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Sucesos Históricos

Cuando tres son multitud…

Calle Legión

"Intrépidos reporteros siempre a la caza de una nueva noticia, sin escatimar esfuerzo alguno. Grandes redactores que plasmaban en sus páginas todo cuanto sucedía en la ciudad y sus alrededores. Así lo contaron ellos y tal cual vuelven a ser noticia." Por regla general las historias de amor suelen responde todas, o en la mayoría de los casos, a un mismo planteamiento. Jóvenes que se conocen, se enamoran perdidamente, quieren pasar juntos el resto de su vida, llegan o no al matrimonio y en función del transcurrir del día a día continúan o no juntos.

Esto último es más difícil cuando aparece una tercer persona en escena, y rompe toda la armonía y ese "amor incondicional" y sin límites que había entre la pareja que acaba por separarse, civilizadamente o no.

El caso que nos ocupa comienza igual que todas, pero el final es muy distinto, acaba en un drama, un verdadero guion de película. Vidas rotas y truncadas por la falta de sinceridad y por no saber poner freno a tiempo.
¿Qué pasaría con los protagonistas? A buen seguro hubo un antes y un después en sus vida. ¡Quién lo sabe!

El Telegrama del Rif de 10 de febrero de 1914
Los amantes sorprendidos. La venganza de Narciso
… y termina en drama

En la calle 18 de julio, se desarrolló anoche uno de esos dramas pasionales, donde el hombre, ciego por los desengaños del amor y de la amistad, recurre al crimen para vengar sus odios.

El suceso impresionó hondamente a cuantas personas lo conocieron por la índole especial de los protagonistas.

La triste historia
Hace próximamente cuatro años se conocieron en Aranjuez los jóvenes Anastasia Rodríguez y Narciso Mena. Si bella era ella, el muchacho daba pruebas de honradez y laboriosidad, y sobre todo, se enamoró locamente de Anastasia. Las relaciones comenzaron en la reja y terminaron íntimamente.

A los dos años de amistad, Anastasia tuvo una tierna criatura, que fue el encanto de la feliz pareja. Tras esta venturosa temporada, la fatalidad de enseñoreó del niño de los amantes. Él se quedó sin trabajo y Anastasia, que era lavandera, se dedicó nuevamente a su oficio. Desesperado el joven con su suerte, se acogió a la ley del voluntariado para África, sentando plaza. Gran parte de la cuota que percibió la entregó a la madre de su hija y él se vino a Melilla destinado a la Compañía de Telégrafos.

No puede vivir sin él
Al poco tiempo de ingresar en filas, Narciso recibió una carta de su amante mostrándole deseos de trasladarse a esta Plaza donde ella podía trabajar en su oficio de lavandera. Después de pensarlo mucho el joven accedió a los deseos de su novia. Muy pocos días después de ocurrir esto, llegó a Melilla la joven Anastasia Rodríguez en unión de su hija.

La joven alquiló una habitación interior en la casa núm. 63, de la calle 18 de Julio. Con el dinero que ganaba Anastasia, en su oficio, y con las cantidades que le dio su amante, amuebló modestamente su nuevo hogar.

Aparece el "Yago"
Desde el momento que Anastasia se instaló en Melilla, Narciso Mena comenzó a visitarla con mucha frecuencia. En algunas de las visitas acompañaba a Narciso un amigo íntimo, soldado de ingenieros también, llamado Juan Sola. Según el decir de las gentes, este individuo se enamoró de Anastasia, y por lo pronto comenzó a protejerla, dándole sus ropas a lavar.

Con el pretexto de que era su lavandera, Juan Sola comenzó a visitar con frecuencia a Anastasia. Esta, según dice, rechazó en un principio ciertas pretensiones que le hizo el amigo de su amante.

Al fin la astucia de Sola, venció la virtud de la lavandera y ésta durante los últimos días recibió al nuevo amante en las horas que no iba Narciso Mesa.

