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Carta del editor

El desastre del deporte local

melillahoy.cibeles.net fotos 1246 DEPORTE EN BOLAS

"Y empezaron a denunciar, a inventar tramas y delitos tan inexistentes como absurdos, hasta lograr su objetivo: asustar a los funcionarios públicos y así, con el miedo de los que cobran pero no permiten que se pague lo que se debe, han logrado que el tan absurdamente denostado Campo de Golf de Melilla, ahora gerenciado por la Dirección de Instalaciones Deportivas, sea un desastre sin paliativos, un despilfarro de dinero público para que cada vez menos personas jueguen, un desperdicio de cualquier posibilidad de convertir en rentable y en un atractivo melillense un campo de golf que costó mucho dinero"

"El presidente de la U.D. Melilla, Cristóbal Sánchez, dice que el futuro del Club peligra", leo en la primera página de nuestro periódico el lunes pasado. "Gran retraso para el deporte melillense de categoría nacional", titulaba el Editorial de MELILLA HOY ese mismo día, que añadía: "El deporte melillense en categoría nacional tendrá que esperar otros 20 días para que se conforme el nuevo equipo de Gobierno de la Ciudad, después de que Coalición por Melilla y Equo hayan impugnado las elecciones autonómicas" lo cual ha incrementado (en el deporte melillense de categoría nacional) "la incertidumbre para trabajar en sus proyectos", originando "un gran temor en la mayoría de ellos, muy especialmente en la U.D. Melilla, cuyo presidente ha afirmado que peligra la continuidad del equipo en la Segunda División B". Y algo parecido ocurre con el otro gran deporte profesional local, el Club Melilla Baloncesto, que todavía no ha podido empezar a trabajar en la confección de su plantilla para la ya cercana temporada.
El miércoles, nuevas manifestaciones de presidentes de distintas federaciones deportivas melillenses. "Indignación" es el calificativo dominante para definir una "situación de desamparo económico" que no se puede soportar, con convenios anuales que, en vez de firmarse en enero, como sería lógico y razonable, e incluso en el ya tardío mes de marzo, como ocurría antes, se están ahora recibiendo las comunicaciones de las subvenciones en septiembre.
En el deporte, como en todo en nuestra ciudad, lo que se está poniendo de manifiesto ahora, de manera pública y masiva, no es más que la esperable manifestación ciudadana de una situación de marasmo de la administración pública que se venía larvando desde hace mucho tiempo en Melilla y que en los últimos tiempos se ha puesto de manifiesto de una manera tan clara como patética para los melillenses, en todos los ámbitos de su actividad, convertida ahora en inactividad forzada por una administración pública local en abierta rebeldía de brazos caídos, especialmente notoria en los estamentos económicos de la Ciudad.
Los que han utilizado las denuncias, la mayoría exageradas cuando no falseadas, como instrumento político para intentar conseguir lo que no podían lograr en las urnas son, probablemente, los máximos culpables de esta situación de parálisis y desolación ciudadanas. Pero también lo son los que, como el capitán de la UCO de la Guardia Civil melillense, realizan "investigaciones" delirantes, absurdas, repletas, cuando no de faltas de ortografía, de tópicos y repetidas falsedades sobre inexistentes delitos. Y lo son algunos jueces que dan pie a que se abran procesos sobre casos sin fundamento y cuya solución dura años y años. Y también lo son los políticos que, con mayoría absoluta, han (o deberían de haber) gobernado, sin hacerlo realmente, porque los burócratas se lo han impedido. Como lo son esos burócratas, esos funcionarios y asimilados que cobran del erario público, que son legión y que, asustados por tantas denuncias y tan numerosas actuaciones judiciales, renuncian a cualquier actividad, excepto la de cobrar sus salarios, que, a diferencia de lo que ocurre con los de los demás melillenses, son sagrados y tienen que ser pagados puntualmente, aunque no se pague a proveedor alguno de la CAM.
