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Crónicas Artilleras en Melilla

Sidi Ahmed El Hach: un domingo de julio de 1909. Crónica de una lucha sin tregua (y III)

melillahoy.cibeles.net fotos 1548 CaA A n de Royo y Guiloche.1909

Bajo este título genérico de CRÓNICAS ARTILLERAS DE MELILLA y con el fin de dar una mayor difusión al CXXV aniversario del Regimiento Mixto de Artillería nº 32 irán apareciendo artículos de índole diversa pero siempre encaminados a dar a conocer la estrecha relación de los artilleros y la ciudad de Melilla, vínculo que se remonta a los primeros momentos de presencia española en la Rusadir fenicia. Desde entonces el Arma de Artillería ha estado y está muy presente en el día a día de la ciudad y de sus gentes. En otros periódicos nacionales también se daba buena cuenta de lo que ocurría por aquellos días en Melilla. Tal fue el caso de El Imparcial, fundado por Rafael Gasset Artimé, padre de Rafael Gasset Chinchilla quien siendo ministro de Fomento visitó Melilla en 1910, poco después de lo acontecido en la historia que dan pie a este texto.

En su edición del día 20 de julio aparecían estas líneas:

"Los sucesos de Melilla
COMBATE ENCARNIZADO
Doce muertos y veintiún heridos españoles.- Centenares de bajas enemigas"

Avance inopinado de los moros.- El fuego de nuestros cañones.- El propósito del enemigo

El combate de ayer, que había empezado a las tres de la tarde, no terminó hasta la madrugada. A hora muy avanzada ya cesó el fuego y pareció que el enemigo se había retirado convencido de su impotencia. Pero momentos más tarde los centinelas avanzados notaron que a lo lejos había preparativos sospechosos.

Se enfocó el reflector y se vio que avanzaban cautelosamente hacia las posiciones españolas grandes contingentes marroquíes, divididos en grupos muy numerosos.

El general Marina dio rápidamente las órdenes necesarias para contener el avance y en seguida se rompió el fuego contra el enemigo. Este, aprovechando las ondulaciones del terreno y logrando a veces burlar el fuego de nuestras tropas, continuaba avanzando y contestaba con furiosas descargas.

Su propósito era correrse hacia las estribaciones del Oeste para dominar nuestra segunda posición. El general Marina mandó reforzar la posición del arroyo Sidi Musa para evitar que los moros le cerraran la comunicación con la plaza.

El fuego continuaba nutridísimo y todo indicaba que el combate iba a ser largo y sangriento.

Suspensión del fuego. Se reanuda la batalla. Muerte del comandante Royo y del capitán Guiloche. La audacia del enemigo.

A las ocho de la noche el núcleo principal de las fuerzas enemigas suspendió el fuego, pero pronto volvió a atacar con terrible ímpetu, mientras también era acometido el campamento por diferentes flancos.

Nuestra artillería vomitaba sin cesar granadas y causaba verdaderos destrozos en el enemigo. El fuego de fusilería era nutridísimo también.

A pesar de ello los moros seguían avanzando, saltando sobre los cadáveres de sus compañeros, que caían en montones.

El comandante de artillería Sr. Royo y el capitán de igual cuerpo Sr. Guiloche cayeron muertos a balazos en el momento de (…) al mando de los artilleros.

Uno de los cañonazos mató a diez moros que habían avanzado temerariamente a la carrera hasta colocarse a pocos pasos. Sus cuerpos quedaron tendidos junto al parapeto alambrado."

EL PAÍS
Edición del martes 20 de julio de 1909
HABILIDOSA ESTRATAGEMA

Ataque simulado.- Los moros caen sobre el Atalayón.- La artillería barre la cañada.- El destacamento se desplega.- La caballería mora.- Maria pide auxilio al Hipódromo.

Melilla 19 (1,30).- Amplio el telegrama anterior con todos los detalles que han llegado a la plaza, del combate que empezó ayer a eso de las tres.

A dicha hora, un inmenso grupo de moros inició el ataque a la posición principal de Jebel-Sidi-Ahmet. Venían de las colinas bajas de Nador y no pasarían de ciento. Se concentraron rápidamente para atacar a kilómetro y medio de nuestra tropa. Este ataque era simulado. Obedeció a una hábil estratagema.

