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Historia

Igueriben y Annual. Gloriosa Muerte de dos Artilleros: Los Hermanos de la Paz Orduña

melillahoy.cibeles.net fotos 1710 Bateria del capitA n de la Paz

El capitán De la Paz, en muchas ocasiones, dirigió a los infantes y a sus propios artilleros, ya que procuraba estar siempre en los lugares clave, sin mirar que el peligro fuera mayor. Tomaba el mando de la posición en muchos momentos que el comandante Benítez tenía que atender a otras obligaciones, como jefe de la posición, para recibir órdenes desde Annual o transmitir los mensajes indicando la situación y las incidencias que se iban sucediendo casi constantemente en la lucha. El capitán La Paz no sólo atendía a la defensa de Igueriben, sino que se encargaba personalmente de dar armas a los que les faltaban por habérseles inutilizados los fusiles de los que ya habían caído luchando, y en muchas ocasiones era él quien apuntaba y disparaba los cañones contra el enemigo, para así poder conseguir más densidad de fuego con los fusiles de sus soldados.

Ante el comportamiento de estos mandos, el espíritu jamás decayó entre los sitiados, que si bien percibían lo grave de su situación no dejaron de tener un magnífico espíritu, pese al insufrible calor de julio, el tormento de la sed, el insoportable hedor de los muertos y a no poder separarse un instante del parapeto para descansar de la lucha, pues el centro de la posición estaba batido por las balas enemigas.

La Infantería se portó insuperablemente; secundado las órdenes del comandante Benitez se mantenían en las mismas alambradas, alentada por el capitán Arteaga, bajo las voces de mando del teniente Borondo y del alférez Quintero.

Cuando la lucha era más enconada caer herido el teniente, pero se repone rápidamente, y tras dar un ¡Viva España! Se lanza con una sección sobre un grupo de moros que tratan de irrumpir la posición. Lleva su pistola en alto y grita, dirigiéndose a los artilleros; ¡Artilleros, moriremos todos, pero no dejaremos que los enemigos pongan el pie en este tramo de tierra que es un trozo de España¡ ¡Artilleros!, adelante por la Patria.

Cuando da otro viva España, cae herido gravísimamente con la cabeza casi destrozada. Ante la gravedad de las heridas, sus compañeros intentan retirarlo de su puesto para curarlo, a lo que el oficial se niega, y tras muchos esfuerzos logran que se coloque tumbado junto a la batería en una camilla para ser curado y seguir así al mando de sus hombres..

La situación se agravaba por días. Ya desde el 16 de julio sólo se había podido repartir entre defensores un poco de café por la mañana. Además del tormento de la sed, por el fuego constante de los tiradores, se quemaban las manos con las armas, que se ponían a elevadísima temperatura. El comandante Benítez, incansable de un lado a otro, no cesaba de alentar a sus hombres, diciéndoles con encendida voz:
¿Qué importan las penalidades y fatigas de la pelea si ellas nos dan la ocasión de ofrecer a España el triunfo con nuestra sangre? ¡La Patria sabrá recompensarlo, y si la muerte siega vuestras vidas, ella enaltecerá vuestra memoria! ¡Que morir por la Patria es vivir en la gloria!. »
Más adelante continuaba el relato de lo sucedido al capitán de la Paz:
« Las piezas de los capitanes La Paz y del teniente Bustamante afinan su puntería y con ello hacen pronto enmudecer al cañón de los rifeños, pero no fiándose los artilleros de este silencio momentáneo, por si ello fueses artimaña para cogerlos de sorpresa, los oficiales mandan apuntar dos cañones hacia el lado de la curva en la que el enemigo tiene escondido su cañón. Uno de los oficiales se encarga de vigilar con sus gemelos al cañón moro y la rampa por la que los rifeños elevan a brazo el cañón, para situarlo en disposición de disparo y poder dar así la orden de ¡a tierra!, en el momento que se produjese el disparo enemigo y evitar las consiguientes bajas que pudiera hacer…
… El cañón moro continúa su labor demoledora; casi todos los disparos caen dentro de la posición, muy precisos. El parapeto se va desmoronando en parte. El comandante Benítez vuelve a comunicar con Annual y pide que tiren sus baterías, pues en las de Igueriben ya apenas quedan doce disparos disponibles. La Paz, con sus prismáticos, va observando los efectos del fuego de las baterías de Annual y por telégrafo da instrucciones diciendo según se suceden: “Disparo corto.., largo.., cien metros menos…, a la derecha”. Al final se le escapa un grito que dice: ¡Ahí!. El muro que resguarda la pieza enemiga ha saltado por los aires y el cañón queda mudo definitivamente…
… Mientras tanto puede verse a los oficiales La Paz, Nogués y Bustamante llorando de rabia.

