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El mundo en riesgo (II). Slava Ukraini.

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Las relaciones internacionales, como las relaciones humanas, siguen un mismo principio básico con diferentes presentaciones desde el inicio de los tiempos, el de la lucha por la supervivencia. Ratzel, geógrafo alemán padre de la geografía política, antecesora de la geopolítica, lo reflejó en el concepto “lebensraum (espacio vital)” al establecer la semejanza entre la vida humana y la vida de los estados. Afirmaba que los estados nacen, se desarrollan y mueren y que, durante su fase de desarrollo, tratan de crecer tanto en espacio geográfico como en número de individuos. Hasta la aparición del concepto MAD los estados más fuertes luchaban entre ellos directamente o lo hacían para apoderarse de estados más débiles y de sus recursos. Así lo hicieron los imperios, reinos y estados durante siglos. Pero en la actualidad, y en el futuro previsible, lo hacen también a través de terceros interpuestos. El problema de admitir la fuerte semejanza entre la vida humana y la de los estados, es que debemos admitir también la existencia de imperfecciones de todo tipo, trascendencia y gravedad, en las relaciones nacionales e internacionales.

En un momento de percibida debilidad de la OTAN, y en particular de los Estados Unidos, Putin (quien por cierto acaba de prolongar en las urnas su democrático poder dictatorial, curioso oxímoron que se repite en esos regímenes) invadió Ucrania, dando sustento al concepto de “lebensraum”. Putin, dictador de extremada habilidad estratégica, parece que tenía razón en su previsión del conflicto ya que, tras una inicial fuerte respuesta de la comunidad occidental, con el paso del tiempo y del devenir histórico la respuesta es cada vez más tibia, lo que está ocasionando carencias vitales en las capacidades de las fuerzas armas de Ucrania y están inclinando el conflicto a favor de Rusia. Churchill, el muy famoso estadista británico, dijo en un discurso en 1939: “Rusia es un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma”. El mundo occidental, en general, ha sido incapaz de ‘leer’ la mente rusa. Un claro ejemplo se produjo cuando, en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial en Europa, el presidente estadounidense cedió a muchas de las pretensiones de sus ‘amigos’ rusos, entre ellas el permitir que los rusos ocuparan primero Berlín. Para ello tuvo que ordenar que detuviera su avance la entonces muy prestigiosa Segunda División Acorazada del ejército de los Estados Unidos, conocida como ‘Hell on Wheels (infierno sobre ruedas)’. Esa ‘generosidad’ presidencial fue respondida por los soviéticos primero con un bloqueo total de la ciudad y posteriormente con el tristemente famoso Muro de Berlín, en el que tanta sangre fue derramada por los que trataban de huir del cínicamente llamado paraíso comunista.

Pero el enfrentamiento entre Rusia y Estados Unidos, las antiguas potencias bipolares, con la adición ahora de China, no es el único existente en la actualidad. Además de las potencia mundiales han aparecido con fuerza potencias regionales como Irán e India, entre otras, lo que ha complicado la visión del ‘tablero mundial’ que explicaba Zbigniew Brzezinski, geopolítico norteamericano. Y, consecuentemente, también han aparecido nuevos riesgos.

Aunque históricamente los enfrentamientos y conflictos nunca se han desarrollado y resuelto únicamente mediante el empleo de medios exclusivamente militares, en los últimos años se han hecho mucho más frecuentes tácticas de guerra híbrida, como la desinformación, el terrorismo, las operaciones de falsa bandera, la guerra cibernética, la compraventa de empresas o la imposición de sanciones económicas. Con ello se busca la desestabilización política y económica del enemigo, buscando una victoria a largo plazo o, al menos, evitar a corto y medio plazo una manifiesta superioridad de aquel a quien se ataca. Los ejemplos de ello son múltiples y variados. En el ámbito económico, entre muchos otros, citamos la guerra de carácter comercial entre Estados Unidos, Europa y China que se está desarrollando en la actualidad. O las sanciones económicas que la Unión Europea impuso a Rusia tras la invasión de Ucrania. En el ámbito político se puede citar la actuación de los servicios de inteligencia rusos, responsables de ataques de influencia y desinformación en los procesos electorales en Europa y Estados Unidos.

Uno de los riesgos de carácter cíclico, como lo son la mayoría si no todas las actividades en el universo, naturales o humanas, es el de las crisis económicas. Parece que, por el momento, el riesgo de una próxima gran crisis económica se ha alejado. Pero no debemos olvidar que, en las últimas décadas, se ha producido una grave crisis cada diez años, aproximadamente. La última gran crisis se produjo en el año 2008, si no consideramos así la crisis del año 2020, que se produjo por causas diferentes a las del ciclo económico normal y que, además, no revistió una gravedad extrema, como las anteriores. Pero, en todo caso, obligó a reconsiderar las cadenas de suministro existentes, moviéndolas hacia el llamado ‘nearshoring’. Y también muchas empresas redujeron sus plantillas y trataron de apalancarse ante riesgos potenciales.

Un recurso de creciente y extrema importancia es el llamado ‘big data’, concepto que incluye conjuntos de datos de tal volumen y complejidad que el software de procesamiento de datos convencional no puede gestionarlos. Estos volúmenes masivos de datos pueden utilizarse tanto para abordar problemas empresariales y comerciales como políticos y sociales. Por ejemplo, en las campañas políticas se utiliza la ingente cantidad de información disponible en las redes sociales para desarrollar estrategias, tratando de influir en los potenciales votantes. Sin olvidar por ello el uso que se hace en la actualidad para realizar campañas de desinformación.

Otro riesgo derivado del acceso instantáneo a escenas de violencia extrema es el de la normalización en las mentes de los que reciben las imágenes y noticias. El conflicto en Ucrania, que despertaba conciencias alrededor del mundo, ha sido prácticamente olvidado por la mayoría de la población. Los constantes ataques con armas de gran calibre en escuelas estadounidenses merecen ahora en el mejor de los casos tan solo unas pocas líneas en los medios de comunicación.

La polarización ideológica, presente en buena parte de los países democráticos, supone también un grave riesgo para esa misma democracia, ya que favorece el surgimiento y normalización de personajes y posturas claramente autoritarias.

Se puede concluir que, aunque la posibilidad de un conflicto armado de carácter mundial es muy poca, las tensiones, enfrentamientos y riesgos están muy lejos de desaparecer. Por el contrario, enfrentamos un nuevo paradigma del conflicto para el que, probablemente, no estamos bien preparados.

 

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Gonzalo Fernández

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