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El rincón de Aranda

Melilla ciudad de los pañuelos

melillahoy.cibeles.net fotos 1001 Juan Aranda web

Desde el 24 de este mes de octubre, hasta el 9 de noviembre, nuestro paisano, el pintor Carlos Baeza, va a exponer en el Instituto Cervantes, de Madrid, un evento cultural pictórico para mostrar, promover y difundir, la imagen de nuestra ciudad en el exterior. Creo que la exposición se titula: “La Ciudad de las Cúpulas”. Título muy poético, y también cultural, donde define el entorno donde vivió y se formó; pero lo más curioso es que no le mueve ningún interés mercantilista, cosa que es de agradecer, por el altruismo que eso conlleva; y además que bienvenido sea todo lo que para nuestra ciudad se conozca en el mundo mundial.

Yo como no sé pintar, pero sí observar, en la actualidad denominaría a Melilla: “Ciudad de los Pañuelos”. En mi último viaje, de finales de agosto, con un calor de tres pares de cigotos, pude advertir, y contemplar, la proliferación de mujeres jóvenes, y no tan jóvenes, tocadas con “hiyab”, y algunas con el “shaila”, por las calles de la ciudad. También pude ver a una chica muy mona, que llevaba su pañuelo en forma del “zorongo” de los labradores aragoneses; al menos a mí me lo pareció, cosa que me extrañó mucho. Eso sí: la gran mayoría eran muy guapas, con sus ojos negros y almendrados; y todas alegres y risueñas. Todas las calles del Centro, y en particular el Paseo Marítimo, al atardecer, y de noche cerrada, era un gran desfile de pañuelos, rodeando cabezas y cuellos, en plan bufanda, de todas las formas y colores, y vestidas con largas faldas, o pantalones, sin apenas enseñar un tobillo. Pero lo que me chocó bastante era que sus acompañantes, a varones me refiero, algunos iban en chancletas, de las llamadas “del dedo”, vistiendo pantalón corto por las rodillas, con gorras de largas viseras, pero eso sí, con camisetas amplias y fresquitas, para que el aire nocturno les refrescara los riñones, que para eso estábamos en agosto. Recuerdo una mañana, de vuelta del Cementerio, que mi mujer y yo nos detuvimos en el escaparate de una librería, en la Avenida, frente al Sagrado Corazón; y tan absorto estaba yo en leer los títulos de los libros expuestos, que cuando giré la cabeza unos 90º a la izquierda, para seguir el paseo hacia la Plaza de España pude ver, a casi dos palmos de mi cara, a una señora, que también miraba el escaparate, enfundada en una prenda de color muy oscuro, que no se le veía ni la cara, que luego deduje que era un “burka”. La verdad es que mi primera palabra, tras la impresión que me llevé, fue: ¡Cooño!, palabra que contiene la letra que nos identifica a todos los españoles, como es la “Ñ”, de España, de coño, de redaños, de caña, de pestaña, de cañada, castaña, “¡cañaú, a gorda el cacho!”, como decía Juan el “Arropiero”, y las ciento y la madre, que contiene nuestro RAE. También pude oír a la señora comentar, que “no es para tanto”: pues bueno señora, si usted opina así. Debo decir que yo no contesté, porque como decía un compañero muy cachondo: “A palabras incoherentes, oídos “persecupéticos”. Lo de “persecupéticos, es una ojana, que él se inventó, el caso fue que el “susto”, me lo “envainé” como pude. Y luego me pregunté: ¿Que no era para tanto?, pues esos sobresaltos repentinos, en el caso de los humanos, pueden provocar alteraciones en la “latente patata” llena de venas y válvulas, que llevamos en el lado izquierdo del pecho. Juzguen ustedes si en vez de ser yo es un niña, o un niño, de muy corta edad, que se le aparezca una figura como esa a dos palmos de sus caritas sonrosadas. Dicen los científicos que esa vestimenta puede provocar la “hipovitaminosis”, o deficiencia de vitamina D, tan necesaria para el cuerpo humano, y aún más para las preñadas y lactantes. Por lo visto es debido a la falta de sol, y a la claridad del cielo en pleno día.

Así que si Carlos Baeza llama Melilla “La Ciudad de las Cúpulas”, yo digo que también pudiera ser: “La Ciudad de los Pañuelos”, porque haberlos háylos a tutiplén, incluso uno muy parecido al cachirulo o zorongo aragonés, que yo lo vi, con estos ojitos que se los ha de comer la tierra.

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