La mayor emoción es tener que destruir sus cañones, aquellos que tantos días de glorias habían proporcionado a la Patria y que ahora van a destrozar con sus propias manos. Más allá, Galán, presa de desesperación, destroza las piezas de las ametralladoras con los puños y con los dientes, mientras Castro y Rodríguez inutilizan el resto del material. En esta tarea sorprendió la muerte al teniente Manuel Castro Muñoz, de la 4ª del 3ª de Ceriñola…
…El capitán Arturo Bulnes organiza las pocas fuerzas que le quedan y forma en vanguardia para comenzar la evacuación de la posición; el teniente Justo Sierra, pese a la grave herida que tiene en la cabeza se poner al frente de la extrema vanguardia el capitán Federico de la Paz Orduña marcha a la cabeza de sus artilleros. Defiende el flanco izquierdo el teniente Alfonso Galán Arrabal, de la compañía de ametralladoras de Posición de Melilla… »
El miércoles 17 de agosto de 1921 apenas transcurridos unos días de los lamentables sucesos de Abarrán, Igueriben, Annual, Monte Arruit y otros tantos lugares donde perdieron la vida nuestros soldados, ABC publicaba la siguiente columna:

«CORREO DEL SOLDADO
LOS HERMANOS DE LA PAZ ORDUÑA

He aquí que ahora surgen en mis apuntes las figuras augustas y gloriosas de los capitanes de Artillería D. Federico y don Miguel de la Paz Orduña. Hermanos amantísimos, juntos vivieron siempre y han muerto hallándose muy cerca uno de otro: el primero en Igueriben; Miguel, en las inmediaciones de Annual.
La Prensa ha dedicado a estos héroes, la referencia merecida. Yo quiero añadir nuevos datos que persona autorizada me comunica.
La batería mandada por el capitán don Federico de la Paz Orduña, de la que formaba parte el teniente Bustamante tan esclarecido en la pelea, defendió con bizarría suprema la posición de Igueriben. Esta era de las más dominantes de aquel terreno. Asombra cómo pudieron ser emplazadas allí las piezas de campaña, que son arrastradas por tiros de seis caballos. Para subir a la altura esas piezas, no habiendo otros caminos que angostas y accidentadas sendas de cabras, hubo que realizar prodigios. .Cuentan los testigos presenciales que hubo momentos en que las piezas parecían colgadas en el aire.
Es que existe el mismo espíritu de entusiasmo en la tropa y en los oficiales y una noble emulación entre las baterías de campaña y las de montaña para ocupar posiciones difíciles.
Cuando la batería fue emplazada, el general Silvestre felicitó muy efusivamente al capitán de La Paz Orduña y a los oficiales y soldados: y lo mismo hicieron sus compañeros del Arma de Infantería. Realmente habían ejecutado una empresa inverosímil. Y desde entonces hasta el tráfico fin, todo fue allí heróico, sin solución de continuidad. Federico de la Paz y las tropas que mandaba, y las otras correspondientes a esta posición de Igueriben estuvieron asediados cinco días por la harca enemiga que era numerosísima y bien armada. En este tiempo, cuantas veces, el enemigo quiso asaltar la posición fue barrido por la metralla que vomitaban los cañones de la batería. Las laderas del monte estaban sembradas de cadáveres de moros; pero la harca, reforzada incesantemente, seguía atacando como si sintiera el augurio de un final trágico e inevitable para los españoles.
Los defensores de la posición llevaban como he dicho, cinco días sin medios de vida. Les faltaba el agua. Para apagar la sed, engañando el ardor de las fauces, bebieron tinta, el agua de colonia de los estuches de aseo y hasta los orines de los caballos.
Un grupo numeroso de moros se iba aproximando a las alambradas, colocándose entre lo que los artilleros llaman “espacio muerto”; esto es, aquello que no pueden bagtir los cañones por no permitirlo su inclinación. Entonces ocurrió algo inenarrable, algo que invade la esfera de lo sublime. El capitán Federico de la Paz Orduña, de acuerdo con el jefe de la posición comunicó por medio del heliógrafo a los defensores de la posición inmediata, que era la de Annual, las siguientes palabras: “Tengo al enemigo cerca de las alambradas, Tirad sobre ellos.