Lo que ocurre con el deporte local es únicamente una manifestación más de una situación intolerable y angustiosa en la que Melilla se haya inmersa. El deporte melillense, como casi todo en la ciudad, se ha construido sobre una base pública que parece amable y relativamente cómoda, pero que, si se observan los resultados, es peor que el famoso abrazo del oso, que si no te mata te inutiliza para siempre. En el mundo actual es imposible, absolutamente imposible, como la experiencia nos demuestra, que cualquier actividad humana para cuyo buen funcionamiento se necesita creatividad y asunción de riesgos personales (que son prácticamente todas las actividades humanas) pueda funcionar con criterios de administración pública y controlada, o sea, paralizada, por esa intervención pública ineludiblemente paralizante.
Para financiar al fútbol y al baloncesto melillenses, los dos deportes reyes, la CAM tiene que acudir al dudoso recurso de los presupuestos de INMUSA, a pesar de lo cual mantiene en la pesadumbre y la permanente incertidumbre a dos buenos presidentes, como Cristóbal Sánchez y Jaime Auday, al mismo tiempo que los estadios permanecen casi vacíos, la UD Melilla tiene casi imposible salir del pozo de la Segunda B y el Melilla Baloncesto no puede, por incapacidad económica y de pabellón, ni pensar en ascender a la ACB, que es lo que daría verdadera dimensión publicitaria a nuestra ciudad. Además, los presidentes de las demás disciplinas deportivas se manifiestan, por fin, indignados con el desamparo económico en el que la CAM les mantiene sumidos. Así, decir que la situación del deporte melillense es un desastre es triste, pero, desgraciadamente, es así. Y si no se cambian las bases de la relación entre la Administración Pública Local y las diferentes Federaciones Deportivas melillenses, una situación en la que un monstruo acogota y paraliza a unos débiles ciudadanos y sus iniciativas, no existe posibilidad alguna de que esto cambie.
Mi experiencia de casi cinco años en el golf me ha permitido confirmar, en la práctica, lo que se podían considerar como simples ideas teóricas. Para empezar, cometí el inmenso error de trabajar, y mucho, sin cobrar. Me pidieron que ayudara en una cosa pública y acepté. La CAM se ahorró 140.000 euros anuales con nuestra gestión. De donde no había más que peleas e ineficacia logré obtener actividad y eficacia. De un deporte, difícil de explicar y de iniciar su práctica, en el que había 40 federados, logré que hubiera más de 360. Donde no había torneos, los hubo, y muchos. Donde no había ni clase ni niños aprendiendo, los hubo y muchos. Había ilusión, crecimiento, visitantes foráneos, campo cada vez más lleno, instalaciones cada vez mejores, servicios deportivos como nunca antes, etc, etc. Pero todo eso algunos políticos y sus secuaces no lo podían permitir. Que el golf se convirtiera en un atractivo nacional e internacional de Melilla, como lo es de Andalucía, de España entera, de muchos de los países del mundo, no se podía consentir. Y empezaron a denunciar, a inventar tramas y delitos tan inexistentes como absurdos, hasta lograr su objetivo: asustar a los funcionarios públicos y así, con el miedo de los que cobran pero no permiten que se pague lo que se debe, han logrado que el tan absurdamente denostado Campo de Golf de Melilla, ahora gerenciado por la Dirección de Instalaciones Deportivas, sea un desastre sin paliativos, un despilfarro de dinero público para que cada vez menos personas jueguen, un desperdicio de cualquier posibilidad de convertir en rentable y en un atractivo melillense un campo de golf que costó mucho dinero.

El golf, como cualquier otro deporte local, no tiene solución alguna si es gerenciado por la administración pública, porque jamás se lograrán los objetivos que justificarían el dinero público empleado. Y es imposible gerenciar con una mínima eficacia con los actuales convenios que desde Deportes se exige a los que, como yo, cometemos el error de aceptar trabajar con ellos. O se cambia eso o será mejor, en el caso del golf como en el de tantos otros deportes, convertir el campo en un parque, destrozar lo existente, desaprovechando así las oportunidades de desarrollo que sólo la iniciativa privada, sin absurdos e injustificables intervencionismos públicos, puede lograr.

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