Contestó al fuego de los moros una compañía del batallón disciplinario, al mando del capitán Nieto y los tenientes Roig y Cortés, que dispusieron sus fuerzas en guerrilla, y avanzaron disparando.

Hízose el primer tanteo de flanco, y el grueso de la harka mora, compuesta de más de mil hombre armados, la mayor parte jinetes, cayó sobre el Atalayón. La caballería mora bajó por la cañada de Sidi Musa, iniciando un movimiento envolvente.

El ataque fue tan desesperado, que llevó a los moros hasta las trincheras de las avanzadas. En el Atalayón había un destacamento de 60 hombres, que al iniciarse el ataque se replegaron por las estribaciones del Gurugú.

A los primeros disparos, el general Marina ordenó el avance de la artillería al mismo tiempo que pedía refuerzos al Hipódromo, y se le enviaban dos compañías de infantería y una batería rodada. Las fuerzas de infantería y las ametralladoras rompieron el fuego, que ya no se interrumpió hasta las nueve de la noche. Sobre las posiciones de los moros se emplazaron cuatro cañones de tiro rápido que les acribillaron con metralla.

Mandaba las dos batería el teniente coronel Pedreira. Su cuidado era el de arrasar la cañada, donde quedó gran número de cadáveres. Desde la segunda caseta peleaban el batallón de cazadores de Barcelona y la mayor parte de los refuerzos enviados por el general Del Real.

LA INTENCIÓN DE LOS RIFEÑOS

Se reanuda el combate.- Mueren varios jefes.- El general Marina cerca de los fuertes atacados.- Un teniente bravo.- Los primeros heridos.- Lo que se proponían los moros.

Melilla 19 (2 ).- Los moros insisten.

El combate, suspendido a las nueve, se reanudó durante la noche. Todavía no se había terminado al amanecer. Duró hasta después de las cinco de la mañana.

Circulan distintos rumores sobre las consecuencias del combate. Se sabe de dos jefes muertos, entre ellos el teniente coronel de infantería Sr. Ceballos y de un capitán artillero D. Enrique Guiloche, y tres oficiales heridos. También ha muerto el comandante de Artillería Sr. Royo.

Las bajas de los soldados, según estas primeras referencias, son trece muertos; veinte heridos.

El general Marina ha dirigido las operaciones desde una colina inmediata a los lugares atacados por los rifeños.

Se hadistinguido en la lucha el capitán López Ochoa, del regimiento de África que atacó al frente de los cazadores.

Los primeros heridos que han llegado a la plaza, fueron el capitán Sr. Conde y el teniente Sr. Vallas,conducidos en brazos de varios soldados del regimiento de cazadores de Barcelona.

En el momento en que telegrafiamos llega un convoy con más víctimas del encuentro.

La lucha ha debido ser terrible. Todavía no se tiene de ella una relación exacta, pero a juzgar por las bajas de las tropas españolas y por los daños que se dice ha sufrido el material de guerra de los fuertes atacados, se puede juzgar que los moros iban decididos a tomarlos.

"EL GLOBO
Edición del martes 20 de julio de 1909

LOS SUCESOS DE MELILLA
Combate encarnizado

Según en nuestras "Notas de la tarde" anticipamos ayer, en el combate del domingo tuvieron nuestras tropas gran número de bajas, que los informes últimamente recibidos hacen ascender a 15 muertos y 22 heridos, entre los que se hallan los jefes que ya hemos dado cuenta.

El combate tuvo mucha mayor importancia de lo que un principio se supone, y nuestras tropas lucharon en él tan valientemente, que sólo a su arrojo se debe el que a estas horas no tengamos que lamentar un verdadero desastre.

He aquí algunos detalles de la encarnizada lucha acaecida entre nuestras tropas y los rifeños durante cerca de doce horas.

El ataque comenzó a las tres y treinta de la tarde, terminando a las tres de la madrugada de ayer.

Primero se presentaron algunos grupos de moros que fueron rechazados por las compañía del regimiento de Melilla que mandaba el capitán Marina, hijo del general. Los asaltantes fueron dispersados, y poco después acudió más numeroso el enemigo, disparando desde las lomas contiguas.

El teniente coronel Sr. Ceballos, que por mandar el regimiento de Melilla se halla también al frente de la compañía del capitán Marina, cayó entonces herido de un balazo que le alcanzó en la cintura.

