Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Logo de Melilla hoy

Carta del Editor

La gran desmemoria

melillahoy.cibeles.net fotos 804 pilar urbano

El problema central es que lo que cuenta Pilar Urbano, que el Rey quiso apartar del poder a Adolfo Suárez y sustituirlo por su consejero, profesor, amigo, protector y protegido Alfonso Armada, resulta más que comprensible, resulta muy, pero que muy creíble. Mucho más creíble que pensar que el general Armada actuó por su cuenta, sin que el Rey se enterara de nada. Una de las más sonadas noticias de este fin de semana ha sido el anuncio de publicación, y la posterior publicación efectiva, del último libro de la veterana periodista Pilar Urbano, un libro de inteligente título: "La Gran Desmemoria. Lo que Suárez olvidó y el Rey prefiere no recordar", que ha originado, como era de esperar, una gran polémica. Una polémica que, muy probablemente, terminará con una especie de linchamiento moral y quizás también judicial de la periodista, porque ha vuelto a poner de actualidad algo que, como ocurrió con los atentados del 11-M, todavía sigue sin aclararse de manera contundente, ha vuelto a poner de actualidad el golpe del 23 de febrero de 1981 y una posible, paralela o previa, "Operación", la "Operación Armada", como la denomina Pilar Urbano en su libro.
El problema no es tanto dilucidar si la autora del libro sólo fabula, como algunos opinan, o si simplemente relata conversaciones que ella mantuvo con Adolfo Suárez antes de que este empezara a perder, por razones físicas, la memoria. El problema central es que lo que cuenta Pilar Urbano, que el Rey quiso apartar del poder a Adolfo Suárez y sustituirlo por su consejero, profesor, amigo, protector y protegido Alfonso Armada, resulta más que comprensible, resulta muy, pero que muy creíble. Mucho más creíble que pensar que el general Armada actuó por su cuenta, sin que el Rey se enterara de nada.
Que más tarde se produjera, como se produjo, el episodio chusco de Antonio Tejero entrando pistola en mano en el Congreso y que ese golpe fuera un episodio distinto, con no se sabe qué clase de hilación con la "Operación Armada", quizás con ninguna como Pilar Urbano describe, es otra cosa, pero lo fundamental sigue siendo saber si el Rey Juan Carlos intentó forzar la dimisión del entonces presidente Adolfo Suárez, y con qué métodos lo hizo (alguno de los métodos y las formas que se cuentan en el libro son verdaderamente muy feos), o si Suárez dimitió porque quiso, algo poco comprensible si se tiene en cuenta que inmediatamente después creó un nuevo partido e intentó volver a la presidencia del Gobierno.
Lo pasado, pasado está, y el 23-F del año 1981 es ya sólo un recuerdo lejano. Si el Rey forzó, de mala manera, además, un cambio de Gobierno, cometió una deslealtad constitucional, sin duda, pero como eso no se va a aclarar, al menos durante muchos años, porque al sistema establecido no le interesa que se aclare y el sistema domina e impregna casi todos los mecanismos del poder español, y como S.M. no se ha cansado de repetir que él no va a dimitir ni a abdicar, es evidente que, se portara Don Juan Carlos mal o bien con el ahora tan alabado como antes atacado presidente Adolfo Suárez, nada va a cambiar, al menos de momento. Así que, desde el punto de vista práctico lo esperable es que, como es habitual, nada pase, excepto que permanecerá para siempre ese regusto amargo que deja la injusticia, la falsedad, la evidencia de que no se nos cuenta la verdad, que se nos toma por súbditos y comparsas votantes, no como ciudadanos con derechos en los que reside, constitucionalmente hablando, la soberanía nacional.
Por otra parte ha sido impresionante, y no por esperable menos sorprendente, el boato y la magnitud de la reacción ante la, anunciada, muerte de Adolfo Suárez, al que conocí bien y que ciertamente era un hombre valiente, no muy instruido y muy atrayente en las distancias cortas. Los medios de comunicación, que en general tanto le atacaron, le han dedicado todos los espacios y casi todas las alabanzas. El pueblo llano y, presuntamente, soberano, se ha volcado en favor del "artífice de la transición". Los políticos de todos los bandos, incluyendo los que le intentaron masacrar cuando era presidente, han dicho maravillas de él. Los grandes jerarcas del Estado, encabezados por el Rey, han acudido a todos los grandes actos, funeral incluido, en honor del ahora héroe. Supongo que más de uno se preguntaría, viendo al Rey tan cariñoso con la familia del ex presidente, si tanto cariño expresado era también sentido, lo cual, si concedemos alguna credibilidad a Pilar Urbano, no parece demasiado probable. Y de ser así, ese regusto amargo que deja la falsedad, al que antes mencionaba, no deja de impregnar nuestra alma o nuestra mente, si se prefiere.
En fin, Adolfo Suárez ya no está pero perdura su imagen de luchador, su papel en la transición de la dictadura a la democracia, su defensa de España, la nostalgia de una época en la que había ideales.
Quien sin duda alguna no va a perdurar, ni en el ámbito local ni en ningún ámbito político es Julio Liarte. A lo largo de mi vida he conocido a muchos políticos. Unos eran listos, otros tontos. Los he conocido honrados y corruptos, hábiles y zoquetes, simpáticos y antipáticos, prepotentes y humildes. Los he conocido de todo tipo, pero jamás me había cruzado con un político tan fatuo, tan ignorante, tan rencoroso y tan gafe como Julio Liarte. Su última ¿idea? de proponer en el Pleno del pasado viernes, aunque se la hizo ¿defender? a su compañera diputada del PPL Rosa Cuevas, que la Ciudad Autónoma cediera parte del campo de golf para una ampliación del CETI revela dos de sus principales características políticas: la ignorancia fatua, en primer lugar, y el rencor ciego, en segundo término. Ni un ápice de conocimiento serio, ni un gramo de altura de miras más allá de tratar de dañarme -dado que soy el presidente del Club y de la Federación Melillense de Golf- en lo que, como es habitual, no puede dañarme.
Entre otras cosas porque yo no cobro ni del Club ni de la Federación, a diferencia de lo que le ocurre al fatuo y gafe político que es Liarte, que cobra de la Ciudad Autónoma más de 3.000 euros netos mensuales por asesorarse a sí mismo (muy mal, por cierto) y otros casi 2.000 euros netos por trienios, asistencia a comisiones, a Plenos y a consejos de administración de empresas públicas. Total, unos 5.000 euros netos mensuales (su coste para las arcas públicas es de unos 7.000 euros mensuales), bastante más de lo que cobra un consejero de la Ciudad, por ejemplo.
Miguel Marín definió muy bien lo que Liarte y sus apoyos hacen en Melilla. Ustedes son, dijo Marín, los que difaman, engañan, mienten y se gustan con esas mentiras. Ustedes se dedican en sus redes sociales, añadió Marín, a difamar, injuriar, calumniar y mentir, esas son sus señas de identidad, llegaron a esta Asamblea con muy poca credibilidad y se han quedado con ninguna.
Adolfo Suárez ha dejado un legado a España. El mejor legado que el político Julio Liarte le puede dejar a Melilla es no volver a tener representación pública alguna, lo que ocurrirá si los melillenses no pierden la memoria.

Loading

Más información

Scroll al inicio

¿Todavía no eres Premium?

Disfruta de todas
las ventajas de ser
Premium por 1€