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El grupo de Amigos Futboleros de Melilla homenajeará este viernes a Ramón Hurtado

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El grupo de Amigos Futboleros de Melilla homenajeará este viernes día 20 de octubre a Ramón Hurtado Salas, ex jugador de fútbol y tenis. La entidad que preside Manolo Agulló resalta que “queremos reconocer todo lo bueno que ha aportado durante su trayectoria deportiva”, en un acto que tendrá lugar en el Restaurante Los Salazones (14’00 horas). “Todo aquel que esté interesado en acompañar al amigo Ramón puede hacerlo comunicándolo en el mismo restaurante o contactando con Juan Moya o bien conmigo”, informa Manolo Agulló.

Ramón Hurtado nace en Melilla el 12 de noviembre de 1950 y desde muy pequeño le apasiona el mundo del fútbol, por lo que da sus primeros pasos como jugador Infantil en el Industrial C.F. de Ramón Cantón (padre del desaparecido y gran jugador melillense Salvi). Ya en su etapa de juvenil es fichado por el equipo del Real, de Ramón Delgado, comenzando como la mayoría de jóvenes en el equipo del Real C.

Al año siguiente lo suben al Real B y según reconoce Ramón Hurtado “no era lo bastante bueno como para jugar en el Real A”, por lo que abandona el fútbol para ingresar como voluntario en el Ejército con solo 16 años, “pero se cruzó en mi camino el amigo Sebas (el de la farmacia del Barrio de la Victoria) y me convenció para seguir jugando, cuando nadie confiaba en mí, así que habla con el Señor Pepe (el de La Cabaña)”. Fue entonces, cuando ficha por el equipo del Fabuloso (más tarde C.D. Arenal) y “siempre le estaré agradecido a este gran amigo”, subraya.

Ficha por el Melilla C.F., de Tercera División

Compagina sus labores con el ejército, trabaja y aprueba las oposiciones de la Guardia Civil, pero faltando tres días para ingresar en la Academia de Úbeda es fichado por el Melilla C.F. (temporada 1971-72).

Por tal motivo, deja el ejército, la Guardia Civil y comienza su andadura como titular en el Melilla C.F., pero las cosas no marchaban bien con los resultados y la cuestión económica.

Sociedad Deportiva Melilla

Coincide entonces que Francisco López había creado la Sociedad Deportiva Melilla y le ofrece como fichaje amueblarle la casa. Juega varias temporadas hasta que es contratado por el Melilla Industrial de Wenceslao Paz, siendo su entrenador Antonio Potous ( 1973-74).

El Caravaca, su siguiente club

Compagina su labor como futbolista y aprueba las oposiciones de funcionario de Telégrafos. Pero el mundo del fútbol lo lleva en las venas y su amigo Botello le ofrece jugar en el Caravaca (Murcia), junto a Camargo y Vega, por lo que pide una excedencia en Telégrafos y parte hacia Caravaca con su esposa y dos hijos.

 

Regresa para retirarse en el Melilla Industrial

Después de triunfar en este equipo regresa a Melilla para incorporarse a su puesto de trabajo y ficha por el Melilla Industrial, siendo su presidente Francisco Benítez y entrenador Balbuena.

Descubre el deporte del tenis y triunfa como jugador y formador

Sin embargo, se lesiona por primera vez en su trayectoria deportiva, lo que para él fue una “suerte”, ya que conoce de manera casual la raqueta de tenis. “Hice amistad con un gran hombre, Paquito Moya (jugador melillense del Real Madrid, Real Zaragoza, Melilla C.F…) y me ilusiona de tal manera que me anima para sacarme el carnet de entrenador de tenis”.

Llega a ser el director de la Escuela Raimbow, pasando a la historia del tenis local al ganar el primer trofeo público de Melilla.

El presidente de la Federación de Tenis era Juan Oña, su gran defensor y al que tiene mucho que agradecer.

También fue director de la Escuela de tenis de la Junta Obra del Puerto y tuvo escuela propia en las pistas de Raimbow con más de 120 alumnos, contratando como entrenadores a Andrés Agulló, Paco Ruiz, J.C. Gámez, Paco López, Armando Moya, etc. Ganó también el torneo Raimbow, con más de cuarenta partiocipantes, y fue capitán del equipo de tenis de Melilla (Armando Moya, Paco López, Emelina, Martínez, etc.), compitiendo con los demás equipos de la Península.

“Viva el fútbol y su grandeza”, afirma Hurtado

Ramón Hurtado destaca que tuvo el honor de jugar al fútbol en un campo que se llamaba Santa Bárbara (de la Compañía Minas del Rif), donde se encontró con muchas personas que “nos dedicaban todo el tiempo del mundo, hacían de padres, nos educaban y nos enseñaban y todo lo hacían gratuitamente, gente que dedicaron su tiempo por nosotros, entrenadores, delegados, encargados del material, árbitros, medios de comunicación, etcétera”.

Por último, asegura que de todos sus amigos y compañeros trató de aprender, “de intentar ser mejor y lo sorprendente sin apenas medios”, pero afirma que todos tenían una ilusión tremenda. “Aprendíamos de los más mayores, nuestros maestros, grandes personas y grandes jugadores. Nos enfrentábamos en el campo, pero una vez terminado el partido, todos éramos tan amigos y había una buena armonía, ganaras o perdieras, y lo más importante nos llevábamos bien, éramos muy felices. Viva el fútbol y su grandeza”.

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Antonio Calderay

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