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XIII.- LA CALIDADY VIDA ACTIVA EN LA EDUCACIÓN Prospectiva, Reformas y Planificación de la Educación

La exigencia de calidad en la educación ha surgido generalmente como consecuencia de los procesos de gran expansión de parte del sistema o de su conjunto, al ponerse de ese modo más de manifiesto los defectos y limitaciones de la educación cuyos bienes se pretenden extender. Cantidad y calidad van por ello de la mano y, pese a los indudables grandes avances cualitativos logrados en esas circunstancias, se observa casi siempre una mayor dramatización en la demanda de calidad.

Por otra parte, y como quiera que las oportunidades de empleo han mermado considerablemente, la oferta educativa tradicional ha sido sometida a escrutinio, y así se han puesto dramáticamente de manifiesto los considerables problemas de rentabilidad de los sistemas educativos [accountability), incluidas las pruebas académicas, de madurez y de selectividad, que han puesto a veces en entredicho hasta los principios de la evaluación continua, confundiendo su verdadera naturaleza y alcance. El tema central y más candente de esta legítima dialéctica es el de la calidad de la educación y su adecuación a las necesidades del hoy y del mañana.

Conviene subrayar la dificultad de establecer criterios objetivos para medir algunos aspectos importantes de la calidad educativa en cuanto hay un sujeto que aprende (el alumno) y otro que enseña (el profesor), ya que en esa interacción también intervienen significativamente el entorno (la ciudad educativa y la institución educativa que debe ser evaluada), así como los medios (métodos de enseñanza, textos, libros de consulta, equipamientos).

Por otra parte, la administración educativa, sobre todo la de un país, por muy buenas leyes o normas que imparta, nunca puede llegar a influir directa y eficazmente en las aulas en las que se realiza realmente el acto educativo, y menos aún en la relación del aprendizaje profesoralumno, que tiene que ver con los mecanismos últimos y unipersonales del aprendizaje individual. En esa realidad íntima y decisiva, la labor insustituible es la del profesor con verdadero conocimiento, formación y vocación, y la garantía real es la existencia de una verdadera escuela o institución educativa en búsqueda de una educación de excelencia. En ese sentido, toda verdadera educación debe ser exigente, ayudando a todos a tratar de lograr los más altos niveles de conocimiento y la más exquisita formación, y cada centro debería ser experimental, estar ligado a una red de investigación, y procurar la excelencia en sus enseñanzas. En la práctica, sin embargo, eso se da en contados casos y requiere medios humanos y materiales excepcionales, pero sobre todo verdaderos maestros.

La calidad es, por tanto, un concepto abstracto, no operativo, que requiere ser desagregado para poder analizar sus componentes y luego actuar sobre los mismos, a saber: los métodos, los medios, la investigación y el profesorado.

Los nuevos objetivos, estructuras y contenidos conllevan el predominio de métodos participativos que permitan aprender a aprender (e incluso a desaprender), como consecuencia de una más eficaz investigación sobre los mecanismos de aprendizaje y sobre la consecuente empatía profesor/alumno. También se deberá conseguir una interacción generacional con padres y con profesionales destacados de la comunidad en los niveles superiores de enseñanza (formación profesional, educación media y superior). Los métodos deben ser abiertos y personalizados (tutoría), tales como el proceso de solución de problemas (problemsolving) con la ayuda del videodisco interactivo. La evaluación continua en el aula deberá llegar a ser combinada con los servicios ofrecidos en centros de evaluación de alumnos, profesores y centros educativos, respectivamente, en una función exclusivamente orientadora y confidencial.

De acuerdo con el respectivo nivel de inteligencia y rendimiento escolar, conviene ofrecer amplias posibilidades de educación compensatoria para los menos afortunados y de estudios más avanzados para los superdotados en algunos campos del saber, procurando, siempre que sea posible, la integración en un aula común de todos los alumnos, incluso de los minusválidos no profundos.

