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En el centenario del asedio a “Tifaruín, El Annual… que se evitó” Capítulo IV (1ª parte)

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En esta campaña quedaron señalados para siempre los días de los defensores de Tifaruín, ocho días en los que la gloria eclipsó a la tragedia

… En los palcos el Comandante General accidental de Melilla, Sr. Echagüe tomó asiento junto al capitán Rodríguez Almeida, jefe de la posición de Tifaruín. En palcos contiguos los demás oficiales de la defensa de Tifaruín, Temprano, Jordán, Topete, Coll y Fernández de los Mozos

Distribuidos en las butacas hallábanse las clases y soldados de Isabel II, artillería de Cartagena, Ingenieros de Melilla, Intendencia y Mehal-la de Melilla, que guarnecían Tifaruín. La compañía teatral que dirigía el Sr. Codeso, puso en escena las obras «Juegos malabares» y «Las corsarias». La canción de la «Banderita» hubo de ser repetida en medio de delirantes ovaciones y vivas a España.

También el jueves 30 de agosto se celebró una becerrada en la plaza de toros del popular barrio del Tesorillo. La comisión organizadora dedicó la fiesta a los heroicos defensores de la posición de Tifaruin, destinando los beneficios a los hospitales de sangre el cincuenta por ciento, y a la Asociación General de Caridad y Gota de Leche el otro cincuenta por ciento.

La plaza se vió completamente ocupada, observándose gran animación. En el palco presidencial tomaron asiento el capitán Rodríguez Almeida y los demás oficiales que guarnecían la posición de Tifaruin, y el inspector de policía señor del Prado. Los encargados de lidiar los cuatro becerros fueron los jóvenes diestros Jesús Pons “Gasparillo” y Luis Ruiz.

A principios de noviembre, de regreso el capitán Rodríguez Almeida a la Península, fue recibido por el Rey Alfonso XIII, en audiencia especial, por el deseo reiterado del Rey de escuchar de labios del héroe el relato detallado de la epopeya que del 15 al 22 de agosto crispó los nervios de toda España en un constante temblor de infinita ansiedad y destacó en glorioso relieve los dotes de abnegación, valor y heroísmo, del puñado de valientes que haciendo rudo frente al asedio constante de un enemigo que le centuplicaba en número, abrió los brazos a la muerte, bajo la voz recia y el gesto heroico de Rodríguez Almeida, antes que ceder ni una línea del puesto cuya defensa les encomendó la Patria.

El socorro aéreo a Tifaruín. El diario de operaciones de las Fuerzas Aéreas del día 13 de agosto de 1923, en algunas de sus líneas, decía: «Se nota también abundancia de gente en los poblados de toda esa zona y tránsito por los barrancos entre unos y otros». El del día 14: «Se observa mucha actividad en los trabajos de fortificación del enemigo». El del día 16: «Existe mucho enemigo, especialmente en Afrau, Yebel Uddia y Tifaruín, que ha hecho intenso fuego sobre los aeroplanos, alcanzando a varios; uno de ellos aterrizó en Dar Quebdani».

En el combate, del día 18 de Agosto, tomó parte el grupo «Bristol», reforzado con una escuadrilla del tercer grupo.

El comunicado oficial de la operación decía: «La Aviación bombardeó eficazmente las proximidades de Tifaruín protegiendo el repliegue». A última hora de la tarde, el informe que cursaban las Fuerzas Aéreas se expresaba así: «Lo mismo en Tifaruín que en Sidi Mesaud el enemigo es muy numeroso, se fortifica en posiciones muy próximas a las nuestras. Se han arrojado 400 bombas». Informes transmitidos por jefes y oficiales que combatieron en el frente, recogiendo comentarios hechos en público por los de las vanguardias, pusieron en conocimiento de los aviadores que la Aviación había facilitado el éxito de la operación hasta Farha y evitado una catástrofe  cuando el enemigo atacaba y las unidades, deshechas, no podían reaccionar.

En reunión a la cual asistió el Alto Comisario y el general Alberto Castro Girona, así como el teniente coronel de Aviación Alfredo Kindelán, se dio lectura a los informes recibidos del frente. Todos coincidían en la gravedad de la situación.

Para paliarla, en primer lugar, se organizaría una ofensiva contra Alhucemas, como si se tratara de llevar a cabo un desembarco real, haciendo uso de la Armada, de la Aviación y de la Artillería de la Isla. (en idéntico caso, el general Silvestre, en 1921, en Annual, pidió una escuadrilla para descongestionar Igueriben de enemigo). Se simularía un ataque en diversos sectores del frente. Las columnas, reforzadas con importantes unidades de choque, abrirían paso hacia Tifaruín. Lo fundamental era destruir la fuerza del enemigo.

En la noche del 19 al 20 de agosto, en la Comandancia se recibió el telegrama siguiente: «Jefe línea derecha a Comandante General. Comunica Tifaruín, tienen víveres y agua para tres días; ciento cinco mil cartuchos Máuser, municiones cañón tres días; consumiendo como hoy, granadas mano durarán tres días. Necesitan urgencia doscientos estopines que oficial artillería solicita. Lo traslado a V.E. para conocimiento».

Inmediatamente, el Estado Mayor dio traslado del telegrama al aeródromo. Este manifiesta que por un oficial de Artillería serían entregadas en Tauima cien estopines para que fueran arrojados por un aeroplano en Tifaruín.

(Continuará)

Bibliografía consultada al final del último capítulo

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José Antonio Cano

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