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La atención primaria, de hermana pobre del S.N.S.* a víctima de la Covid-19 (I)

Francisco Robles

El informe de 2022 de la SESPAS (Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria), ha venido a concluir que la pandemia actual, ha supuesto y supone un estrés de tal envergadura para la Atención Primaria, que ha causado su “saturación y agotamiento”. Ello significa el deterioro o la pérdida de propiedades como el ser integral, longitudinal, accesible, resolutiva, coordinada y dar vía a la continuidad asistencial.

El concepto de atención primaria de la salud tiene su primer precedente en la 28ª Asamblea Mundial de la Salud de la O.M.S. (Ginebra-1975), de ésta se derivó la Conferencia Internacional sobre la Atención Primaria de Salud (Alma-Ata Kazakistán, 1978), donde se elaboró la Declaración de Alma-Ata.

España fue uno de los países que se aplicó con mayor decisión, al desarrollo y aplicación de los principios de la Declaración de Alma-Ata. Hace nada más y nada menos que más de 35 años, el Real Decreto de estructuras básicas de salud (RD 137/84, de 11 de enero), definió y sentó las bases del entonces llamado «nuevo modelo» de atención sanitaria del primer nivel asistencial en España: la atención primaria (A.P.).

Pretendía con ello dar respuesta a la masificación, el escaso tiempo asistencial, aislamiento de la asistencia sanitaria rural y la precariedad de recursos, tanto humanos como materiales. A fe que se lograron los objetivos buscados, sirva de ejemplo el que en 2004 la O.M.S. eligió a España para conmemorar el 25º aniversario de la citada Declaración; y ello no fue flor de un día, porque en 2015, el Observatorio Europeo en Sistemas y Políticas de Salud de la OMS, publicó un estudio (Building primary care in a changing Union, de Dionne S. Kringos y otros), que situaba la A.P. de España entre las tres “más fuertes” de Europa (en dimensiones de estructura y procesos).

Es innegable la importante coincidencia –sin ser absoluta-, de aquellos problemas con los que ahora padece nuestra Atención Primaria, y por ello tiene recordar que, para no desviarse del camino, a veces es preciso detenerse y mirar hacia atrás, para recuperar el buen rumbo.

El dr. Fernando Lamata (**)–experto en política sanitaria-, señalaba en 2017 además de los puntos fuertes de nuestra A.P., los desafíos y/o oportunidades que el S.N.S. debía afrontar -para no caer en errores pasados-, como aumentar el gasto sanitario público, reducir drásticamente el gasto en medicamentos, contar con la persona/paciente como gestor de procesos, profundizar en los aspectos de salud pública y comunitaria, incluir en la formación de los profesionales los nuevos retos (cambios epidemiológicos, demográficos, sociológicos, sociedad de la comunicación, etc., utilizar el Big Data y los sistemas de información.

Y de modo significativo, mejorar la gestión de la A.P. para dotarla de toda su potencialidad, generando eficiencia en el Sistema, a través de su contínua evaluación, y definir estructuras apropiadas de gestión–y profesionalizadas añado yo-, para reforzar progresivamente su papel.

No se hizo, y a ello se sumó la pandemia, con el lamentable estado actual de la A.P..

Volveremos sobre el tema, la actualidad lo demanda.

(*) Sistema Nacional de Salud.

(**)(https://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1699-695X2017000300164  

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