Generalizase enseguida el combate siendo simultáneamente atacadas todas las posiciones ocupadas por las fuerzas españolas, que resistieron con verdadera heroicidad el avasallador empuje de los rifeños haciéndoles considerables bajas.

Al retirarse los asaltantes se llevaron 17 mulas que estaban fuera de la alambrada y que al iniciarse el tiroteo se habían desbandado, corriendo asustadas hacia el campo.

Se creyó un momento que el enemigo había logrado apoderarse de una caja de municiones; pero luego pudo verse que ello no era cierto.

A las nueve de la noche recrudeció el ataque, volviendo los moros hacia nuestras tropas con ánimo de asaltar aquellas alambradas; pero hizo fracasar su intento el heroico esfuerzo de la batería de nueve centímetros que mandaba el capitán Guiloche.

Contra esa batería concentró, su afecto, el enemigo todas sus energías, luchando con su peculiar desprecio de la vida para apoderarse de una de las piezas que se hallaba emplazada en más saliente posición.

Por más esfuerzos que hiciera resultaron inútiles, debido ello al capitán Guiloche, quien, con el revólver en una mano y asiendo con la otra aquella pieza, hizo malograr el intento, matando a varios moros, contra los que disparaba a quemarropa.

Una lucha cuerpo a cuerpo y sin cuartel se entabló entonces en torno al cañón, cuyos sirvientes, enardecidos por el valor de su jefe, lograron quedar dueños de la posición e impedir se apoderara el enemigo de lo que tanto deseaba.

En lo más recio de la contienda cayó el capitán Guiloche, atravesado el pecho por un balazo. Murió abrazado a la pieza que con tanta abnegación había sabido defender.

El comandante Royo, que al tener noticia de lo sucedido a su subordinado había acudido para sostener la defensa, corrió, por desgracia, igual suerte, pues a poco de entrar en la lucha cayó a su vez herido por una bala en el cuello. Breves momentos después daba el último suspiro.

Entre los muchos actos de bravura realizados, refiere el de la defensa por el comandante del regimiento de África, Sr. Cos-Gayón, de la posición de extrema avanzada, en la que hubo que luchar cuerpo a cuerpo y a la desesperada casi, sobresaliendo por su ardor el capitán López Ochoa.

Allí fue donde el enemigo, después de matar a un sargento, logró apoderarse del cadáver mutilándolo, horrorosamente y llevándoselo con el propósito de quemarlo, lo cual estaba ya a punto de realizar cuando acudieron con feliz oportunidad refuerzos españoles, que consiguieron recuperar el cuerpo del desgraciado.

También relatan con alabanzas lo hecho por el oficial de Administración señor Bremón, quién bajo de la segunda caseta llevándose al campamento las municiones que allí estaban depositadas, lo cual hubo de realizar, tanto a la ida como a la vuelta, en medio de constante tiroteo y no pocos ataques por parte de los kabileños.

Al amanecer ayer pudo observarse que en varios sitios estaban rotas las alambradas del campamento.

Las fuerzas que defendían las posiciones atacadas ascendían a cerca de 2.000 hombres. Cuanto al enemigo, se calcula que no baja de 6.000.

Los cadáveres del teniente coronel señor Ceballos, del comandante Sr. Royo y del capitán Sr. Guiloche fueron trasladados al cementerio.

Los heridos han sido conducidos al Hospital. Las bajas que hasta ahora se saben han tenido los moros, son 40 muertos y numerosos heridos."
Esta es una breve crónica de lo que ocurrió aquel 18 de julio de 1909 en Sidi Hamed El Hach, donde hallaron gloriosamente los dos artilleros comandante José Royo de Diego y el capitán Enrique Guiloche Bonet, además del teniente coronel Federico Julio Ceballos del Regimiento de Infantería Melilla nº 59.

En esta triste jornada también el cabo Ignacio Cubero Aguilar, y los soldados Ignacio Crespo Ransaz y Vicente Latorre Iglesias del Batallón de Cazadores Barcelona nº 3. El sargento del Regimiento de Infantería África nº 68, Silvestre Martínez Cañizares y el soldado Leandro Bueno Clemente, de la misma Unidad del teniente coronel Ceballos. Estos fueron algunos de los nombres de una larga lista de fallecidos que fue creciendo a lo largo del verano de 1909.

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