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Vida Universal

¿Quién tiene la culpa de lo que me sucede?

Tarde o temprano cada uno llegará a convencerse de que ni la ciencia, ni una comunidad religiosa, ni las confesiones, ni tampoco las muchas palabras de los demás le ayudan a encontrar la verdad, aunque ciertamente pueden ser impulsos para reflexionar que nos ayuden a encontrar el camino hacia la Verdad. Pero si seguimos las huellas de nuestros sentimientos, sensaciones, pensamientos, palabras y actos, de nuestras inclinaciones, reacciones, de nuestro afán de pelea, hostilidad o cosas similares, llegaremos a conocernos a nosotros mismos, y esto es lo que tiene importancia. Por eso el camino hacia la verdad se recorre únicamente a través de nosotros mismos y no a través de otros. Teniendo que reconocer que aunque las verdades que aprendemos de los libros sean sobre Dios, sobre el Más allá o sobre las leyes del Amor nos pueden haber ayudado a avanzar algunos pasos, sin embargo un libro sobre la Verdad nunca nos conducirá a encontrarla realmente. Los libros y las palabras sobre la Verdad son para todos nosotros de gran ayuda e indicaciones en el camino, pero no nos proporcionan la certeza que buscamos. Esta la puede alcanzar cada uno por sí mismo sin que podamos aportar ninguna prueba de ello. Cada uno tiene que lograr la seguridad de que esto es así. Si nos esforzamos en nuestra vida diaria, no importa dónde nos encontremos y qué cargo representemos, en cumplir paso a paso las leyes del amor desinteresado y del amor al prójimo, experimentaremos que nos convertimos en personas distintas, que nuestro mundo de pensamientos negativos cambia y que podemos superar cada vez más positivamente los acontecimientos del día, porque afirmamos el núcleo positivo en todo y recibimos solución y respuesta positivas, es decir, legítimas, a todas las preguntas.
En el transcurso de este proceso de un mundo de pensamientos negativo a una postura positiva, desarrollaremos también otras cualidades que nos harán reconocer la vida como una totalidad. Entraremos en la Ley del amor desinteresado, y gracias a nuestros esfuerzos constantes experimentaremos que un día percibiremos a nuestros semejantes en la luz de la Verdad y que nuestra visión ya no estará enturbiada por lo humano, lo falso. Después de haber dado este paso de evolución hacia lo positivo podremos referirnos, sin emociones, también a lo negativo, a lo adverso. Podremos afirmar entonces nuestros sentimientos, sensaciones, pensamientos y conversaciones, porque no contendrán ya nada en cuanto a expectativas, desprecio o ataduras. Ese salto evolutivo positivo hacia una vida de acuerdo con la Ley se traduce en benevolencia y tolerancia para con nuestros semejantes. Gracias a estos pasos legítimos obtendremos respeto hacia nuestra propia vida, hacia la vida de nuestros semejantes y hacia todas las formas de vida.
Cuando hemos alcanzado niveles más elevados de consciencia, vivimos también más conscientemente y con más seguridad. Místicos y personas iluminadas experimentaron que las leyes universales, la Verdad eterna, nunca se pueden encontrar en lo externo, en el mundo, si no únicamente en cada hombre mismo. Por eso un día cada persona o el alma en los planos de purificación tendrá que llegar a la percepción y experiencia internas mediante el autorreconocimiento y la realización de las leyes eternas. Quien se examina y se sumerge cada vez más profundamente en las leyes eternas mediante su realización, ha encontrado el sentido de su vida terrenal y sabe que todo lo que le suceda, alegría o penas, lo ha introducido él mismo y nadie más en el campo de su alma.
Si podemos decir con certeza: «mi prójimo no tiene ninguna culpa de mi enfermedad, de mis sufrimientos o destino, si no únicamente yo», hemos dado un gran paso en el proceso de autorreconocimiento y realización. El buscador de la Verdad que ha tenido algunas experiencias sobre sí mismo, puede afirmar convencido, que esta vida terrenal tiene un sentido muy determinado para cada uno: volver a ser cósmicos, es decir, puros. Los conceptos de la vida en la Tierra y del Más allá se nos hacen más comprensibles gracias al reconocimiento y a algunas experiencias personales, que nos facilitan la certeza de que reina una ley cósmica eterna y de que también la ley de siembra y cosecha actúa para nuestro ego como nuestra ley personal.

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