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Columna pública

Guelaya en perspectiva

Las elecciones a la presidencia de Guelaya Ecologistas en Acción Melilla celebradas el pasado 30 de enero han dado como resultado el apoyo masivo de los socios a Rosa González como presidenta, con 53 votos contra los 6 obtenidos por Manolo Soria. La participación rozó el 50%, la cifra más alta jamás registrada en la organización. Además, era la primera vez …

…que dos candidatos se presentaban para disputarse la presidencia. Todo ello contribuyó a que hayan sido unas elecciones excepcionales. Por primera vez, se enfrentaban dos modelos de gestión y de entender el ecologismo.

Quizás es bueno reflexionar sobre el camino recorrido en los casi 30 años de historia del movimiento ecologista en Melilla, ahora que la masa social acudió como nunca lo había hecho antes a defender un proyecto nuevo para Guelaya. Los primeros estatutos de Guelaya se registraron en el año 1987, aunque un colectivo de maestr@s iniciaron un año antes, ya como Guelaya, un primer proyecto sobre huertos escolares en cinco colegios de la ciudad, financiado por la entonces poderosa Fundación municipal sociocultural.

En un año se pasó de “Colectivo de educación ambiental Guelaya” a “Colectivo Ecologista Guelaya”. No existía entonces ninguna federación nacional ecologista. Solo grupos aislados los unos de los otros. Por eso, cuando apareció en el panorama español la CODA (Coordinadora de defensa ambiental), lo vimos claro y Guelaya se integró, por decisión asamblearia. La CODA se reinventó en el actual Ecologistas en Acción en 1998. Era la consecuencia de un proceso de construcción del movimiento ecologista social.

Durante algo más de 11 años, Guelaya se abrió camino utilizando en sus inicios la máquina de escribir, el teléfono fijo y las cartas postales. No se habían inventado los móviles, ni las redes sociales, ni los ordenadores. El ecologismo de aquella época era reivindicativo. Por primera vez en Melilla, una asociación llevaba a los tribunales a su alcalde, Gonzalo Hernández, PSOE, por la gestión en la antigua incineradora.

Se ocupó el vertedero de Melilla, que vertía al mar las basuras, en una acción combinada con Greenpeace, y la foto de la ocupación daba la vuelta al mundo. Se sacó al entonces concejal de medio ambiente (del PP) de un pleno municipal para “negociar” la apertura del vertedero, bloqueado por un grupo de activistas encadenados.

Se ocupaba y lanzaban pancartas desde lo alto de la incineradora, pero también se veía la necesidad de otras actividades, y se sacaron varios números de la revista “Pandion”. La presidencia se alternaba cada 4 años, Jose Cabo, Rosa Alonso, Jesús Charco (ya no reside en Melilla) fueron los presidentes en esa época. Perdimos a un miembro de la directiva, Rafa Hernández, que estará leyendo esto en el cielo.

A finales de los 90, la junta directiva estaba formada casi por las mismas personas que habían iniciado la andadura, con 10 años más en el cuerpo, y sin renovación en su base social, que no llegó nunca a superar el techo de 100 soci@s. Habían sido unos años intensos, pero la incineradora siguió funcionando, y las entonces sospechas de corrupción política con el cobro de mordidas no pudieron acabar en ninguna sentencia judicial.

La decisión que se tomó entonces fue mantener con vida a Guelaya, y buscar su renovación y la entrada de “sangre joven”. Eso se consiguió convenciendo a Manolo Soria, por entonces encargado de Medio ambiente de CCOO, para que fuera el nuevo presidente de Guelaya. Los 13 años de mandato ininterrumpido de Manolo Soria provocaron un salto cualitativo en Guelaya, como se esperaba por parte de la “vieja guardia”. Se impuso un estilo distinto, que no terminaba de gustarnos, pero la decisión estaba tomada, y nos retiramos a los cuarteles de invierno para dejar trabajar al nuevo presidente. Con Manolo Soria se continuó con la acción reivindicativa, pero se dio un salto de calidad a muchas actividades, mediante proyectos con gran financiación. La decisión de Manolo Soria de pasar a la política y organizar la Plataforma Melilla Verde, en la que se presentó a las elecciones autonómicas de mayo de 2011, y la integración posterior de la plataforma en EQUO, marcó el final de una época para Guelaya.

Una junta gestora primero, dos años de mandato de Juanjo Villalón después, y los dos años últimos de Manolo Tapia, han provocado algunos cambios significativos. Digámoslo así, se sustituyó un estilo presidencialista donde las áreas de trabajo tenían poca autonomía, pues los macroproyectos absorbían las energías de tod@s, a una estructura mucho más diversificada en iniciativas, que propiciaron la aparición de huertos, grupos de consumo… y con ello, se rompió el techo de los 100 soci@s. La masa social aumentaba, lo está haciendo desde hace 4 años.

Estamos claramente en presencia de una evolución de la masa social, y del modelo de funcionamiento de la asociación, como referente del ecologismo en Melilla, que Guelaya se ha ganado gracias al trabajo de un puñado de presidentes, decenas de personas que han pasado por sus juntas directivas, y de cientos de socios que la han apoyado durante tres décadas, puesto que los cambios de presidencia siempre han provocado cambios en la masa social.

Los soci@s de Guelaya no responden ya al modelo de ecologista agresivo y despiadado con el poder establecido. O mejor dicho, no responden en su totalidad a ese perfil. El reto de pasar de 100 soci@s, y subiendo, ha provocado un nuevo reto, gestionar la diversidad. Así lo ha sabido ver Rosa González y su Junta directiva, con una propuesta inclusiva y respetuosa con los intereses de todos los soci@s, y de ahí su triunfo incuestionable. Además, por primera vez, Guelaya tiene a una mujer presidenta, y la directiva cumple con la equidad de género. Un signo más de estar a la altura de los tiempos. La acción reivindicativa de Guelaya no se puede olvidar porque está en su ADN y porque responde a lo que quieren muchos soci@s. Pero también hay socios que están más interesados en que se le facilite, mediante algunos servicios, una mejora de calidad en sus vidas, ya sean por disfrutar de actividades al aire libre en sus huertos, o para consumir productos ecológicos.

No se puede despreciar ni a unos ni a otros. Por eso lo que se está viviendo en Guelaya es sin lugar a dudas la consolidación de un nuevo modelo de ecologismo, que comienza con lo que las personas hacen individualmente en sus vidas, sin necesidad de hacer comunicados, y se continúa con lo que se reivindica en público, como colectivo. Los procesos sociales son imparables, y negarse a reconocerlo es un suicidio para quién lo defienda. La diversidad de pareceres y la discrepancia deben mantenerse dentro de la organización, porque no son un problema, sino una oportunidad de enriquecimiento, cuando se hace de buena fe. En la asamblea del 30 de enero, algunos socios hicieron propuestas integradoras a las dos candidaturas, aunque un aspirante negó expresamente esa posibilidad. Ganó la propuesta inclusiva, la que buscaba un equilibrio entre todas las “sensibilidades” de los [email protected] así sea.

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