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La polémica de los borregos

No se entiende la postura del PSOE, cuando en 2011, el delegado del Gobierno socialista Antonio María Claret, aplicó a rajatabla la prohibición de pasar carne y lácteos desde Marruecos bajo multa de 500 euros sin haber una alerta sanitaria como ahora Cuando la semana pasada se dio a conocer la prohibición de pasar borregos a Melilla, no era difícil adivinar que la polémica estaría servida. Esta medida afecta a una buena parte de la población, prácticamente la mitad, en su festividad más importante, la Pascua del Sacrificio. Romper una tradición de muchos años, como es pasar a los protagonistas de esta celebración por la frontera desde Marruecos, es algo con lo que prácticamente nadie contaba en Melilla. No en vano, el intento aislado hace unos años de algún carnicero local de probar a traer los borregos de la Península como alternativa no se vio acompañada del éxito porque la costumbre arraigada que existe en Melilla es traer a estos animales desde el otro lado de la valla.
En Marruecos, donde también se festeja el Aid El Kebir de forma masiva, todos los sectores se preparan a conciencia para hacer el agosto proporcionando a las familias lo que buscan para celebrar la Pascua Grande, desde el borrego hasta el resto de alimentos, regalos y ropas nuevas. Por eso muchas son las familias musulmanas de Melilla que acuden al país vecino para preparar esta fiesta tan señalada, recurriendo en muchas ocasiones a su carnicero de confianza para que nada falle en un día tan especial y celebrar la fiesta lo mejor posible.
La prohibición de pasar borregos, establecida por el brote de fiebre aftosa que se ha dado recientemente en Marruecos, ha creado incertidumbre en muchas familias melillenses a pesar de los mensajes de tranquilidad que han intentado transmitir desde la Ciudad Autónoma y la Delegación del Gobierno. Ese temor es lógico porque con esta normativa, se viene abajo una costumbre muy arraigada sobre un día tan especial como es la fiesta más importante de un colectivo integrado en Melilla por miles de personas. Es, además, la primera vez que se da una situación de este tipo, lo que contribuye a que esa desconfianza se asiente.
Y ahí es donde algunos han tratado de sacar tajada, iniciando una polémica por las discrepancias políticas sobre un tema tan sensible en el que interviene la Salud Pública de toda una ciudad de más de 80.000 habitantes. La postura contraria de Coalición por Melilla a la prohibición es lógica, aun cuando viene impuesta por una orden ministerial y una directriz europea, porque es un partido mayoritariamente musulmán. La que no se entiende es la del PSOE, que además fue el primero en saltar públicamente pidiendo que se buscaran alternativas para poder seguir pasando borregos a pesar de que desde hace unos meses está prohibido por una alerta sanitaria. Y decimos que no se entiende porque muchos recuerdan en Melilla cómo hace cuatro años y medio, el anterior delegado del Gobierno, el socialista Antonio María Claret, aplicó a rajatabla la prohibición de pasar carne y lácteos desde Marruecos bajo multa de 500 euros.
Claret decía en verano de 2011, en los últimos meses del mandato socialista, que la prohibición de pasar productos cárnicos y lácteos por la frontera está vigente desde 1993 como consecuencia de una normativa española y europea relativa a la sanidad animal y humana. Además, no veía fácil dar un giro a la situación porque «habría que modificar las normas, hay normas europeas que nos afectan y no parece que eso vaya a ser cambiable». Esta actitud intransigente del delegado socialista también provocó las quejas de CpM y la CIM, y aunque en aquel año no afectó al Aid El Kebir, la situación sobre la importación de carnes y lácteos no pudo cambiarse hasta que el PP ganó las elecciones y El Barkani relevó a Claret. El PSOE no dijo ni mu en aquella polémica, como ahora se ha apresurado a hacer. Si en vez de Rajoy, el presidente fuera Sánchez, ¿habríamos oído al PSOE pedir urgentes reuniones y soluciones alternativas para parar la prohibición? Seguramente no, porque lo que le mueve es el partidismo, no el problema sanitario que se pretende evitar en Melilla con esta medida.

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