado, este Estado nuestro de hoy, es una maquinaria parasitaria que busca cercenar la libertad, a base de que el relato, la mentira política, se imponga a la realidad

Ahora, con la existente y creciente polarización emocional, nos hallamos en la democracia sentimental, teorizada por Arias Maldonado, y el relato (storytelling) se impone a los hechos, al principio de realidad…, y la radicalización emocional de la sociedad española es evidente. Para ejemplo, lo que escribe un economista tan brillante como Juan Ramón Rallo (La Razón, el 23/5/2024): “mantengo que el Estado es una maquinaria parasitaria que busca cercenar las libertades de los ciudadanos…lo cual no supone animadversión alguna contra mis conciudadanos”. ¿Radicalización? Es posible, pero yo también creo que el Estado, este Estado nuestro de hoy, es una maquinaria parasitaria que busca cercenar la libertad, a base de que el relato, la mentira política, se imponga a la realidad.

Como editor -una figura ya inexistente en los grandes periódicos del mundo- sé que solo se puede mantener la libertad subordinando tus intereses personales a los del periódico. Quizás ese es el gran milagro de la larga existencia, milagrosa, del MELILLA HOY

¿Se muere el periodismo? El del siglo XX sí. El de hoy, tan distinto, ya veremos. Pero, si puede ser útil mi propia experiencia periodística, la de MELILLA HOY -al que llevan matando los políticos y sus innumerables secuaces desde incluso antes del nacimiento del periódico, hace ya más de treinta y nueve años, y seguimos vivos- no creo que la muerte del periodismo sea inevitable. Para sobrevivir un periódico en una ciudad tan difícil y tan castigada como Melilla -esta ciudad maravillosa y laboratorio- creo que solo hay que mantener algo, lo único que justifica la existencia de un periódico: la libertad. Y, como editor -una figura ya inexistente en los grandes periódicos del mundo- sé que solo se puede mantener la libertad subordinando tus intereses personales a los del periódico. Quizás ese es el gran milagro de la larga existencia, milagrosa, del MELILLA HOY.

 

 

 

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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