De unos años en adelante, esta palabra suena como si de un descubrimiento se tratara. Y en realidad, hasta cierto punto es un descubrimiento. Un hallazgo que en sus principios comienza a desequilibrar una serie de conceptos de situaciones anteriores que limitaban a la sociedad humana en unas teorías falsas del tiempo.
El movimiento, que a partir de los años 70, se concentra en el mundo occidental, es como una guerra hacia el mismo espacio. La guerra de las Galaxias es una amenaza que vivimos continuamente, pero la lucha que se acrecienta cada día en boca de la juventud es superior. Más vital. Más eficaz. Más futura. Sobre la posible exterminación técnica atómica de misiles y conjeturas, se impone como si fuese la única fuerza capaz de luchar contra ella, la que nacida del mismo corazón del hombre, invade el mundo en una eclosión sin credos ni razas. Sin idiomas, con el único lenguaje comunicativo de la música, la gente hoy aparece como seres de otras dimensiones, que sin saber cómo, ni porqué, diseñan un nuevo estilo sobre la Tierra. En poco más de una década, parece como si hubieran pasado millones de años sobre la sociedad humana. Vivimos dentro de una era de los cálculos terrenales de distancias, se quedan reducidos cada minuto que pasa y sobre esa continua velocidad, parece como si nos acercásemos al mismo origen. Porque juventud no es tener pocos años, es todo lo contrario, es no tener años. Es haber conquistado el espacio y el tiempo como si de una aventura más allá del espacio que nos impone una situación según unas leyes determinadas y caducas. Nos movemos sobre las instituciones, sobre las teorías, sobre todo lo que determinó la vida y la muerte. Ser joven no es tener una definición poética y trasnochada como algunos pudieran suponer. La generación romántica del 19 fue joven y su juventud fundó escuela, pero germinó, en el clamor de la vida, dando paso a millones de cromosomas diferentes. Ser joven hoy, no supone pegarse un tiro solamente. Ni levantar multitudes con una guitarra. Ser joven, tampoco se reduce a mostrar indiferencia hacia lo que es indiferente de por sí. La juventud es un hecho irreversible que trae consigo la revolución humana desde su origen. Vamos andando hacia la juventud. Nadie puede detener este camino. Volvemos hacia el principio y valga la expresión para entendernos. Un principio que jamás tuvo ni tiene, ni tendrá un final, porque el germen único de la razón humana es la creatividad y su ilusión es la vida. No supongamos deterioros ante las imágenes que no son otra cosa que armarios roperos nuestros. Creo en la juventud porque creo profundamente y visceralmente en mí. Yo soy la juventud. Eterna e indestructible. Y yo, soy, en esa conmovedora soledad del Yo, una razón infinita para la compañía, Witman, el poeta del Yo admirable, arranca al hombre suyo de la naturaleza y lo hace vibrar en torno al Universo. Un Universo dibujado por Miró que lo antepone al cristal amplificador del telescopio, por sentirlo y unificarlo en sí mismo. Hombre Universo es la definición de hoy y donde se acrecienta la multitud de los 70 para crear un himno nuevo de generaciones. Un corazón cósmico, una mente individual y unos ojos continuamente cegados por la luz, es la forma atribuida en el arte de los 80. El espacio, va quedándose reducido. Cada año el feto trae consigo nuevas cartas de navegación por las estrellas. Y sigue, y es lo conmovedor; trayendo un pan debajo del brazo. La potencia y la pequeñez del recién nacido de siempre. Somos jóvenes. Que nadie se atribuya este enigma o esencia si no es para repetírselo ante los demás. Demostrarlo como la lluvia derrama su virginidad intacta de siempre tan vieja como el mar. Ser joven temporalmente es algo ilusorio y vano. Torpe que se empequeñece y reacciona ante su propia limitación. Ser joven no es otra cosa que ser uno, más allá de todas las cosas. Y en las cosas. Buenos dias y Buena suerte.