Por lo que se refiere a los medios, los libros de texto seguirán siendo el instrumento esencial de la enseñanza y el aprendizaje en la educación básica y media, pero requieren el complemento de libros de trabajo y de consulta, además de bibliotecas especializadas en la educación superior y universitaria. Los microordenadores para la enseñanza de la informática más que para la enseñanza por ordenador, que parece quedar más reservada a enseñanzas especializadas, y el videodisco interactivo con ordenador para el método de problemsolving llevan camino de imponerse. La televisión educativa por satélite y por cablevisión está volviendo a ganar terreno para la enseñanza popular y para la enseñanza interactiva (diálogo) interuniversitaria. Sin embargo, estos medios de enseñanza más modernos, junto con los tradicionales actualizados, muy especialmente laboratorios y talleres de enseñanza, no tienen ninguna posibilidad de contribuir a la innovación educativa sin el previo compromiso creativo del profesorado, que debería ser formado sobre la utilización y posibilidades pedagógicas de estos nuevos medios durante sus estudios y, por lo menos, como parte inseparable de su perfeccionamiento.

La llamada calidad de la educación y su necesaria mejora, superando soluciones tantas veces ancladas en prácticas del pasado por falta del necesario impulso renovador, adolecen de la escasísima atención que sigue otorgándose a la investigación educativa, tanto a la investigación científica o de base como, sobre todo, a la investigación para el desarrollo apoyada en la experimentación. Aun en las épocas de mayor atención presupuestaria se ha podido observar cuánto se escatima a la tan indispensable investigación para lograr, por ejemplo, una mayor eficacia pedagógica, una mejor rentabilidad de la enseñanza en su relación de coste/eficacia, una mayor adecuación de los contenidos y de las enseñanzas prácticas a las expectativas individuales y a las necesidades sociales, junto con métodos de formación y de aprendizaje basados en un conocimiento de los mecanismos y procesos del cerebro en el estudio, etc. Estas y otras muchas investigaciones no requieren solamente la investigación teórica, preferentemente acompañada de encuestas y estudios de casos experimentales, sino también una cooperación sistemática y lo más extensa posible de los centros educativos de los distintos niveles y modalidades de estudio, a modo de una gran red que permita relacionar la política y la teoría educativa con la práctica y la realidad viva del quehacer educativo cotidiano. La larga lista de urgentes prioridades de la investigación educativa que cada país debería elaborar también para programas de cooperación internacional, no tiene, sin embargo, casi eco, hoy por hoy, en los programas y presupuestos y, en el mejor de los casos, sólo se le asignan porcentajes irrisorios. De este modo es imposible pretender mejores resultados para un mayor número, con costes más bajos y con una gestión flexible y moderna en un sector que, como el de la educación, representa ya una de las mayores cargas presupuestarias. Puede decirse que ningún otro sector productivo o de servicios sufre una desatención similar.

Para que el sistema educativo funcione satisfactoriamente con la debida calidad en continuo aumento, el factor esencialísimo es el profesorado, cuya participación activa en la formulación de contenidos, en la selección de métodos y medios de enseñanza, así como en el funcionamiento de cada centro educativo, hay que promover y asegurar. Sin duda se trata de la tarea profesional más delicada, importante y difícil si se realiza bien. Basta con la interminable e irreal lista de funciones y responsabilidades acumulativas que se atribuye al profesorado en la abundante literatura pedagógica y en las innumerables recomendaciones al respecto de todo tipo de conferencias. De ahí que sea realmente indispensable tratar de ofrecer una formación al más alto nivel posible (universitario) y asegurar su perfeccionamiento periódico, junto con todos los estímulos intelectuales, sociales y económicos que en justicia puedan darse, además de la supervisión u orientación técnica que dimane de una sólida investigación educativa para el desarrollo. Aun así, si falta vocación por parte de los profesores, es decir, dedicación e ilusión, muy poco se logrará, tanto más que la creciente disponibilidad social de información y conocimiento, así como los nuevos modos de convivencia democrática, están convirtiendo a la educación cada día más en un proceso dinámico interactivo entre el profesor y el alumno, en parte mutuamente complementario, en el que aumenta el papel del alumno en su autoaprendizaje, así como el papel clarificador, orientador y tutor del profesor. Pero además, la acción del profesor debería poder llegar a ser una acción concertada con todos los demás agentes educativos (padres, comunidad y entorno, especialistas de la comunicación social, de la publicidad, etc.).