El día del crimen
Avisado por algún amigo o alguna vieja comadre de lo que sucedía, Narciso Mena se presentó en la tarde de ayer en casa de su amante. Narciso demando de ésta la llave de su baúl donde guardaba sus prendas. Después de registrar minuciosamente el cofre, buscando quizás algún indicio que confirmara sus sospechas, Narciso maltrató de palabras a su amante y marchó de la casa muy malhumorado.

Después volvió nuevamente Mena al cuarto de Anastasia, donde encontró a su amigo y compañero Juan Sola. Parece que entre ambos individuos se cruzaron frases muy duras, pues Narciso manifestó sus sospechas a Sola. Éste rechazó las afirmaciones de su camarada, diciendo que eran calumnias de las comadres del barrio.

A las siete marcharon dichos individuos al cuartel del Zoco, donde se alojan, con objeto de pasar lista.

El drama en acción
A las nueve y minutos de la noche, cuando reinaba una gran paz en la calle 18 de Julio, llegó a la puerta de la casa núm. 63, Narciso Mena. Presa del mayor pánico, Anastasia se asomó a una venta y vió a su antiguo amante.

Inmediatamente fue la lavandera a su cuarto y avisó lo que sucedía a Juan Sola. Este, que había llegado al domicilio de Anastasia hacia media hora se encontraba en aquel momento cenando tranquilamente. Al conocer la terrible nueva, Juan Sola, sin inmutarse, dijo a la temerosa joven:

  • ¡Abre la puerta!

Anastasia al ver el semblante que Narciso su exnovio, marchó precipitadamente a la calle. Narciso Mena, descompuesto, nervioso, atravesó el largo pasillo que conduce desde la puerta al cuarto de su amante. Al llegar a dicha habitación dícese que sacó una carabina que llevaba debajo del capote, diciendo:

  • ¡Alto! ¡Aquí te quería coger!

Al decir estas palabras, hizo un disparo contra Juan Sola, que como apuntamos anteriormente se hallaba a tono de asta mesa, apurando un plato de pescado. Narciso parece que en un principio creó que había herido a su rival, por lo que se dirigió a la calle. Sola salió en persecución del agresor diciendo:

  • ¡Ven aquí bribón!

Al notar Mena que era perseguido, volvióse haciendo desde la calle varios disparos contra su rival. Este cayó mortalmente herido en el portal de su casa. El agresor se dio a la fuga.

Las autoridades. Se conoce el crimen
Al sentir los disparos acudieron el lugar del suceso, un sargento de artillería y el guardia urbano, Francisco González y las patrullas del Regimiento de África. También se presentaron en el lugar del crimen el jefe de policía señor Alemán, el inspector señor Prados y el médico militar señor Álamos.

Este verificó la defunción de Juan Sola. El cadáver presentaba las siguientes heridas: Dos en el cuello, una en la región malar izquierda, otra en el pecho y otra en el occipucio. El juez de guardia, Comandante de infantería don Francisco Laberga, ordenó la traslación del cadáver al depósito judicial, donde se le practicará la autopsia.

El juez tomó declaración a la joven Anastasia Rodríguez. Esta al conocer el desgraciado suceso, sufrió un ataque nervioso, siendo auxiliada por varios vecinos.

El epílogo del drama
Cuando las autoridades se hallaban en la casa del suceso, algunas personas notaron que de la habitación de Anastasia salía una densa columna de humo. Algunas personas se trasladaron al cuarto viendo con sorpresa que una vela colocada en una botella había caído a la mesa donde se hallaban cenando Sola y su amante. La bujía encendió el mantel que cubría la mesa.

Inmediatamente fue localizado el siniestro, y auxiliada la hija de Anastasia, que se hallaba en la cuna presa de un amargo llanto. En la puerta de la casa del crimen halló el jefe de policía un gorro con las iniciales de Narciso Mena.

Juan Sola empuñaba en su diestra un pañuelo que había sido perforado por uno de los proyectiles.

El agresor se presenta
Momentos después de cometer el crimen, el agresor, que es ordenanza de las oficinas de su compañía, se presentó en el cuartel del zoco a un cabo escribiente de la misma dependencia, confesando el crimen que terminaba de realizar. El cabo puso el hecho en conocimiento del teniente de guardia.

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