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El candil

Precauciones

Entre las cosas que tengo que hacer como consecuencia de ser un hombre de mi casa, está el hacer chapuzas; unas veces me las encuentro y otras las busco, no soy capaz de estar quieto (como le pasa a usted estando jubilado) sabiendo que hay algo que hacer, son pequeñas cosas, ya que el ritmo aquel que perdí ya no volverá.

Y me cuesta conformarme con esta ausencia, así que procuro adaptar mi voluntad al ritmo que me impone el médico y la familia que como fieles guardianes del cumplimiento me hacen un seguimiento completo; no es que yo lo tome como una asfixia, no, lo que ocurre es que, cuando no te funciona bien el impulso del músculo más fuerte de tu cuerpo, entonces, sólo entonces te das cuenta que empiezas a ser una carga, si encima tienes que mantenerte en cierta forma física, hay que buscar las maneras de "darle a tu cuerpo alegría Macarena" sin quebrarte, claro está. Y es entonces cuando la memoria y tu experiencia, sea esta por hecho o por visualización, empiezan a discurrir, cosa que cuando eras un hombre de pelo en pecho, ni pensabas que llegarías a ser un hombrecito de la casa, y no digo de mí casa, porque ni soy ETÉ, ni mando, sólo dependo.

Así que, en vista de lo que hay empiezas a intentar aunar tu necesidad con el servicio a la familia y que mejor que probar el ver como te sienta ¡el delantal!, ese trapo tan maravillosamente coqueto, sólo te falta la diadema. Solo es empezar… Y es entonces cuando te vuelves a enterar de lo que vale un peine, y no por cierto de carey, pero sí de lo que valen ellas, más si han dedicado toda su vida a la familia, aunque hoy también lo combinan con un trabajo exterior.

Pero a lo que iba, puesto el delantal intento el tiro al plato, coges el estropajo sintético, el detergente ése que rinde un cuarto de vajilla más, y ¡ala!, a hacer un nuevo ejercicio que, por sujeción y rotación, empiezas a notar como tus omóplatos se van fortaleciendo, los pulgares empiezan a señalar tu artrosis, las cervicales se te agarrotan, la cintura se queja, los bíceps y los tríceps se hinchan, y los pies no solo cantan sino que se quejan. Pasan por tus manos todas las armas con las que las fieras han atacado a las viandas, y para más inri llega haciendo escuadrón la olla a presión, la sartén y el cazo, el lekué, los vasos y la fuente de cristal de duralex donde han asado al besugo. Tenso, hechas un vistazo, giras renqueante y cuando piensas que has terminado ¡zas!, ves que no has visto antes un plato, un vaso y un cuchillo que pringados de grasa de chorizo han aparecido como por arte de magia, piensas…, no te sirve de nada, lo lavas y a descansar; ¡Parecen termitas!
Pero no queda todo ahí, como eres un hombre dinámico y te sobra tiempo, pues claro está, viene la chapuza que es lo tuyo; puestos hacer, piensas en preparar esto y aquello con el fin de repasar o reparar, sacas la lija y te pones a quitar cierto oxido y es entonces cuando observas que, cómo por mover el brazo en vaivén al lijar sientes cierto dolorcillo en el esternón, cambias de brazo pasando al siniestro y lo mismo, paras, lo haces sentado y suavemente, y nada de nada, sigue igual. Piensas, cómo es posible que fregando la gigantesca sartén con más vigor incluso, no me afloró ningún dolorcillo… Piensas e intentas aclararlo, no doy con la tecla, ¿si con la sartén he usado los dos brazos y con la lija uno? Cómo puede ser… No es lógico o por lo menos a mí me lo parece.

Claro que tampoco era lógico que el grupo político GIL barriese inicialmente por espontaneidad oportuna a la derecha y luego quedó en lo que quedó. Pienso si pasará lo mismo con Podemos que por oportunidad barra a la izquierda y luego sea un ¡bluff!. ¿Se arriesgará usted?…

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