Las relaciones entre educación y trabajo reciben cada vez mayor atención ante la extensión del fenómeno del paro laboral en el mundo y dada la gravedad de la crisis económica generalizada, que es su causa principal. Si bien son ciertamente muy estrechas y complejas esas relaciones, no cabe subordinar totalmente una política educativa a una política laboral, puesto que existen otros muy elevados fines culturales de la educación. Una primera y esencial manera de establecer una relación positiva es asegurar una igualdad de oportunidades en educación junto con la máxima calidad, tratando de que cada individuo alcance el más alto nivel de formación general que su capacidad intelectual permita. El pensamiento moderno reconoce además que una educación apropiada adquirida con rigor y esfuerzo es en sí misma una modalidad del trabajo al servicio de la sociedad. Desde otra perspectiva, la educación general ofrece la base necesaria para una adecuada profesionalización, cuyas competencias y habilidades básicas se adquieren bien sea gracias a la formación profesional o vocacional, bien gracias a las enseñanzas técnicas de grado medio, o a los estudios profesionales universitarios y las especializaciones de posgrado. En ese contexto deben destacar también el papel de las enseñanzas de pretecnología y los trabajos prácticos de aplicación de los conocimientos teóricos, que conviene entrelazar con la formación general como parte inseparable de toda educación integral. Sin embargo, la etapa decisoria de toda profesionalización es el propio puesto de trabajo, que también ofrece siempre diversos grados de culturización y de aprendizaje, y de ahí que se reconozca también cada vez más que el trabajo es en buena parte una modalidad de la educación.

Las actuales cifras de desempleo en el mundo (paro, búsqueda de un primer empleo y subempleo profundo, que se acercan a los mil millones a finales del milenio en curso, plantean un grave desafío y han abierto el debate entre la opción de formación especializada y otra de formación más general. Por su parte, la irrupción masiva de nuevas tecnologías y en particular de la microelectrónica muestra una oportunidad creciente para el trabajo intelectual junto con el ejercicio de destrezas manuales muy concretas y cambiantes, mientras se saturan gran parte de las actividades y profesiones tradicionales. En estas circunstancias, el empleo remunerado se hace, cada vez más, un bien escaso sobre el que se empieza a ejercer una justicia distributiva de carácter social, reduciendo los horarios, extendiendo los años de estudio y las vacaciones, anticipando la edad de jubilación y promoviendo ocupaciones eficaces de servicio a la comunidad. Cobra singular importancia reconquistar el espíritu innovador y la creatividad en los estudios con la preparación para el trabajo, motivando el desarrollo de la capacidad de iniciativa individual como fuente creadora de riqueza, procurando que la vocación de un cada vez mayor número de personas se oriente a la creación de puestos de trabajo o que aquéllas ocupen puestos de trabajo realmente productivos. En esa perspectiva también es fundamental la revisión de los contenidos de las enseñanzas para que analicen los problemas y las soluciones alternativas, además de propiciar el aprendizaje permanente.

Soluciones tales como la modalidad de las llamadas comprehensiveschools o escuelas diversificadas, en Estados Unidos, Suecia, etc., que incorporan especializaciones técnicoprofesionales en las escuelas secundarias, o las escuelas politécnicas en la URSS, etc., que incorporan actividades laborales a los estudios medios con vistas al trabajo escolar productivo, no han logrado ofrecer una adecuación laboral posterior. De hecho, tampoco han asegurado la pretendida igualdad de oportunidades, aparte de apoyarse en concepciones de la vida y del hombre muy diferentes.

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