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La cáscara y el fruto

La tradición intelectual ihsânî

Digámoslo sin rodeos y con meridiana claridad: gran parte del pensamiento que se está originando en la actualidad en el mundo musulmán no es islámico a pesar de las apariencias con la que se presenta el discurso. En puridad, como ya dijimos en nuestra primera entrega de estas reflexiones, tanto los musulmanes literalistas, es decir fundamentalistas (salafí-wahabí) como los liberales modernos suelen presentar las ideologías occidentales a penas disimuladas con un barniz de términos islámicos.

Suelen estar tan impresionados por los logros tecnológicos de la civilización occidental que en la práctica sucumben a las ideas humanistas, cientificista y laicas adulterando gravemente, ya sea consciente o ingenuamente, el verdadero principio islámico que supuestamente les mueve. Se cede de tal modo a la influencia modernista que prácticamente se caricaturiza la esencia del Islam. Esto de pretender ser modernistas sin ser laicistas ha sido y es, probablemente, la pirueta intelectual más inverosímil del pensamiento musulmán reciente. Se raya la ingenuidad adolescente cuando no se repara en que lo uno conduce a lo otro: necesariamente modernidad y laicismo van genuinamente unidos, inseparables.

Cuando se analiza con un mínimo de rigor histórico las causas de ese declive intelectual del mundo musulmán salta a la vista como ambas tendencias, modernistas y fundamentalistas traicionan flagrantemente la tradición islámica. Los primeros aducen la necesidad de seguir los pasos de Occidente hacia la modernidad dado que a su juicio los nuevos tiempos imponen una renuncia a los valores tradicionales porque “están anclados en códigos de vida medieval”. Estos brotes de ‘Ilustración’ positivista inducida pretenden rechazar de plano toda influencia teológica refutando no sólo la tradición profética, sino inclusive la Revelación coránica. Por otra parte los puritanos extremistas inducen la manipulación directa del fiqh (jurisprudencia islámica) descontextualizando los hadices del Profeta Sidna Muhammad (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) con la intención de justificar hasta actitudes de índole criminal fruto de esa inercia radical. Modernistas y fundamentalistas inconscientemente aliados, desertan del pensamiento tradicional islámico. Condicionados por el humanismo laico, los modernistas han capitulado irremisiblemente. Es más, como ya dijera acertadamente Ziauddin Sardar en su opúsculo “Extraño Oriente…” (Ed. Gedisa), muchos intelectuales musulmanes, lamentablemente, han optado por esa particular transformación del “oriental orientalizado”. La otra cara de la moneda, los fundamentalistas, arrastrados por una supina ignorancia e incapaces de asimilar la especulación intelectual conforme a la tradición islámica dan la espalda al Islam original.

Islam tradicional
La tradición islámica enraíza sus principios con el ihsân, palabra árabe que etimológicamente significa bondad, virtud, belleza, excelencia. Como es sabido, el ihsân es el tercer nivel, o nivel supremo tras la sumisión o islam y la creencia o iman. El ihsân entronca a su vez con el dicho profético “Dios ha ordenado el ihsân para toda cosa”. (Muslim, Kitâb as-sayd). Este hadiz, probablemente uno de los más conocidos por los musulmanes, recordado como el hadiz de Gabriel, sintetizado en “El ihsân es adorar a Allah como si Lo vieras, y si tu no Lo ves, Él sin embargo te ve”.

El verbo ahsana (hacer bello) y sus diversos derivados aparecen en el sagrado Corán más de medio centenar de veces al igual que repetidamente es referido en el hadiz. De ahí a que Allah sea el vínculo máximo en todo lo concerniente a ese universo del ihsân. Siendo muy importante los dos niveles que preceden al ihsân: islam e iman, conceptos todos ellos coránicos, sin embargo ninguno de estos dos últimos pertenecen ni pueden pertenecer a Allah. Allah no se somete, en cambio Él sí recibe la sumisión, Allah no tiene fe ni cree, Allah Sabe. Por consecuencia el ihsân es la etapa del din en la que el musulmán más se acerca a Allah asemejándose a Él tanto como puede. Sidna Muhammad (paz y bendiciones) solía rogar a su Creador “Oh Allah, Tú has hecho bella mi creación (jalaq), haz bello mi carácter (juluq). (Ahmad b. Hanbal, 1:403). En puridad los herederos fidedignos de esta tradición siempre han sido esos a los que se ha conocido tradicionalmente como sufíes o fuqará.

