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Carta del Editor

Los deméritos de Velázquez y Cabanillas

melillahoy.cibeles.net fotos 839 Velazquez y Cabanillas

“La obsesión de los Medina (el más sucio), Liarte (el más rencoroso), Cabanillas (el más prepotente) o Vida (la más troglodita), es terminar con MELILLA HOY, empezando por mí.” Leo en nuestro periódico del jueves 8 de mayo, en ese apartado que incluimos todos los días, tan valioso y tan instructivo de lo que recogíamos en nuestras portadas de hace 15 y 20 años, que precisamente el 8 de mayo de 1999 nació, como emisora en pruebas, la televisión de MELILLA HOY, con el doble objetivo de ampliar el ámbito de la información local y el de poner en marcha programas de formación de futuros técnicos de imagen y montaje de videos, sector económico en el que, como en tantos otros, la falta de formación práctica y teórica es tan grande y tan grave en nuestra ciudad.
Por aquel tiempo gobernaba la ciudad, y España también, el Partido Popular. En Melilla el alcalde, más tarde presidente de la Ciudad Autónoma, era Ignacio Velázquez, que llegó a tan alto puesto por lo que llegó y con los apoyos que tuvo, sobre los que no quiero hablar ahora, porque me da asco y pena lo que está pasando con él y sus cuatro apoyos políticos despreciables. Un Ignacio Velázquez doblemente condenado por la Justicia que preside un partido en el que, no lo dudo, habrá algunas personas bienintencionadas, pero que está dominado por lo peor de lo peor que la política puede deparar, lo más zafio y sucio (Juan José Medina), lo más insultador y antidemocrático (Nieves Vida), lo más rencoroso, fatuo y antipático (Julio Liarte), todo ello financiado por el empresario que ha recibido en Melilla, de largo, muy de largo, más dinero de la administración pública (alrededor de los 10 millones de euros anuales, para empezar y como iremos explicando cuidadosamente), Gustavo Cabanillas, explotador de un monopolio eléctrico del que la inmensa mayoría de los melillenses abominan desde hace muchos años.
La televisión de MELILLA HOY, creada con mucha ilusión y pocos medios, tuvo un desarrollo espectacular en muy poco tiempo. Nuestra audiencia superó, en semanas, a la de la tan bien dotada y tan numerosamente poblada televisión pública. Pero los partidos que se oponían, con todos los medios, legales o ilegales, limpios y sucios, a que Velázquez repitiera su triunfo electoral, se pusieron como fieras contra nuestra televisión, y contra nuestro periódico, por supuesto. Hacían contra Velázquez y contra nosotros lo mismo- no tan sucio ni tan miserablemente- lo mismo que ahora hace Velázquez contra nosotros y contra Imbroda. Y en el camino de la lucha contra nuestra televisión (al periódico ya lo habían tenido absolutamente boicoteado durante todos los años en los que los socialistas bassetianos gobernaron Melilla) los enemigos de Velázquez -entre los que figuraba con su habitual sordided, zafiedad y suciedad insultadora Juan José Medina- encontraron un insospechado amigo: el entonces delegado del Gobierno del PP, Enrique Beamud.
Beamud, al que yo conocía de Madrid, llegó a Melilla y a la semana siguiente ya pretendía dar lecciones a todo el mundo de cómo se debían hacer las cosas en la ciudad, Velázquez incluido. Hubo un choque de egos, que los enemigos del PP aprovecharon con presteza y a Beamud -al que yo rebauticé como Gurb, el extraterrestre de la novela "Sin noticias de Gurb" de Eduardo Mendoza, que no se enteraba de nada de lo que pasaba en este mundo, como es lógico- se le ocurrió que, para fastidiar a Velázquez, lo mejor que podía hacer era terminar por la vía administrativa con nuestra televisión, y eso es lo que intentó, originando nuestra indignación y el cierre de un proyecto televisivo y educacional que a Melilla le hubiera venido más que muy bien, como demostró, entre otras cosas, la audiencia alcanzada en tan poco tiempo de vida televisiva. Beamud, desde luego, consiguió fastidiar a Velázquez -quien tampoco, y como en él es habitual, nos defendió demasiado, porque siempre ha estado muy ocupado defendiéndose a sí mismo como para preocuparse de los demás, aunque les pudiera deber casi todo a estos- pero a los que fastidió seriamente fue a la inmensa mayoría de los melillenses que se quedaron sin ver la televisión que les gustaba y que, además, no pudieron aprender nuevas técnicas y oficios como los que pretendíamos enseñarles.
Velázquez ahora, y desde hace mucho tiempo, tiene una obsesión: terminar políticamente con Juan José Imbroda. Es un fin políticamente admisible, sin duda, porque si no le gusta la política del actual presidente está en su democrático derecho de criticarlo y luchar para sustituirlo o destituirlo, según prefiriese. Pero lo que no es ni política, ni social, ni humanamente admisible son los medios que Velázquez y los cuatro de su secta política están utilizando para intentar lograr su objetivo. En primer lugar porque son zafios, sucios, injuriosos la mayoría de las veces y mentirosos con harta frecuencia. En segundo lugar porque Velázquez, que está condenado, no puede presentarse a unas elecciones ni, por tanto, sustituir ni a Imbroda ni a nadie en la presidencia. Y en tercer lugar, para no hacer la lista demasiado amplia, porque no puede haber torpeza mayor que intentar matar al mensajero, en vez de cambiar el mensaje.
La obsesión de los Medina (el más sucio), Liarte (el más rencoroso), Cabanillas (el más prepotente) o Vida (la más troglodita), es terminar con MELILLA HOY, empezando por mí. La culpa de Velázquez es que, conociéndome muy bien como me conoce, aliente la patraña de que defendemos a Imbroda porque su gobierno tiene firmado un contrato publicitario con nosotros (como lo tiene con todos los demás medios de comunicación, en proporciones con las que, por cierto, no estamos de acuerdo). Y que se escude detrás de personas como esos cuatro-prefiero no comentar el escudo de dos de sus hijos- para insultar, injuriar y mentir, con abuso evidente de una televisión ilegal como la de Cabanillas y, sobre todo, de las redes sociales, de las que hacen el peor uso que imaginarse puede, uso por el que, esperamos, serán castigados, ahora y en el futuro, por la Justicia (ya hay precedentes).
A veces puede parecer que matar al mensajero es más fácil que cambiar el mensaje. Pero la ya larga historia del MELILLA HOY, que ha soportado y superado todos los boicots políticos imaginables, demuestra que, al menos en nuestro caso, eso no es así. Y además, y sobre todo, cualquier verdadero demócrata -no el que se disfraza de tal- sabe que los ciudadanos no son tontos y se dan cuenta de cuándo un partido político ofrece algo bueno y realizable o cuándo miente o se deja llevar por el rencor y el odio personales. Por eso la mayoría de los ciudadanos melillenses, según recogen todas las encuestas, siguen teniendo intención de volver a votar al PP, quizás, y es triste decirlo, no tanto por sus méritos o a pesar del inevitable desgaste que toda gobernabilidad implica, como por los deméritos y errores groseros y asombrosos de partidos de la oposición como el PPL de Velázquez y su financiador Cabanillas.

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