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¿Se aproxima el último combate político? Los chiringuitos y la Superliga. Melilla: ¿Ayuntamiento, Ciudad Autónoma o Comunidad Autónoma?

“Me he vuelto loco, pero la culpa es vuestra” (Pablo de Tarso, 2 Corintios 12). Pablo de Tarso es, para muchos cristianos, el ‘Apóstol de los gentiles’, el visionario que propagó la buena nueva por el mundo, sin establecer distinciones entre pueblos, razas y culturas. Es también una de las figuras más controvertidas de la tradición judeocristiana y ha pasado a la posteridad, entre otras cosas, como el apóstol que justificó la esclavitud y ordenó a las mujeres someterse a sus maridos. La frase que inicia el párrafo la usaría, sin despeinarse ni parpadear, nuestro actual presidente del gobierno, Pedro Sánchez (PSOE), que, pese a lo mucho que le gusta aparecer con gesto grandilocuente para apropiarse de cualquier noticia buena que pase por ahí (sea responsabilidad propia o de otros), está desaparecido desde que fue arrasado por Isabel Díaz Ayuso (PP) en las elecciones a la Comunidad de Madrid. Sí, él fue quien perdió, porque Iglesias (ex de Podemos) ya sabía que se iba a ir a contar “sus verdades” en algún medio de comunicación e hizo el paripé de presentarse como candidato a unas elecciones que siempre supo no ganaría, porque era él quien movía los hilos de su marioneta (Ángel Gabilondo) y también quien inició la campaña para desaparecer cuando empezó a vislumbrar la catástrofe que se avecinaba. Después del varapalo electoral sufrido por Sánchez (PSOE), sus acólitos/ministros (dígase Ábalos y Calvo) se pusieron manos a la obra para empañar la victoria del PP, para esconder su derrota (pasan a ser la tercera fuerza política en Madrid), para decir que los resultados de las elecciones de Madrid “no representan al conjunto de España”(Ávalos) o “han sido unas elecciones de Madrid” y “el votante de Madrid se ha radicalizado” (Calvo), para decir que la culpa es de la pandemia, etc.. Sánchez, pese a todas las derrotas pasadas, presentes y futuras, echa la culpa de su locura/sus males a cualquiera que pase por ahí: a Gabilondo; al crítico Leguina, ex presidente con el PSOE de la Comunidad de Madrid, que ante la amenaza de expulsión del PSOE responde que “Me la suda, el culpable de todo es Sánchez” o “No puedes meterte en la cama siendo socialista con los separatistas catalanes, con los pro etarras de Bildu y meter en el Gobierno a tipos como Pablo Iglesias»; o al inoportuno coronavirus que no termina de irse.

Sí, el último combate, en el que “pinocho” Sánchez dejará la Moncloa, se aproxima y parece que nuestro actual presidente lo perderá por KO. Ya hace mucho tiempo que nadie le cree, muchos dentro del partido se atreven a criticarle (antes no se atrevían por temor a ser purgados), todo el mundo se da cuenta de que no quiere gobernar (los problemas para las Comunidades Autónomas), no sabe qué hacer para luchar contra el paro (sus subidas de impuestos lo empeorarán) y ni siquiera sus socios independentistas están muy contentos con él (quieren más y más rápido). Tic, tac (Iglesias dixit).

Los chiringuitos y la Superliga

Hay demasiados chiringuitos en nuestra sociedad que parecen inalterables. El chiringuito de Hacienda (con mención especial a la de Melilla), también conocida como la AEAT, hace mucho daño a empresas melillenses (no se sabe, todavía, si con motivaciones de inquina personal) amparándose en que “eres culpable hasta que demuestres lo contrario”. Una vergüenza que se debe combatir. También, a nivel más global, están los de la UEFA y La FIFA, que se han visto amenazados por la Superliga de fútbol capitaneada/promovida por Florentino Pérez (Real Madrid). Se han puesto como fieras y han desplegado todas las baterías para acabar con una nueva competición que iba a acabar con sus múltiples prebendas y beneficios. Florentino no se rinde: “Incurriríamos en una grave irresponsabilidad si abandonamos”. Se deben solucionar problemas de comunicación, méritos para entrar o salir, número de participantes, desarrollo de la competición y apoyo al fútbol base, etc.., pero la Superliga, u otra competición similar no controlada por UEFA o FIFA, no va poder ser frenada. Es lógico que los clubs sean los que controlen el negocio (el tenis y el baloncesto son dos claros ejemplos de ello).

 Melilla: ¿Ayuntamiento, Ciudad Autónoma o Comunidad Autónoma?

Ahora que se ha acabado el estado de alarma, que deja a Melilla en tierra de nadie a la hora de poder combatir el virus, por no ser una Comunidad Autónoma (el nuevo decreto del gobierno no menciona, en ningún momento, las Ciudades Autónomas), surgen interrogantes sobre qué es mejor: volver a ser un Ayuntamiento (no hay demasiadas diferencias con la actual situación), seguir en la actual situación (que tanto costó conseguir pero que es un híbrido de autonomía y control estatal) o luchar por ser una Comunidad Autónoma. Para casi todos, creo, sería bueno ser una Comunidad Autónoma más, lo que nos daría más peso (para conseguir una de las cosas más vitales para Melilla: entrar en la Unión Aduanera Europea) e independencia (con gobiernos nacionales como el actual, e incluso con el anterior del PP, es mejor tener independencia en la toma de decisiones).

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