Según la tradición intelectual ihsâní, comprender y percibir a parte de ser una forma de conocer, es una forma de ser. Ser en conformidad a una conciencia superior, percibiendo en todo momento la omnipresencia de Allah. Probablemente esta no sea la única causa de las dolencias que padecen a día de hoy los musulmanes, pero sin duda, la ausencia en el discurso contemporáneo de esa tradición intelectual ihsâní evidencia que estamos ante una situación de gravedad notoria y de consecuencias imprevisibles en el devenir próximo. La intelectualidad humana es en cierto modo el “descodificador” supremo que cuando está pulido, refinado, allá donde mire, percibe el rostro de Allah. Es por ello que el hombre es portador de una característica específica que le distingue de todo lo que ha creado Allah, y esa es la capacidad de poder leer los signos que Allah ha puesto a su alcance en aras de discernir. Por tanto esta es la norma humana si su intelecto no está distorsionado. Ver las cosas y todo lo creado en relación a Allah es obrar en consecuencia. Todo conocimiento al margen de Allah es irremediablemente un conocimiento disminuido, en la mayoría de las ocasiones relativo, dudoso, inexacto…, irreal. La tradición ihsâní es precisamente la combinación de lo teórico con la práctica, es decir la simultaneidad de la intelectualidad y la espiritualidad, cuando el hombre menosprecia el factor espiritual en su existencia, se aparta fatalmente de aquello que da sentido objetivo a su condición humana.

La búsqueda del conocimiento
El Profeta, (paz y bendiciones), dijo: “Buscar el conocimiento es una obligación para cada musulmán.” (Ibn Mayah), (Al Albani: Sahih). Evidentemente el conocimiento del que nos habla este hadiz no es de índole utilitario, el conocimiento al que se alude es aquel que nos recuerda y acerca a Allah, si bien también el conocimiento de índole mundanal está integrado en este objetivo de búsqueda del conocimiento. Sin embargo la primacía siempre recae en ese conocimiento en aras de una mayor cercanía a Allah, dado que nuestro fin último es precisamente la salvación. De ahí a que el Profeta (paz y bendiciones), invocara con mucha frecuencia el siguiente ruego: “Busco refugio en Allah contra un conocimiento que no es de ningún provecho”. (Muslim, Kitâb al-Dhikr). Es por ello que históricamente los científicos musulmanes su preocupación no era el control de la naturaleza con fines meramente prácticos. Su objetivo principal siempre fue comprender los signos de la creación Divina para comprender adecuadamente a Allah.

Ahl al-hadiz, fueron precisamente un movimiento de hombres dedicados al estudio y aplicación de las enseñanzas del Profeta Sidna Muhammad (paz y bendiciones). Lo que caracterizaba a este movimiento de ahl al-hadiz no era solamente la transmisión de las referidas enseñanzas, sino también la autoridad contenida en ellos, y sobre todo, el modo de instrucción. Ahl al-hadiz fue un movimiento amplio compuesto de muchos grupos en donde los sufíes jugaron un papel muy importante aunque después de percatarse de que la ciencia de la jurisprudencia, aun siendo muy importante en la formación del musulmán, no facilitaba por sí misma el conocimiento de Allah. A la vista de la función limitada de esta ciencia los sufíes acentuaron el adiestramiento y purificación interior, es decir la tarbiya y la tazquia.

Tras siglos de dilatadas enseñanzas y de transmitir toda una herencia intelectual, cuajado de sabiduría y rigor procedimental, aparecen esos grupos modernistas intentando contrarrestar o inclusive eliminar totalmente este riquísimo legado. Lo que viene a evidenciar claramente el extravío en el que se han adentrado muchos musulmanes y cuanto se han alejado de sus tradiciones más genuinas. Cuando el Islam es desprovisto de su tradición ihsânî, deja de tener vigor espiritual y consiguientemente se transforma meramente en una ideología. No obstante, Allah nos deja claro: “La retribución del bello obrar ¿es otra que el mismo bello obrar?” (Corán, 55:60).

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