La prensa nacional mira hacia estos trece kilómetros cuadrados. ¡Bienvenida sea!. Melilla siente, de nuevo, el efecto sándwich por un lado el ABC y por otra, El Mundo. La oportuna opinión de ahora deja atrás otros emparedados, que sufríamos, entre las apetencias territoriales y el olvido, que fueron forjando nuestra alma isleña. En el añorado diario de Vocento que ya no llega aquí en pleno siglo XXI, en una incomprensible medida de desconocido autor, hemos podido leer en el Recuadro de Antonio Burgos un artículo dedicado a la “Valla Antitrepa” y Pedro J. Ramírez, del que tenemos morriña como director, hace lo propio en sus Cartas de un arponero ingenuo, a la “Valla que estas en Melilla”. El perímetro, ese trozo, indudable, de tierra española concita la atención, a ella se le pone el acento, recibe el exabrupto de algunos, o las reflexiones de otros y la demagogia de tantos. Se dice Valla cuando quiere decirse frontera. No estamos en los Cielos, más bien a pie de obra. Aquí de nuevo nos quedamos en un envoltorio para olvidar lo importante, su interior. Melilla debe de ser objetivo de mejora por todos, o dicho de otra forma se hace imprescindible un gran pacto nacional por esta tierra y por su hermana Ceuta. Hay muchas Melillas por descubrir, por analizar y no solo la de siempre, que si que vende pero por razones exclusivamente de morbo. Nuestra Ciudad sigue teniendo carencias y precisa que la imagen real sea conocida más allá del Estrecho. Esta es una labor continua hecha desde la Península que en modo alguno puede circunscribirse a una exclusiva fecha en el calendario. Cuando asistimos a la implantación de modernas infraestructuras de transporte en otros lugares de España, aquí no podemos estar, por las comunicaciones, ni con luchas cainitas, pero tampoco vendiendo humo y mucho menos sufriendo recortes, porque a los melillenses, como a los camarones, si nos dormimos, nos lleva la corriente. Antonio Burgos apuesta por la instalación de Vallas antitrepa, además, en la política y no solo en la frontera española en Melilla para impedir el acceso, de los que él llama los cultivadores de cacao del África tropical sino de aquellos que se pegan a lo público sin mas currículo que el de tirar de chaquetas. Pedro J. Ramírez, vuelca en su artículo, sin duda más literario, sus vivencias de su estancia en esta tierra para dar una conferencia sobre su libro “La Desventura de la Libertad” y hace atractivo un viaje turístico a Melilla, buscando las raíces de esos doceañistas a los que confinaron en el antiguo Convento capuchino de El Pueblo. Aquellos que desde Cádiz implantaron la soberanía nacional frente al opresor francés. Coincide con el columnista Burgos en sus críticas a los partidos y se posiciona contra las Vallas “pero no hay ninguna democracia que no restrinja el acceso a su territorio y que, ya que tenemos esa, mucho peor es la de carácter invisible tras la que la clase política de las listas cerradas y bloqueadas defiende, atrincherada en la Carrera de San Jerónimo sus privilegios”.
