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El rincón de Aranda

Cartas desde La Purísima LXX

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La retórica, junto con la verdad, y el alma del escritor, son las que forman la masa donde se cocina la poesía. Y no solo es el estilo, también es todo lo que se encuentra alrededor; y si esa atmósfera no se encuentra dentro de los versos, todo el poema nace muerto, muerto porque no ha podido respirar.
Así son estas “Cartas”, que humildemente, les sirvo como amanuense de nuestros Héroes, donde en cada una de ellas, procuro hacerlo con el amor, y los principios literarios referentes a mi forma de pensar, y de concebir lo que escribo sobre ellos: Héroes, tanto civiles como militares, que dieron sus vidas por nuestra Patria.

Hoy nos escribe un soldado de Infantería, y dice así: “Queridos melillenses: Me llamo Honorio Juan Sanz, y soy Soldado del Rgto. de Infantería Melilla nº 59. Hace 23 años nací en Montesa, un pueblo de la provincia de Valencia. Según el parte que firmó el médico, fallecí en el Hospital Militar, a las 10 de la mañana del día 29.07.1909; a consecuencia de las heridas, por arma de fuego, recibidas el día anterior. Tengo a mi lado a Jacinto Juárez Martín, un compañero, Soldado de la 2ª Cía. del Bon. de Cazadores de Talavera nº 18. Jacinto, un muchacho noble y sincero, tiene 25 años, aunque, por ser casi barbilampiño, aparenta menos de 20. Es soltero, y jornalero, como yo. Nació en un pueblo más pequeño que el mío, en la provincia de Toledo, de apenas 400 almas, llamado: Torrecilla de la Jara. Llegó a este camposanto, el 20.08.1909, y nuestros restos, casualmente, se encuentran juntos desde entonces, en el Osario del Panteón de Margallo. Me dice que, por las graves heridas, estuvo varios días sufriendo mucho, entre la vida y la muerte, añorando a sus padres, y la niñez en el pueblo pero, al final, la “Parca” con su guadaña, como a tantos compañeros, le ganó la partida; y aquí está, sonriendo como siempre lo hacía en vida. Yo sé que han recibido ya varias cartas de muchos de nosotros, en las que creen que nos despedimos para siempre; pero deben saber que seguiremos pensando en todos ustedes, mis queridos melillenses, y en todos los que nos leen; y a pesar de que se tarde un instante en decir: ¡“hola, cómo estás!”, los que estamos enterrados en este silencioso jardín, jamás les diremos adiós. Por parte de Jacinto, y de éste que les escribe reciban un fuerte abrazo, con el ruego que cuando visiten a sus deudos, se detengan unos instantes en nuestra Fosa Común, y recen una oración, o el pensamiento que les plazca. Nosotros lo escucharemos con todo cariño.”
Mientras releía estas líneas, antes de enviarlas a la redacción de éste periódico, la música, muy piano, de “El Sitio de Zaragoza”, me ha parecido que ha cortado el aire de mi habitación, cuando la trompeta picaba, con soltura, los toques de la Caballería Militar. Otras veces es Chopín, con cualquiera de sus “Nocturnos”, quien me acompaña. Este poema, que tuve el atrevimiento de escibir, hace varios años, es en honor de nuestros Héroes, como otros muchos, que emborroné en mis soledades:
“Como cascada de honores
y honras ensangrentadas,
es el silencioso sonido
de un suave violín,
que desde el Panteón de Margallo
suena. Siendo,
vuestra ausencia, mis queridos soldados,
mis Héroes,
quien lo toca.”
Para terminar, recuerdo a las autoridades competentes, que la Purísima sea denominado: “Cementerio Nacional de Héroes de España”.

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