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Ventana al mundo

La Educación esencial para la convivencia, la paz, el progreso y la libertad

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Reformas Educativas y Desarrollo Sostenible (X)
La Educación en cualquier país del mundo no puede actuar de espaldas a la sociedad a la que va a entregar, para su respectiva plena incorporación a los sujetos ahora en formación. Por el contrario, mantenerse alerta a las exigencias que la nueva sociedad va a demandar debe ser una constante, pues la persona sólo se realizará plenamente si se integra activa y adecuadamente, con su propia peculiaridad personal, en el ámbito social en que su vida va a desenvolverse.

A tal fin, la dificultad de partida radica en la definición de los desafíos sociales, económicos, tecnológicos, laborales o culturales de nuestro mundo en acelerado cambio.

A la vista de todas esas reflexiones, cada vez está más extendida la inquietud en busca de un nuevo paradigma educativo para el siglo XXI. Ese profundo replanteamiento no puede ser acometido por el sistema educativo en su conjunto ni tampoco por niveles o modalidades no reglamentadas. La transformación profunda tiene que producirse esta vez de abajo hacia arriba, desde una reconversión total de cada uno de los centros educativos; desde un cambio de actitudes y de planteamientos por parte de los educadores.

La sociedad del siglo XXI seguramente reafirmará que aprender es la más importante fuente de riqueza y bienestar, de capacidad de competir y de cooperar en paz. En consecuencia, cada institución educativa tiene que empezar por aceptar que necesita transformarse en una organización competitiva para facilitar el aprendizaje personal y colectivo de cara al siglo XXI.

El desafío de cada individuo, en tanto que sujeto del proceso de aprendizaje, es lograr y mantener su propia "empleabilidad", asumir plenamente sus responsabilidades y compromisos, acrecentar su cultura y ejercer en plenitud todos sus derechos, todo ello ayudado por una Educación permanente o recurrente a lo largo de la vida. Cada alumno tiene por tanto también el deber y el derecho de plantearse, de acuerdo con sus circunstancias y posibilidades, en qué medida la oferta educativa y sus personales oportunidades de aprendizaje permiten realizar su proyecto de vida, en vez de limitarse a seguir un programa de estudios hasta obtener un título en espera de que se le abran puertas para un empleo, además de ofrecerle oportunidades culturales y de participación social.

Por último, baste mencionar un ámbito de la formación del profesorado que requiere en nuestro tiempo una atención mayor, a saber, todo lo relacionado con la problemática mundial o el conocimiento de temas de alcance global y a largo plazo que atañen a todo el mundo, en cuyo contexto hay que tratar de enseñar cada campo del saber para explicar las interrelaciones y las posibles soluciones alternativas tanto de carácter global como local.

La tarea pendiente o, más bien, la tarea renovadora a acometer, es por lo tanto ingente a la vez que ilusionante. Tenemos que contribuir al nacimiento de un mundo nuevo.Esta vez no se trata del antes mal llamado Nuevo Mundo sino del planeta todo, ante la civilización global que está emergiendo. La oportunidad está ahí, al alcance de la mano. Ahora se trata de salvar y restaurar nuestro maltrecho hábitat, y de regenerar intelectual y moralmente nuestras respectivas sociedades para devolver la esperanza y el sentido de la vida a todas las mujeres ya todos los hombres.

Por encima de todo se nos ofrece la ocasión de cumplir nuestro deber de asegurar que las futuras generaciones tengan al menos la misma oportunidad para tratar de vivir, de convivir y de trabajar en paz como nos lo fue dado a cada uno de nosotros en su día, aunque no siempre hayamos hecho un uso adecuado de los dones a nuestro alcance.

Los hombres y, sobre todo, los jóvenes quieren ser maestros y dueños de nuestro destino. El futuro lo podemos y lo debemos tomar en nuestras propias manos desde nuestros derechos, empezando por asumir todos nuestros deberes. En este empeño necesitamos estar informados, disponer de conocimientos básicos interdisciplinarios y del conocimiento más avanzado en el campo de nuestra respectiva vocación y afanes concretos, siempre espoleados por el saber y la cultura universal.

Elhombre moderno sabe que necesita criterios para ejercitar coherentemente los valores que proclama. Para ello, para poder ser plenamente hombre y convivir en paz, libertad y progreso en el siglo XXI, necesitamos Educación, es decir, aprendizaje, formación y profesionalización, además de adquirir hábitos y actitudes positivas, y para que así sea, la sociedad en la que vivimos, empezando por la familia, la empresa, los gobiernos, las instituciones culturales, científicas y educativas, tienen que estar convencidas de que es necesario un esfuerzo colectivo para que cada cual y todos a la vez podamos hacer realidad este sueño, esta esperanza, de un horizonte sin otro límite que la utopía.

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