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Carta del Editor

Esperando al día 13 y sábado

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“Dentro de seis días la Asamblea de Melilla inaugurará su sexta legislatura (aunque legisla muy poco). En circunstancia muy diferentes a las dos anteriores, pero no tan diferentes a otras más remotas. Los políticos, que ayer se atacaban duramente, hoy hablan con suma dulzura y explican, más o menos, que están muy contentos de haberse conocido, por fin. Repiten sus conocidas consignas, pero con un aire amable que contrasta con la acidez pretérita. Olvidan, o simulan olvidar, el pasado, para recomendarse y recordarse mutuamente que ahora toca sólo mirar hacia el futuro”

Estoy en Madrid y observo que, tras las elecciones del 24 de mayo, gran parte de los españoles anda más que sobresaltada. Puede pasar de todo, es la opinión general, y casi todo lo que puede pasar es malo o, al menos, peligroso. No es añoranza de lo conocido, de lo malo conocido, si se quiere, si no temor a lo que se intuye que puede ocurrir, que suena aún peor que lo que había, que lo que ha ocurrido.
Schumpeter, un gran economista, publicó en 1942 el más famoso y perdurable de sus libros, "Capitalismo, socialismo y democracia". En él atacó el sostén de la teoría democrática clásica y concluyó que el tan comentado "bien común" es irrealizable, que la "voluntad general" es voluble y está moldeada por la propaganda política, que un "pueblo racional" no existe (sólo existen "voluntades fabricadas por el engaño político) y que la "competencia por el voto" (que convierte al pueblo en electorado) es lo que realmente define a una democracia como tal, al crear una relación especial con "la libertad individual", aunque tal libertad se limita a elegir dentro de "una oferta limitada" de candidatos que ofrecen "su caudillaje local".
Concluía Schumpeter que la "autodisciplina democrática", sin la cual no puede existir una verdadera democracia, implica "aceptar el caudillaje político del partido ganador" y que el "caudillaje monopolista" sólo debería ser empleado con excepcionalidad y ante la imposibilidad de crear acuerdos políticos "en situaciones de crisis y con una temporalidad limitada". Y resumía que la democracia sólo es "un método" que, para ser eficaz, debe cumplir las siguientes condiciones: una sociedad política formada por un estrato social especial con vocación de poder; una autolimitación de los políticos a la hora de emprender acciones públicas; una burocracia eficaz e independiente; una autodisciplina para respetar las reglas del juego; y una tolerancia política para evitar que cada vez que el Gobierno se encuentre en aprietos se quiera derribarlo en vez de colaborar con él. Sólo así "se podrá garantizar una democracia eficiente".
Dentro de seis días la Asamblea de Melilla inaugurará su sexta legislatura (aunque legisla muy poco). En circunstancia muy diferentes a las dos anteriores, pero no tan diferentes a otras más remotas. Los políticos, que ayer se atacaban duramente, hoy hablan con suma dulzura y explican, más o menos, que están muy contentos de haberse conocido, por fin. Repiten sus conocidas consignas, pero con un aire amable que contrasta con la acidez pretérita. Olvidan, o simulan olvidar, el pasado, para recomendarse y recordarse mutuamente que ahora toca sólo mirar hacia el futuro, en busca de ese "bien común", que Schumpeter creía irrealizable. La "competencia por el voto" ha terminado y los melillenses han elegido, más o menos libremente, dentro de una oferta limitada de candidatos que acostumbran no despertar un entusiasmo deslumbrante, por decirlo en términos amables y no desentonar del amoroso y dialogante ambiente actual.
Scumpeter creía imprescindible para garantizar una democracia eficiente (que Melilla necesita desesperadamente) que los políticos tuvieran la suficiente autodisciplina para respetar las reglas del juego, y la necesaria tolerancia para evitar derribar al Gobierno cada vez que se encuentre en apuros. Los políticos anglosajones entienden y practican tales autodisciplinas y tolerancias. Los latinos, con menos antigüedad democrática, no tanto. Los melillenses, según la experiencia nos demuestra, aún menos. Por eso, y más allá de las palabras de los políticos durante estos últimos días, me parece muy acertada la petición de "responsabilidad" que el Editorial de nuestro periódico hacía el viernes pasado, "para que Melilla no tenga que caminar continuamente en arenas movedizas, con el riesgo de terminar hundiéndose en el fango".

De momento y hasta el 13 de junio, día de la investidura del nuevo presidente de la CAM (el mismo de ahora u otro), sólo hay muchas reuniones, muchas ambigüedades y no pocas indefiniciones, como era previsible.
Mustafa Aberchán, que se reunirá de nuevo con Juan José Imbroda el jueves, habla de "intentar conjugar una alternativa al Gobierno actual" en la reunión que los cuatro partido de la oposición al PP celebrarán el lunes y recuerda que los resultados de los comicios "deben ser un condicionante de toda la reflexión de la oposición". Unas declaraciones que se pueden interpretar de cualquier manera, como un sí, un no o un ya veremos, así que ya veremos lo que resulta de la "reflexión".
El PSOE, que sigue sin ser el de Gloria Rojas, ya ha dicho que votará no a Imbroda, en la línea de esa "deriva radical" que el Gobierno español ve en la actitud de Pedro Sánchez, el cuestionado secretario general del partido. Es de esperar que el partido socialista en Melilla diga lo que le ordenen en Madrid o, lo que sería aún peor, lo que le manden desde las catacumbas del partido local.
El cabeza de lista de Ciudadanos, Eduardo de Castro, parece avanzar más por los cambios en el Reglamento de la Asamblea y por lograr que alguien de su partido sea el, o la, vicepresidente/a primero/a del organismo que por consensuar con los otros tres partidos que han logrado escaños un candidato a la presidencia alternativo a Imbroda. Unos pactos que, permaneciendo él dentro del partido de Rivera, no podría hacer, con tantos imputados e incluso algún condenado entre los dirigentes de los partidos consensuadores.
Y la diputada del PPL, que no fue elegida como tal porque su padre colocó como número 1 de la candidatura al político probablemente más necio y nefasto de la historia de Melilla (ese Julio Liarte que ha abandonado para no perder ni un euro de su salario público y que, fiel a su lamentable tradición, sigue insultando, y retratándose a sí mismo, en las redes sociales), hará lo que le diga su padre. De momento Paz Velázquez ha asegurado que no cambiará su voto, que se supone negativo, a Imbroda (al que tanto odia su padre) por un cargo en el Gobierno.
Y por último Imbroda, ahora en plan muy dialogante, recordó, muy oportunamente, que él mismo inició su andadura como presidente de la CAM, en el ya lejano año 2000, como consecuencia de un pacto y una coalición de su entonces partido, Unión del Pueblo Melillense, el PP de Velázquez, el PSOE de los de siempre y los del Grupo Mixto que habían acogido a diversos tránsfugas.
Así que ya veremos lo que pasa el día 13. Y, pase lo que pase, lo que hay que exigir (repito: exigir, que no pedir) es que se acabe de una vez esta paralización administrativa, estos repetidos impagos a proveedores de la CAM, esta angustiosa presión de la administración pública, este intervencionismo antidemocrático y antiliberal que tiene a Melilla y a la mayoría de sus ciudadanos sumidos en la desesperación.

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