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Lo que nos dicen los datos

La rápida y parcial información de las primeras conclusiones electorales no refleja la realidad. Es necesario analizar los datos detallados para entender el pulso electoral y la opinión ciudadana. La alta abstención en ciertos barrios de Melilla es un fracaso político.
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Tras la celebración de unas elecciones, nos solemos quedar con los primeros datos, los que se dan en la misma noche, a veces, incluso, sin que se haya completado el escrutinio al 100%. Esto se debe a la rapidez con la que consumimos la información hoy en día -como casi todo, por desgracia, debido a los tiempos acelerados en los que vivimos-, sumado a la expectación que siempre genera una noche electoral. Pero conocer el veredicto de las urnas requiere ir más allá de esas primeras conclusiones sobre quién gana, quién pierde, las subidas y bajadas de cada partido y la calculadora de pactos. Y eso sólo se puede ver cogiendo la lupa y yendo al detalle de los datos que arrojan las elecciones en las mesas, los colegios y los distritos. Es la única forma de tomar el pulso electoral a la ciudad, de conocer la opinión de los ciudadanos a través de la evolución de su voto.

Ese análisis al detalle de las elecciones lo ha venido ofreciendo MELILLA HOY a sus lectores en los últimos días, como en las anteriores citas electorales desde hace años, convirtiéndose, incluso, en referencia para otros medios de la ciudad, aunque alguno se haya apropiado de la información sin citar la fuente, que era este Diario. No importa. Lo que interesa aquí es que los melillenses han podido disponer de esa información electoral al detalle, que arroja conclusiones que nos deben llevar a la reflexión.

Una de ellas, quizá de las más importantes, es la altísima abstención que se ha dado en los barrios periféricos de la ciudad. Podemos pensar, erróneamente, que es un fracaso de Coalición por Melilla por ser esos barrios, los que engloban los Distritos IV y V, sus tradicionales nichos de votos. Pero en realidad, que haya algunas mesas donde ha participado menos de una quinta parte del electorado, es un fracaso de la política melillense, en general, porque son miles de personas las que han decidido no votar, un derecho fundamental que, como decía la delegada del Gobierno el mismo día de las elecciones, debería ser más un deber que un derecho.

Porque, si quienes no han votado han tomado esa decisión de no ir a la urna por disconformidad con su formación política, podrían haberlo hecho eligiendo a cualquiera de las otras candidaturas o a ninguna, votando en blanco. Y, sin embargo, prefirieron no ir a votar, elevando una abstención que, en el conjunto de Melilla, ha estado por encima de la mitad del censo. No es para estar orgullosos, desde luego.

Esa reflexión sobre por qué no se consigue movilizar al electorado en Melilla y, especialmente, en determinados barrios de Melilla, debe llevar también a la acción para conseguir una implicación de toda la ciudadanía en algo tan trascendental como es elegir a nuestros gobernantes. Esa tarea corresponde al conjunto de los partidos políticos, que no deben quedarse únicamente con el dato de los votos recibidos, sino de los muchos que se han quedado sin asignar por una escasa participación, lo que no les deja en buen lugar.

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