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Siete años y medio de cárcel por pasar a una decena de migrantes marroquíes a Melilla en una embarcación

MIGRANTESddd

El Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, Ceuta y Melilla (TSJA) ha ratificado la condena a un ciudadano melillense a la pena de siete años de cárcel por un delito contra los derechos de los ciudadanos extranjeros, con la concurrencia de la circunstancia agravante de reincidencia, al introducir a una decena de migrantes desde Marruecos hacia Melilla de forma ilegal en una embarcación de recreo.

El acusado también ha sido castigado a otros seis meses de prisión por un delito de resistencia a agentes de la autoridad, al hacer caso omiso a los requerimientos de los GEAS de la Guardia Civil a detenerse y en uno de los quiebros, cruzarse por delante y la patrullera golpearle sin querer en la popa, consiguiendo parar la lancha y producirse así el abordaje y la detención del acusado.

Según el auto judicial al que ha tenido acceso este periódico, el alto tribunal desestima el recurso presentado por la defensa del acusado a una primera sentencia dictaminada por la Audiencia Provincial y confirma la pena de siete años y medio de cárcel por los hechos ocurridos sobre las 21.00 horas del día 19 de agosto de 2022.

Los magistrados señalan que ese día, el acusado patroneaba una embarcación de recreo, pintada de color negro, con su matrícula «parcialmente tapada con cinta negra para dificultar la identificación de la misma», y tras realizar una serie de maniobras extrañas a lo largo de la tarde, tanto en el Dique Sur como en la zona de la Playa Nueva de esta localidad, llamó la atención de diferentes patrullas de la Guardia Civil.

El documento judicial ha señalado que el ahora condenado se desplazó hacía una playa próxima en Marruecos, donde recogió a un número indeterminado de personas, alrededor de «11 o 12», todos ellos de nacionalidad marroquí y sin residencia legal en la Unión Europea, y sin autorización para entrar en territorio español. Estos migrantes «habían pagado diversas cantidades de dinero» para que les introdujeran de forma clandestina en territorio español.

El patrón de la embarcación, además, navegaba con las luces apagadas «con el fin de no ser visualizado a su regreso, acercándose a la zona de la desaladora para intentar desembarcar a las personas que tumbadas en el suelo, tanto en la bañera como en el pequeño camarote cubierto, viajaban en la embarcación de unos cinco metros de eslora».

Al cerciorarse de la presencia de una patrulla de la Guardia Civil en ese punto, el individuo decidió cambiar el punto de desembarque, desplazándose hacia la zona de la playa nueva de Melilla, la Playa de las Horcas Coloradas, «donde tras golpear contra las rocas, empuja a las personas que viajaban en la embarcación al mar, para a continuación, girar bruscamente en dirección al interior del mar con la intención de escapar de la Guardia Civil».

Las personas que viajaban en la embarcación y que fueron arrojadas al mar «lograron alcanzar la costa con grandes dificultades, ayudándose unos a otros, siendo asistidos por los agentes de la Guardia Civil en la costa», logrando interceptar a ocho de ellos. Todos fueron atendidos por los servicios médicos «tras haber estado en peligro de perder la vida al ser arrojados al agua, de noche, a oscuras, en terreno abrupto, teniendo en cuenta, que el estado de la mar era adverso, con temporal y marejada, olas de más de un metro».

En la sentencia, los jueces han destacado que tres de los migrantes no sabían nadar mientras el resto lo hacía con dificultad, «estando a punto de hundirse y morir ahogados», aunque finalmente lograron alcanzar la costa «en mal estado físico, mareados y vomitando, muy asustados».

Después de arrojar al mar a los emigrantes, el acusado huyó con la embarcación mar adentro, «en total oscuridad, con nula visibilidad debido a la oscuridad de la noche y el temporal». Sin embargo, las patrullas terrestres de la Guardia Civil no le perdieron de vista en ningún momento «mediante el uso de cámaras térmicas».

 

Una embarcación del Grupo de Especialistas de Actividades Subacuáticas (GEAS), el conocido como equipo Ábaco, fue avisada y guiada desde la costa por los agentes que iban visualizando la embarcación, y trataron de interceptarla, haciendo uso de las señales luminosas activadas, identificándose como guardias civiles en varias ocasiones y ordenándole a gritos que se detuviera.

No obstante, el hombre «hizo caso omiso, haciendo quiebros y tratando de esquivar a la embarcación de la Guardia Civil, hasta cruzar por delante de la embarcación del GEAS, parando la nave en seco, y atravesando su embarcación a la de la Guardia Civil y provocando que ésta impactase sobre la suya, golpeándola en la zona de la popa». Como consecuencia de la colisión, que poco después provocó el hundimiento de la nave al sufrir desperfectos, dos de los agentes sufrieron una contusión y en un tercero daños en su uniforme reglamentario.

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M.H.

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