Yo consumiré el último disparo delos pocos que quedan, inutilizando después las piezas. Los oficiales no caeremos con vida en poder de los moros.

La posición de Annual estaba el capitán D. Miguel de la Paz Orduña, hermano como ya he dicho de D. Federico. Con la venia del comandante de la posición, don Miguel intentó un último esfuerzo; al frente de un puñado de bravos se dirigió a Igueriben, llevando agua, comida, proyectiles. ¡Inútil empeño! El enemigo recibió con una lluvia de balas al capitán y a sus acompañantes, D. Miguel cayó muerto, El pqueño convoy hubo de retroceder.

Seguían los moros avanzando, y cuando ellos pusieron sus plantas sobre aquel paraje santificado por los héroes no encontraron sino un montón de cadáveres y unos cañones cuyas bocas humeaban aún, como si lanzaran el último aliento de la posición ultrajada. Estas piezas habían sido inutilizadas. Todo había muerto allí; los hombres y las armas.
¡Honor a los hermanos De la Paz Orduña, a la insigne familia a que pertenecieron y al venerado instituto al que han cubierto de laureles! »
Triste suerte la que corrieron estos hermanos. El asistente del capitán Federico de la Paz Ramón Moreno Blasco, fue una de las personas que se encontraba junto a él en el momento de su muerte. Él fue el encargado de cumplir las últimas voluntades de este oficial: junto con una carta, debía entregar a su esposa, Loca, mil pesetas que en ese momento portaba, correspondientes a los haberes de los meses de junio y julio.
Fuera de las alambradas estaban los cuerpos de los dos artilleros: De la Paz Orduña y Julio Bustamante.

Tres meses habían transcurrido de aquel 21 de julio cuando un pelotón de soldados al mando
A Federico le fue concedida la Cruz Laureada de San Fernando por Real Orden de 13 de marzo de 1925 (Diario Oficial núm, 58).
« Resultando que dicho capitán, perteneciendo al regimiento mixto de Artillería de Melilla al mando de una batería ligera, tomó parte activa en la defensa de Igueriben, en unión de dos compañías del regimiento de Infantería de Ceriñola, numero 42, y de algunos otros núcleos; en total unos 300 hombres, que guarnecían aquella posición, que durante todo el asedio, por su valor sereno y elevado espíritu militar, mantuvo a gran altura el honor de las armas y sostuvo el fuego de su batería con decisión y acierto para tener a raya al enemigo y causarle numerosas bajas; que escaseando las municiones casi desde el principio de su defensa, y ya sin esperanza de reponerlas por hallarse la posición aislada del resto del Ejército y haber fracasado cuantos intentos se habían hecho para lograrlo, cuidó también de economizarlas desde aquel momento con notable pre-visión, sin dejar por ello de hacer fuego cuando era absolutamente indispensable, que al intentar el enemigo el asalto y llegar hasta la poca de las piezas, debido a aquella previsión pudo hacer vomitar a éstas; que se hallaban sin apoyo por tropas de sostén, la metralla reservada para tan críticos momentos, rechazando el asalto y alejando a los atacantes lo suficiente para permitir a la guarnición recoger cuanto armamento y material pudo transportarse y para inutilizar el resto.

Resultando asimismo que secundó con el mayor, entusiasmo y eficacia las órdenes del jefe de la posición, y que situándose siempre en los sitios de mayor peligro; consiguió con su bizarro ejemplo elevar el espíritu de los defensores e infundirle confianza en la victoria, teniendo, por fin, en cuenta que al evacuarse Igueriben por orden superior, el capitán De la Paz fue de los últimos en hacerlo, a fin de inutilizar los cañones y sus cierres, que salió de la posición al mando de la retaguardia y continuó en su puesto; defendiéndose valerosamente, pistola en mano, hasta llegar al cuerpo a cuerpo, y caer muerto, cuando ya no tenía ningún soldado a su alrededor, en su vista. »

CONTINUARÁ…

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