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Desde mi balcón

La Automedicación

La automedicación ha existido toda la vida. El ser humano lo ha intentado todo en busca de su sanación y continúa en la búsqueda. Son muchas las vidas que se han quedado atrás, después de ingerir un medicamento y esas pérdidas han contribuido para avanzar, como todo en la vida.
Hoy día es muy normal la automedicación, por la facilidad que tenemos de obtener medicamentos .El medicamento se ha comercializado como si fuera una bebida refrescante. Han surgido miles de preparados que contienen sustancias con propiedades y con principios activos que tienen un mecanismo de acción, y que se escapan del control del médico y del farmacéutico. Se autoriza la venta de productos medicamentosos en herboristerías bajo la denominación de complementos alimenticios. El número de medicamento de venta libre en las oficinas de farmacia ha aumentado en un gran porcentaje. Se permite la propaganda de los mismos por los medios de comunicación. Se venden plantas medicinales en los mercadillos desde toda la vida. Incluso por internet. Es decir que el desbarajuste está servido en lo que denominan una sociedad moderna.

Ramón Jordi, farmacéutico Académico de la Real Academia de Farmacia de Barcelona, decía allá por 1973. “Si es cierto que médicos y farmacéuticos estamos situados en un punto crucial de la sociedad para la consecución de un bienestar ¿Por qué existen unas estructuras mentales, económicas y conceptuales que desvirtúan la función del medicamento? ¿Por qué no considera seriamente la sociedad que medios ofrece a las asociaciones científicas y profesionales para fomentar aquella toma de conciencia? Y, asimismo, ¿por qué no considera cual es y cuál debería ser la posición del farmacéutico en la línea de control del medicamento cuando éste es sujeto de consumo y no de función?”Esta reflexión sigue siendo actual.

Creo que el farmacéutico se encuentra en una situación estratégica para desempeñar una acción agresiva en el control de la automedicación, teniendo en cuenta que se puede permitir una automedicación responsable y no arbitraria, sin el conocimiento de un facultativo. Para ello se hace necesario una cultura o educación sanitaria por los medios existentes, en lugar de incitar al consumo, como si se tratara de cualquier producto alimenticio.

Con este excesivo desarrollo de la industria farmacéutica y de otros productos para la salud, el discernimiento de los médicos y farmacéuticos para emitir un consejo serio, se ha perdido. Es imposible controlar todo lo que el ciudadano incorpora a su organismo, produciéndose situaciones muy serias, mediadas por esta falta de educación sanitaria, permisividad en la propaganda y el excesivo arsenal de productos y medicamentos comercializados de venta libre. Esta situación me lleva a pensar que lo que impera son los intereses económicos a costa del ciudadano que en muchas ocasiones es engañado con falsas expectativas, y esto no es velar por la salud de las personas.

Termino con otra frase de mi compañero Ramón Jordi: Si existe la necesidad de encaminar al público hacia una medicación de tipo más protector, únicamente se puede lograr si el médico y el farmacéutico son ayudados eficazmente, fundando su actuación en unas bases en las que, teniendo cabida la evolución social y técnica, racional y dinámica, persista un sentido ético que por naturaleza repele concretas premisas que deben ser aceptadas obligatoriamente en el campo de la economía.

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