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MUCHO MÁS QUE SOLO BICI: Abre los ojos

Los retos medioambientales a los que nos enfrentamos como sociedad deberían quedar fielmente representados en el PLAN ESTRATÉGICO DE LA CIUDAD DE MELILLA 2020/2029. No obstante, después de su análisis, podemos asegurar, sin temor a equivocarnos, que este “pseudo plan” no cumple para nada con las expectativas que se le suponen, al no pretender ir más allá de mostrarnos de forma escueta, eso sí, cómo el cambio climático nos afectará como sociedad y las acciones que deberían de materializarse para evitarlo, aunque para nada nos indica cómo lograrlo, algo que presumíamos leyendo ese ambicioso titular.
Este plan, si es que se puede le puede llamar así, no ofrece ninguna hoja de ruta a la que aferrarse, según las directrices de la Agenda 2030. De igual forma no menciona los sacrificios que deberemos realizar en los años venideros, como tampoco el esfuerzo económico necesario o la infraestructura laboral y humana que debería implementarse para lograrlo, siendo este último factor tan determinante, el que se muestra como el auténtico Talón de Aquiles de la actual administración pública y política.
Señalar que las olas de calor y los días de bochorno que están por llegar van a duplicarse en unos años puede que no requiera su más mínima atención, pues saldrán al paso estrujando el mando de su aire acondicionado (el que lo tenga y pueda pagarlo), necesitando para ello consumir enormes cantidades de energía, bien para calentar o enfriar sus hogares, en una época donde el declive extractivo energético resulta alarmante y donde la huella de carbono que aumentaremos sin mesura nos acercará cada vez más a ese precipicio climático tan difícil de digerir. El cambio climático afectará a la crítica situación en la que se encuentra la economía familiar de otra forma mucho más global, pues la relación entre la productividad y la biodiversidad supone ni más ni menos que un 40% de la economía mundial.
El urbanismo tiene como objetivo ofrecer la mejor calidad de vida a los habitantes conforme a las condiciones dadas.
Los cambios climáticos extremos, según nos señalan los mayores expertos internacionales, destruirán gran cantidad de sistemas biológicos, todos irrecuperables para la vida, un dato que nunca ha tenido el eco necesario, aun cuando esta misma crisis climática elevará el nivel de mar 50 centímetros de aquí a finales de siglo en nuestra ciudad.
Este “plan estratégico” nos “invita” a reducir la dependencia energética de los combustibles fósiles que seguimos “extrayendo del exterior”, unos combustibles de los que en nuestra ciudad somos ávidos consumidores: REMESA, ENDESA, TRÁFICO, BARCOS, AVIONES, GAS, CONSUMO… todas suponen enormes facturas energéticas y medioambientales, aunque en la actualidad nadie se atreva a poner les el énfasis necesario.
Si tenemos en cuenta, como así nos llega a través de los “selectos” medios de comunicación internacionales, que la capacidad energética mundial se encuentra en un franco declive, deberíamos estar seguros de que la cuenta atrás de la capacidad productiva de la energía nos obligará, sin duda alguna, a tomar conciencia del término “AHORRO”, una expresión que deberá ser impuesta (RACIONAMIENTO), si las conciencias no maduran hacia esa “tendencia”. Incrementar un 50% el nivel de tratamiento de residuos es otro punto a destacar en esta lista de tareas según este plan, una curiosa forma de ahorrar energía, cuando el término educación ni aparece, una expresión, LA EDUCACIÓN ENERGÉTICA, que debería ser imprescindible en nuestro vocabulario y que el ciudadano de a pie y las instituciones públicas desconocen.
“Incrementar la superficie cubierta vegetal en un 30%” es una cita textual del plan estratégico de la ciudad, que retrata la reciente aportación del señor consejero de Urbanismo en la prensa local, donde afirmó sin vergüenza alguna que su consejería defendería los espacios verdes, poco después de arrasar un bosquete urbano con el beneplácito de la Consejería de Medioambiente, a pesar de lo que se exige con letras en negrita. Un plan que ha costado a las arcas públicas más de 150.000 euros y que, a efectos prácticos, no es sino otro paripé político e institucional.
Aumentar la masa forestal un 30% requiere un enorme esfuerzo que nadie está dispuesto a asumir, más allá de catalogar zonas hormigonadas con cuatro setos secos como zonas verdes, intentando salvar así este escollo “infranqueable” de forma holgada, como cualquier holgazán. Hace solo unos días este señor hablaba de implementar un 20% de zonas verdes, una cifra que podía haber sido más generosa si hubiera conocido este plan estratégico y que, sin embargo, nadie se cree, pues lleva destruyendo todos los espacios verdes a los que ha tenido acceso. Las actuaciones en los distintos acuartelamientos de la ciudad, así como en el hospital militar, se nos muestran como un claro ejemplo.
