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Columna abierta

Mantecados, polvorones y alfajores en la plaza de España

Nuevamente debo felicitar, y también agradecer, al señor Miguel, por el temprano obsequio de productos de la Navidad, que tuvo para sus clientes más asiduos. Daba gusto observar al “Señor del Mendo y de los Olivares”, como buen “zampabollos”, a las ocho de la mañana, con la boca llena de un polvorón, acompañado de un trozo de pan tostado con aceite, que llevaba envuelto en papel de aluminio, en vez de un té, café o un buen vaso de agua. Hay que ver, las cosas tan raras que suele hacer éste hombre, porque poco faltó para que llamásemos a urgencias: el bocado se le atragantó; y como no quiso atender los ruegos de que escupiera lo que tenía en la boca, para que le entrase aire en sus anchos pulmones, teniendo la epiglotis hacia atrás, impidiendo que la glotis reacia a tragar más harina seca, el color de la cara que se le puso, entre morado y verdoso, la verdad es que fue muy preocupante. Un amigo le trajo un café capuchino que creo, como siempre, lo hace el señor Miguel, en el interior de su kiosko, con su pequeña cafetera, mientras los demás participábamos del repentino ágape, sin aportar ni un céntimo, claro. Solo faltó una buena zambomba, una botella de “Anís del Mono”, para hacer de percusión con sus bultos, unas sonajas y la coral de los transeúntes, interpretando el clásico villancico de cuando la Virgen lava los pañales de su Hijo en el río. Debo decir que el surtido navideño era de la marca “La Rondeña”, de Sanlúcar de Barrameda: muy rico, y aún más, si fue gratis. Yo degusté un alfajor, que el señor Miguel tuvo la gentileza de entregarme, mientras caminaba por la acera, que también le agradecí.

Al “Marqués de la Cuesta de la Viña”, con todo el respeto y admiración, por la labor que está llevando a cabo en el “Nido del Cuco”, y por la acogida que le hizo a mi primo y a su esposa, debo decirle que yo soy el “Duque de Mentís”, el que desea encontrarse entre sus incondicionales amigos; que por cierto, quisiera saber como funcionan las cosas en las reuniones sabatinas nocturnas, porque ya hace tiempo que no se ve en los medios noticia alguna de ese “Nidal”. Mi buen amigo “Garganta Profunda”, me dice que “la cosa anda un tanto apagada”, pero que hay mucho “ardor guerrero” entre los “cucos” componentes. Desde estas páginas les deseo lo mejor y pido disculpas si no he podido realizar mi ansiada visita al Torreón de San Juan; el motivo siempre son las fechas de los viajes relámpagos, y también la osamenta que aguanta este ajado cuerpo, que si no fuera por el apoyo de mi pequeño baguiliello, apenas podría andar unos pasos.

Y como en cada una de mis epístolas, desde estas humildes líneas, les envío un cordial saludo a las damas del antiguo Hospital del Rey: la “Del Cobre”, la “Del Torreón del Bonete”, y a la recientemente denominada como, “Señora de la Basilica a orillas del Ebro”, y como no, al “Conde del Hoyo de la Cárcel”. Al “Barón del Micrófono sin Cables”, furor de las damas de la 3ª edad cañí, incluso de la 4ª, le recomiendo que practique más el estudio del solfeo, comenzando muy despacio y tratar de cantar las notas directamente. Yo creo que esto le ayudaría a controlar esa gran voz que posee, de vendedor de mantas y alfombras, en la feria de Carbellino, de Zamora, y además podrá usar la nota adecuada, como es el “La” de un violín o de una flauta travesera; comprobando que sus cuerdas vocales están afinadas correctamente. Por eso es conveniente ir lento y afinar, que ir rápido y cometer errores en las actuaciones de tan distinguido público, que es algo muy desagradable.

Y cómo iba a olvidarme del “Barón de la Letras Luminosas”, fiel, noble y joven amigo, que le envío un suave abrazo, ya que el último, por su fortaleza física, quedé un poco dañado de mi sensible esternón. Al “Paliza”, le pido encarecidamente que, al menos, me deje ingerir mi preceptivo yogurt natural, sin azúcar, que una noche si y otra también, debo arrojar a la basura por aguantarle sus cuitas sobre ese “Nidal”: ¡qué hombre más…..!. Al “Marqués de la Muiñeira”, le deseo que se haya recuperado de su gran catarro, y nuevamente le aflore su “Eterna Sonrisa”. Este galleguiño parece un actor de cine, porque cuando camina, con su abultada carpeta por el Centro, todo el mundo quiere algo de él; lo pude comprobar en la calle Marina cerca de la Comandancia.

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