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De actualidad

Felipe en su laberinto

En las vísperas de su proclamación como Felipe VI, imagino al todavía príncipe dándole vueltas al laberinto tremendo en el que está a punto de meterse, si bien es verdad que nadie le ha obligado a ello y que podría haber renunciado hace muchos o pocos años. Es cierto también que se trata del miembro más limpio y presentable de toda la familia real y que Letizia le acompaña en esas cualidades. Si así no fuese, la abdicación del padre y la proclamación del hijo habrían sido quimeras de la historia de España. Felipe transmite, y eso creo que no lo puede negar nadie, bonhomía, simpatía y cercanía, y además es cierto que se trata de una persona muy bien formada para el cargo al que desde siempre estaba destinado. La inminente reina Letizia, sin embargo, se ha pasado en discreción y eso la ha convertido en una persona como inaccesible y un tanto lejana, seguramente, dirán algunos, porque era imposible que supiera ponerse en su sitio sin venirle la cosa de estirpe, al revés que su suegra Sofía. Y sepamos que la acogida incondicional solo proviene de las capas más despolitizadas y simplistas de la sociedad española. De sobra tiene que saber Felipe que los problemas le vienen no ya desde la izquierda, sino desde la izquierda institucional, que para muchos es la izquierda de verdad, aunque personalmente yo no me atrevo a compartir ese sentimiento. A todos nos gustaría conocer qué es lo que el joven Pablo Iglesias, por ejemplo, piensa sobre el joven Borbón, pero yo creo, con el riesgo de columpiarme, que no le cae mal del todo y que si pronto se celebrara el tan solicitado referéndum, con éxito, claro, no le importaría tenerlo como jefe del Estado cuando él sea presidente del Gobierno de la nación. Ese futurible es altamente probable y hay que estar dispuestos a admitirlo con toda naturalidad si no queremos hacer imposible el futuro de este tan castigado país. Aunque suene a obviedad, es la democracia lo único que debe verse con intransigencia, ya que todo lo demás es como muy accidentalista. No son tantos los españoles que sean monárquicos o republicanos de forma incandescente. Al final la forma de Estado será lo que los españoles decidan. Eso es impepinable, se pongan como se pongan los unos o los otros, los de Felipe o los de Pablo, pasando por todos los demás.

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