A buen seguro nadie le supo explicar las implicaciones morales o de verdadera necesidad que este plan ambiciona, más allá de su nerviosa necesidad de hormigonarlo todo. El PGOU que en breve se aprobará sin el beneplácito de ninguna entidad ecologista será un “pequeño” ejemplo de la realidad urbanística de nuestra ciudad, frente a otra realidad, la climática. Melilla se está transformando en un Frankenstein irreconocible, en un monstruo que acabará por devorarnos a todos.
Llegar a pensar que las acciones urbanísticas que se están realizando de manera reciente tienen por objeto proporcionar a la ciudad un tercio de zonas verdes nos resulta realmente difícil de creer. Las entidades sociales, esas que este plan se jacta de haber escuchado, nos quedamos perplejas ante tal afirmación. Resulta absurdo que se nombre al tejido social en el diseño de este plan, pues ninguna entidad consultada por mí ha sido tenida en cuenta o llamada a “colaborar” en ningún proceso público efectivo. Eso da una idea de la sensibilidad real del mismo.
La mejora de la vida en las ciudades pasa por reducir el espacio para los coches. Algunas ciudades como Vitoria Gasteiz, situada al norte de España, han comenzado a ser un ejemplo de que si existe la posibilidad de rediseñar y regenerar los tejidos urbanos existentes para crear ciudades que no solamente funcionen mecánicamente si no también incluyendo los ciclos de vida de las personas que habitan en ella. (Arq. Héctor Solórzano).
Melilla Con Bici no espera nada, pues nada ha cambiado en estos años de lucha social. Los responsables del área de urbanismo muestran un perfil muy claro, frases como “yo defiendo las políticas del hormigón” dan una idea “cristalina” del modelo urbanístico que pretende imponer desde ese puesto de privilegio. En estos tiempos tan críticos en materias primas, basar la economía local en un modelo urbanístico propio de los años 80, el cual fracasó estrepitosamente en el 2008 arrastrando a miles de familias, no deja de preocuparnos. Sabemos que su capacidad de retórica es amplia, un discurso vacío a pesar de las expresiones con gancho que gusta de utilizar sin ninguna mesura… resiliente, amable, sostenible, ciudad para el peatón… expresiones vacías que nos dejan igualmente fríos, pues las utiliza interesadamente como un mantra tibetano, sin pretender conocer su significado real.
“Si a un equipo de urbanistas de cualquier época se le hubiese encomendado la tarea de hacer todo lo posible para reducir la vida entre los edificios, difícilmente habrían logrado llevar a cabo con más eficacia lo que se ha hecho involuntariamente en numerosos planes de remodelación de carácter funcionalista” (Jan Gehl), un tipo de urbanismo desértico que Gordon Cullen define en su libro “El paisaje urbano”.
Una convivencia sana, según Salvador Rueda, trata principalmente de mirar a las ciudades como un ecosistema donde viven organismos vivos, que necesitan tener una interacción con espacios naturales, una convivencia sana que cuente con una accesibilidad justa, una justicia que empieza por los auténticos protagonistas, las personas.
Cuando un político utiliza ideas novedosas para sí, a pesar de que las entidades las llevamos defendiendo durante años, nos acaba resultando demasiado aparente su interés por parecer contemporáneo en exceso. El desarrollo integral del concepto de “ciudad saludable” queda de nuevo enmarcado.
Sin embargo, a efectos prácticos no existe un atisbo del cumplimiento de este objetivo inviolable, pues las sinergias institucionales que observamos no dan cabida a una mejora cualitativa y cuantitativa de la salud pública, obesidad, contaminación, suciedad, sedentarismo, desmecanización urbanística (el coche es el rey de la ciudad), o donde el ruido y la mala calidad del agua retratan un escenario antipático, absurdo que raya lo inmoral, alejándose diametralmente a lo que propone este psedo-plan estratégico local.
Francisco Pérez de SEO/BirdLife, nos diría cuán alejados nos encontramos de crear un escenario respetuoso con la biodiversidad o de lograr un hábitat local que pueda despertar algún tipo de interés mediático, natural o humano, a través del desarrollo coherente del espacio terrestre y marino, una realidad fácil de observar apenas miremos a esos lugares con un mínimo de interés.

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Javier Bocanegra

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