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Columna pública

La Importancia del Liberalismo

Vivimos una época convulsa en la que se van consolidando propuestas populistas que prometen la arcadia feliz del gasto público y la intervención estatal como panaceas para salir de la crisis. El comunismo y el totalitarismo parecen atractivos en entornos de crisis. Pero cometemos un error cuando pensamos que estos movimientos florecen porque la gente sufre y por la crisis.

Estos movimientos guerra-civilistas y populistas son la revancha de la mediocridad y se nutren fundamentalmente de personas de clase media acomodada. No se trata de generar prosperidad para reducir la pobreza. El capitalismo ha demostrado ser la mejor arma para reducir la pobreza, que ha caído a niveles históricamente bajos en todo el mundo desde hace décadas. Se trata de gestionar el asistencialismo. De crear muchos más comités y mucha mayor burocracia. La revolución del burócrata.

Recuerdo una anécdota. Tras la Revolución de los claveles, el presidente portugués le dijo al sueco “en unos años acabaremos con todos los ricos”, a lo que el sueco le respondió “nosotros no queremos acabar con los ricos, por eso en unos años acabaremos con los pobres”. El ciudadano liberal español no puede permanecer callado e inmóvil ante el asalto a sus libertades. Ignorar el problema o infra estimar al populismo como “ridículo” o “irrelevante” son errores de los que los ciudadanos de gran parte de Latinoamérica aún se arrepienten. Pensar que el asalto al poder del populismo es imposible porque “España no es Venezuela” es exactamente lo mismo que decían en Venezuela. “No somos Cuba”. Y creer que la Unión Europea imposibilita la toma de las instituciones por parte del populismo es empíricamente incorrecto. El ejemplo griego y, más reciente, en Portugal, muestra que pertenecer a la Unión Europea no imposibilita el asalto a las libertades.

La labor del liberal debe ser pedagógica y activa. Lo que nosotros consideramos “evidente” y de sentido común debe ser explicado y defendido cada día y sin descanso ante los que venden humo. Que nosotros sepamos que cosas como el “referéndum revocatorio” o “la gestión democrática de la deuda” son perversiones del lenguaje para introducir intervencionismo colectivista e inseguridad jurídica no quita que a mucha gente le puedan parecer propuestas atractivas. Explicar cada día que el dinero no es gratis, que no existe impago y mayor gasto, que no se puede aumentar el gasto público indefinidamente es nuestra labor.

Pero la labor del liberal es hoy más necesaria que nunca en la actividad política y económica. Debemos recuperar la posición como referente en la batalla de las ideas, desde el pragmatismo, desde la defensa de la propiedad privada, el imperio de la ley y los derechos individuales. Pero no desde casa quejándonos frente al televisor. En las calles, en los medios, en los partidos políticos y en las asociaciones.

El deber de un liberal es desenmascarar al cínico populista que se aprovecha de la tergiversación de palabras como “pueblo” y “democracia”, pero también es el deber de un liberal, y esto es más importante que lo anterior, ofrecer esperanza, oportunidad y mostrar que los principios básicos que defendemos no solo tienen cabida en una sociedad solidaria y abierta, sino que son los que defienden la convivencia y la sostenibilidad del estado de bienestar. No estamos equivocados.

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