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In Memoriam

Por Ángel Castro Maestro

Salomón Benarroch (en el centro de la imagen junto al autor del artículo Ángel Castro) en una comida de amigos, muchos desde la infancia.

Escríbele algo bonito, Ángel. Eso me dijo Miguel Rosa muy conmocionado ayer antes de colgar… escríbele, escríbele, me repetía yo mismo y Pancho dio en el blanco al repetirme la frase de esa conocida película… “no me hables de cómo murió. Háblame mejor de cómo vivió”. Ahí está la solución, eso es lo bonito que tiene que tener este escrito.

Hablemos de la vida, primo, que estás ahí, lo noto, lo siento. Hablemos de nuestra vida de más de cincuenta años de ser amigos; de Moncho, de Pancho, de Fredi y de todos los demás. Del baloncesto, donde todos te conocen, te admiran y se declaran pupilos y aprendices tuyos, como el director de este periódico, que fue uno de ellos. El baloncesto, que te reconoció como el base más listo que había dado esta ciudad, con esa cualidad de adelantarte y de ver venir las jugadas antes que nadie. Del waterpolo, primo, que tanto disfrutamos y tantas alegrías nos dio. Primo hazme tú la maleta, que yo no sé doblar la ropa… y luego yo bajaba las dos maletas hasta el autobús, en justa compensación. El waterpolo que trae esa fraternidad que da el sudar literalmente en el agua en el mes de agosto. La cantidad de gente buena que el deporte te enseña a conocer.

De los estudios, primo. Tú de ciencias y yo de letras en aquellos años en que se había muerto Franco y todo empezaba a ser de otra manera. Era apasionante y lo vivimos juntos con esas decenas de compañeros, ellos y ellas, que siguen riéndose con nosotros al cabo de los años, como se ve en la foto del aniversario… hoy perplejos, como Kety, como Carmelo y Juan Tomás, que intentan razonar lo que no se puede y como todos sin excepción te siguen sintiendo cerca y en medio de ellos, de nosotros.

No me olvido de aquella mañana de marzo en que se había muerto mi hermano y me dijiste, “hay que ver primo, eres más seco que un bacalao. Llora un poco, joder, permítete ese lujo”. Y tampoco pude. El otro día, cuando te fuiste de ver a Luisa, me dijo: lo he visto muy bien, sigue estando muy guapo.

De esta vida hablamos, primo. De la memoria que hace a la gente eterna y presente, sobre todo a los de cuerpo entero, puntuales, responsables y generosos, que regalan las sonrisas y que esconden los temores y las adversidades para no agobiar a los demás. De la vida que un poeta dijo que iba en serio, como si no lo hubiéramos notado por tantas y tantas circunstancias tremendas que hemos vivido. 

Por eso primo, Salomón Benarroch, digno hijo de Francina y de Jacob. Hermano de Rebeca, Alicia y Esther, marido de Mercedes y padre de Daniel, Miguel y Jaime. Primo mío por la vocación y la voluntad de ambos, que es un vínculo tan fuerte y tan libremente elegido como los otros, amigo de tantos, compañero cierto de muchos más, simpático, generoso, formal, educado, cabal…

¿Sabes qué pasa, primo? Que no nos da la gana, que no queremos echarte de menos porque estás entre nosotros, aquí al lado, en medio de la promoción, entre los otros tres que quedábamos siempre en “Rafael”; enfrente de las piscinas y las canchas de baloncesto, en la memoria y en los gestos estás; en los pasos todos de la vida, en todas las estaciones, en todos los lugares y en cualquier circunstancia estás y estarás siempre, tenlo por seguro.

Lehaym Primo. Tú me lo enseñaste. Amén

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Redacción

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