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Carta del Editor

No hay mejor política social que reducir impuestos (y pagar las deudas)

melillahoy.cibeles.net fotos 1753 pagina 3

En lo que a Melilla respecta, no conozco a una sola persona que no opine que el actual modelo económico de la ciudad es insostenible y nos conduce a un desastre inevitable. Una situación agravada todavía más por la funesta costumbre del Ayuntamiento de no pagar a tiempo a sus proveedores, a pesar de tener dinero para hacerlo e incumpliendo claramente la ley, que obliga a que se paguen las facturas antes de los 30 días. Ya hay Gobierno en España, para tranquilidad de muchos y cautelas de otros, entre los que me encuentro, porque sigo pensando que el mejor gobierno es el que casi no existe, el que menos interviene, y la prueba es que España ha crecido más en este año sin gobierno que antes. Afortunadamente este nuevo Gobierno de Mariano Rajoy no lo va a tener fácil, con su minoría parlamentaria y un Parlamento en el que hay un Rufián declarado -nunca un apellido fue más apropiado que en el caso de este rufián- y muchos rufianillos con otros apellidos, pero no menos lamentable gentuza política. Yo no digo, como Arturo Pérez Reverte, que "la imbécil y cobarde España, que hizo posibles a jóvenes como Gabriel Rufián, merece de sobra irse al carajo, y ahí nos vamos todos, al carajo", no quiero ser tan pesimista, pero esto, en verdad, no tiene buena pinta y me reafirmo en mi idea, manifestada el pasado domingo, de que todo aquel que pueda aportar algo para detener esta decadencia político-burocrática tiene la obligación moral de hacerlo.

Al nuevo Gobierno nacional habría que recordarle, una y otra vez, lo que dice el titular de esta Carta, que no hay mejor política social que reducir impuestos, y para aportar datos que certifican esa aseveración, reproduzco la carta que me envía un joven de dieciocho años que me permite pensar que, habiendo más españoles jóvenes como él -y no tantos Rufianes- quizás finalmente no nos vamos a ir al carajo. Dice la carta que, para responder a la pregunta de si hay, o no, una política social mejor que la de reducir impuestos, lo mejor es volver la vista atrás, " A 1964, al recorte impositivo de Lyndon Jhonson, presidente en funciones de Estados Unidos tras el asesinato de Kennedy, quien ya había planteado que resultaba paradójicamente cierto que los tipos impositivos demasiado altos generaban ingresos por recaudación demasiado bajos. Jhonson disminuyó los impuestos sobre la renta y redujo el nivel máximo, que era el ¡91%!, al 65%. Los resultados fueron espectaculares: la recaudación impositiva federal alcanzó los 40.000 millones de dólares, la economía creció (del 5,8% en 1964 al 6,4% en 1965 y el 6,6% en 1966), el sueldo neto de los trabajadores se dobló con respecto al de los años de su predecesor".
"Volviendo la vista atrás de nuevo, al año 1981, el presidente Ronald Reagan redujo el impuesto sobre la renta en un 25%, disminuyendo el tipo máximo del 70% en 1981 al 28% en 1988, y bajando también los impuestos corporativos en 8 puntos, hasta el 20%. La economía creció un 4,8% entre 1983 y 1984, frente a un crecimiento del 0,9% en los cuatro años anteriores. El paro que heredó Reagan era del 7,1% en 1980, y en 1989 era del 5,3%. El gasto público -atención, Montoro- se redujo en 3 puntos con respecto al PIB. Sus medidas, la reducción de impuestos y su énfasis en la liberalización, como dijo Friedman, desataron las fuerzas constructivas del libre mercado".
"Algo similar ocurrió en el Reino Unido en el año 1979, con Margaret Thatcher, una hayekiana declarada, nombrada primera ministra. Thatcher redujo los impuestos, de un 83% de tipo marginal superior al 40% y disminuyó el gasto público en 5 puntos del PIB. Además, privatizó empresas públicas que estaban al borde de la quiebra y, como señala Daniel Lacalle, introdujo reguladores realmente independientes, con lo que los resultados fueron espectaculares: la renta per cápita aumentó un 34%; la renta de las clases más desfavorecidas un 40%; el paro nunca subió del 8,4%, en un entorno global muy difícil. Y hay que tener en cuenta, también, que el efecto multiplicador del consumo es el doble que el del gasto público. En resumen: no hay mejor política social que reducir impuestos, pues son las clases medias y bajas las principales beneficiarias".

Eso que cuenta la carta que el brillante joven me ha enviado es un hecho, pero ¿se atreverá el nuevo Gobierno de Rajoy, en un ambiente radicalizado y populista, a reducir los tipos impositivos y el déficit público, que ya supera el 100% del PIB, o sea, que ya debemos más de todo lo que producimos en un año? Me parece que no, que no se atreverá. Ojalá me equivoque, pero es poco probable que los mismos actores económicos -Rajoy, Montoro, de Guindos- que subieron impuestos y aumentaron el déficit público gobernando con mayoría absoluta, vayan a cambiar de política económica con la enorme debilidad parlamentaria que ahora padecen. E inevitablemente los que más van a sufrir una política, demostradamente errónea, de más impuestos y más gasto público, van a ser las clases medias y bajas, que son a las que los populistas e ignorantes (Pedro Sánchez y la local y también pertinaz en el error Gloria Rojas incluidos) dicen defender.

En lo que a Melilla respecta, no conozco a una sola persona que no opine que el actual modelo económico de la ciudad es insostenible y nos conduce a un desastre inevitable. Una situación agravada todavía más por la funesta costumbre del Ayuntamiento de no pagar a tiempo a sus proveedores, a pesar de tener dinero para hacerlo e incumpliendo claramente la ley, que obliga a que se paguen las facturas antes de los 30 días. Lo que ha ocurrido con el área de Hacienda/Intervención de la Ciudad Autónoma, lo que han hecho -y todavía siguen haciendo- algunas personas de ese área es, claramente, un delito, un delito de prevaricación continuada que ha causado un daño inmenso, irreparable en muchos casos, a muchas personas de Melilla, a muchas pequeñas empresas de la ciudad. Se han tomado algunas medidas, que permiten vislumbrar mejoras, pero todavía la situación de ilegalidad y de daño es inmensa y así no se puede seguir ni un día más, porque ya está bien de tener que soportar lo insoportable y, además, incomprensible, en cuanto que evitable. Ya está bien de tener que mendigar eternamente para que te paguen, si quieren, lo que te deben. Ya está bien de tener que aguantar a algunos empleados públicos, muy bien pagados, que trabajan muy poco, prevarican mucho y desprecian aún más a los ciudadanos. Ya está bien.

Posdata. El Club Campo de Golf jamás ha debido nada a la Ciudad Autónoma, sino todo lo contrario, es la Ciudad la que debe al Club desde hace más de un año, diga lo que diga el falaz, monopolista y riquísimo Gustavo Cabanillas. Y la Ciudad no le reclama nada al Club, como demuestra la Orden de la Consejería de Deportes (y de otras cosas) de fecha 28 de septiembre de 2016.

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