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Melilla no es una ciudad dada al buen gusto, ni a la estética ni siquiera a una cierta propensión al cultivo de ciertas sensibilidades. La realidad social local, su ambigua relación fronteriza, la polémica vecindad con Marruecos y su influencia así como la evolución histórica local, podrían explicar un fenómeno que, salvo en algunos momentos concretos, … …como los inicios del siglo XX, ha impedido desarrollar en la ciudad en estas décadas un estilo constructivo, urbanístico y estético propios, algo que, lo quieran o no, constituye una marca, una seña de identidad y a la postre un rasgo intrínseco del ser de esta localidad norteafricana.

Tal vez este fenómeno explique los desmanes urbanísticos locales, pueden encontrarse en cualquier parte de la ciudad, el desorden en muchas zonas, su ambiguo planeamiento urbano, la ausencia de normas constructivas lógicas o incluso, racionales. Un ejemplo evidente es el edificio quinto Centenario, una horrible monstruosidad erigida por voluntad política al margen de las necesidades constructivas de la ciudad, rompiendo la estética del perfil más característico de Melilla, configurado por la esbelta silueta del siempre omnipresente monte Gurugú.

No es el único ejemplo. Hace algunos años, a un alcalde socialista se le ocurrió construir una fuente de dudoso gusto estético en el centro del Parque Hernández. Nunca pudo explicar este sujeto a qué se debía ese afán destructor de la estética característica de uno de los pulmones de la ciudad. Pero lo hizo, tenía la capacidad, la competencia. No se si fue un arrebato de odio hacia Melilla, al fin y al cabo no era este alcalde oriundo de la ciudad. Tal vez fuera su postrera venganza contra Melilla y los melillenses. El caso es que el siguiente gobierno entrante quitó la maldita fuente de aquel sitio.

La falta de sensibilidad estética se deja notar en otras zonas de la ciudad, crecidas al albur de las necesidades de una población marginal que carecía de los más elementales criterios estéticos y constructivos. Ahí están los distritos cuarto y quinto, monumento a la fealdad que nadie ha querido solucionar y ahora, claro, es imposible. En la actualidad hay medios más que suficientes para evitar estos desaguisados que aparecen en cualquier calle de la ciudad. En la misma plaza de las culturas hay una escultura que costó unos treinta millones de las antiguas pesetas y que nada tiene que ver estéticamente con las murallas que la rodean, del siglo XVIII. Me refiero a la escultura ‘encuentros’, que debería estar como mucho, debido al coste de la misma, en un museo de arte contemporáneo y no al lado de nuestras queridas murallas, recibiendo una lluvia continua de excrementos.

El otro día contemplé con estupor el último atentado urbanístico local, un monumento al horror vacui que parece impregnar las mentes de nuestros gobernantes. Hay que llenar de cemento y ladrillos cualquier espacio que quede libre. Y en eso están en el Paseo de Ronda, uno de los miradores más bonitos que existen o existían en Melilla, también va a desaparecer gracias al Gobierno local, el único que podía evitar este desmadre. Pero no lo ha hecho. No sé si algún arquitecto municipal se pasó por la zona antes de aprobar el informe favorable a la concesión de la licencia urbanística de turno. Creo que no. Si lo hubiera hecho se habría dado cuenta de que ese nuevo edificio rompe la estética de un mirador ya tradicional de la ciudad. De nuevo, la falta de sensibilidad, tan característica en Melilla. Al final, nos quedamos sin mirador. Algún día alguien tendrá que explicar las razones de este disparate, uno más de los muchos que se llevan a cabo en la ciudad continuamente.

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