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El rincón de Aranda

Cementerio Nacional de Héroes Nº 20

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“Juan Jesús: nuestro Cementerio es un jardín de penumbra adormecida bajo un cielo radiante; es la morada de nuestros Héroes para toda la eternidad, y tus “Cartas” creo que nos llenan de dicha a muchos melillenses, que somos amantes de nuestra historia”. Esto me lo dijo una vez, Eladio Algarra, desde Cádiz; al que tuve que decirle que me lo repitiera despacio para poder escribirlo

. Qué lástima que ese gran poeta melillense, q.e.p.d., en el más cruel olvido de sus paisanos, no descanse en ese “jardín de penumbra adormecida”, al que tanto amó y cantó: “A mí, apenas muera, quiero que me entierren en La Purísima, y con un poema de Garbín como epitafio en la lápida”, me dijo. No sé a ustedes, a mí, en cada visita que hago al Cementerio sus tumbas, y panteones, me transmiten una densa carga emotiva, al sentir la presencia de tantos Héroes y Mártires, junto a mis padres, y los suyos, que descansan en el patio alto. Es cuando mi espíritu se desborda y arrastra todo el sentimiento patrio que puede haber en mi alma de español. En una de mis últimas “Cartas desde La Purísima”, refiriéndome al 1.10. 2012, cuando en el Patio de la Armería, del Palacio Real, el Rey Juan Carlos I, impuso al Rgto. de Alcántara 10, la “Corbata” de la Laureada de San Fernando, como ya pudieron observar, hubo un amplio lugar en ese gran patio donde no había nadie, imaginándome que el desaparecido en el campo de batalla, Coronel D. Francisco Manella, que sabría que ese espacio estaba reservado para los que cayeron gloriosamente en el Desastre de Annual, ordenó formar a los 550 que perdieron la vida en aquéllos campos; y como no podían faltar, también se agregaron los “Tres mil de Arruit”; mientras el cornetín de orden, que siempre iba a su lado, le advirtió que sus uniformes contrastaban con los de gala de sus actuales compañeros, que iban a desfilar ante SSMM, porque los suyos estaban muy ajados, llenos de tierra y aún con el sudor y la sangre seca por el tiempo transcurrido. La contestación, con la mano en el hombro, acompañada de una amable sonrisa del Coronel fue, que por esa sangre derramada, el Rey le estaba imponiendo esa “Corbata” a su Regimiento. El muchacho, con la mirada hacia el suelo, un poco turbado, intentó estirarse los pantalones; y en posición de firmes, permaneció todo el rato que duró el homenaje. Y volando mi imaginación yo decía que no se lo iban a creer, porque también acudieron Generales de otras épocas, como O´Donnell, Prim, Margallo y Marina; el Tte. Col. Valenzuela, que acudió desde la Cripta del Pilar de Zaragoza, charlaba con el Comandante Berrocoso; también estaban los Capitanes Triana, y Tejedo. Yo creo que del Alcántara, no faltó nadie, incluidos los que no se encuentran en La Purísima, y todo el Clero Castrense de aquélla época, como el Capellán Irigoyen. Pero lo más emotivo, por su sencillez, es cuando el Tte. Col. D. Fernando Primo de Rivera, abriéndose paso entre el público asistente al acto, con el color del dolor reflejado en su rostro, apareció del brazo de la Cantinera de Batel, Dª Juana Martínez López. Yo me imaginaba un cuadro emocionante, y lleno de ternura, ver a nuestro Héroe, con la manga de la guerrera colgando, donde tuvo el brazo izquierdo, vacía, y apoyado sobre los hombros de la mujer que se mantuvo a su lado mientras le amputaban ese miembro, sin anestesia, -porque no la había en la posición-, cruzar entre las autoridades hasta donde sus antiguos compañeros se encontraban, recibiéndoles con suma alegría. La señora Juana, sin separarse de él un solo instante, con su viejo mandil, con una suave caricia, le limpiaba la sangre y el sudor, ya que sabía que él era uno de los principales homenajeados, porque el 23.11.1923, el abuelo de S.M., D. Alfonso XIII, le impuso la Cruz Laureada de San Fernando, a título póstumo, por estar al frente del 2º Escuadrón, dos Secciones del 4º, y una del 1º, en la retirada de Cheif a Drius, salvando la columna de 192 hombres, con toda su impedimenta.

Algunos de los relatos, escritos en forma de artículos, quizás no sean bellos ni floreados, pero sí le puedo asegurar, querido lector, que siempre son verdaderos, porque es ese músculo latente, en forma de patata, que encierro en mi pecho, el que guía mis dedos sobre las teclas del ordenador. Además también es mi deseo que los lectores sepan, que si reivindico que La Purísima sea denominada: “Cementerio Nacional de Héroes”, es porque desde hace muchas décadas poseo, como un tesoro, la lealtad a los principios morales-patrios, y una humilde devoción hacia todos los que ofrecieron sus vidas por España, y por ende por nuestra ciudad, Melilla, que se hallan enterrados en sus patios y panteones.

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