El pasado miércoles, 18 de mayo, acompañamos a la familia del Cte. D. Amable A. García Castro en su último caminar para presentarse ante el juez supremo. Rotos de dolor, lógicamente, tras esta irreparable pérdida, pero mostrando la entereza propia de quienes han rodeado del cariño familiar a su marido, padre, hermano, tío, abuelo…
Fue una tarde de calor, en lo que a las condiciones atmosféricas se refiere, así como en lo que a lo inmaterial, a lo a veces intangible, atañe y es que Etelvina, su viuda, rodeada de sus hijas, demás familiares y un gran grupo de amigos de la familia, reunidos todos en torno a los restos mortales de Amable, quisieron, quisimos despedirlos en un ambiente sereno, cercano, tierno, como todos recordaban, recordábamos precisamente al finado.
Nuestro hermano de armas, Amable, falleció a los ochenta años de edad, tras una dilatadísima vida al Servicio de España, materializada, principalmente, en su caminar diario en el Servicio en filas, ya desde Soldado, Cabo, Cabo Primero o Suboficial en las Fuerzas del Grupo de Regulares nº 5 o bien, como Oficial de Oficinas Militares, principalmente, en el Cuartel General de la Comandancia General de Melilla. Con el brillo que denota la emoción y el orgullo, su viuda nos relataba como después de cincuenta años de Servicio, había sido recibido, junto con compañeros de su promoción, por S.M. el Rey (q.D.g), lo que le había marcado de forma indeleble en el diario vital que llevaba escrito en su corazón de Soldado.
Una enorme trayectoria vital y profesional que no ha pasado desapercibida para todos los que hemos tenido el privilegio de servir a su lado, en filas, o de conocerle en su vida particular, en el seno de la sociedad melillense, donde era también muy querido, como pudo quedar bien patente en la tarde de su despedida.
Y esto lo podemos decir porque afloraban los comentarios de muchos, muchos de sus camaradas, bien de Regulares (en activo o, sobre todo, de los veteranos de estas fuerzas), bien de otros compañeros de armas que se dejaron ver por el camposanto, con el ánimo de cruzar unas palabras, unas miradas y un caluroso abrazo con sus allegados, a los que testimoniaron, una vez más, su cariño y admiración por un hombre sencillo, cabal, discreto, eficaz y servicial… por un hombre amable…Amable.
Nos deja un componente ejemplar de este colectivo que busca, buscamos en el día a día, demostrar, demostrarse, demostrarnos, el ser dignos de vestir el uniforme que visten, vestimos, con el orgullo de hacerlo, como su viuda nos contaba, con el tremendo, pero íntimo orgullo de sentirse aún de Regulares, a pesar de no vestir su camisa de color “garbanzo” hace tiempo, pero con el sentimiento y la impronta intactos que imprimen estas ya legendarias fuerzas.
Nos deja, pues, un gran Soldado de España. Descanse en Paz.
Los componentes de la Comandancia General de Melilla y muy especialmente, los que formamos o hemos formado en las filas del Grupo de Regulares de Melilla rogamos una oración por el eterno descanso de su alma.
