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Carta del Editor

Vencer a un tonto nos humilla

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Continuando por las denuncias absurdas ante la Ciudad Autónoma, dos personas han destacado por su torpeza. El primero, Joaquín Martínez Díaz, médico del Equipo de Valoración de Incapacidades del INSS, que ha acumulado un profundo malestar en muchos discapacitados con su actuación profesional y que ahora alardea de que, a base de denuncias tan insistentes como necias dirigidas a la Consejería de Deportes de la Ciudad, va a terminar con el golf. Javier Imbroda nos anunciaba un alto en el camino de su columna de los lunes, "Mis reflexiones", hasta el próximo septiembre. En su temporal despedida hace una serie de apuntes, muy sensatos, como es norma en él, sobre temas destacados de estos últimos tiempos: la renuncia de Don Juan Carlos I, la muerte de Adolfo Suárez, los nacionalismos desleales, el NO PODEMOS de PABLEMOS, la valla de Melilla y sus caballos de Troya, las cloacas de las redes sociales.
Sobre este último tema dice literalmente mi buen amigo Javi: "Hubo un tiempo en el que cuando salía alguien atacándome sin yo conocerlo de nada y sin que me conocieran a mí, salvo por mi trayectoria profesional, me remangaba y entraba en esa discusión absurda de la descalificación. Respondía al insulto. Craso error, porque aunque el cuerpo te pida a veces plantar cara, te bajas al nivel de ellos, y ahí te ganan por experiencia. Son las cloacas de las redes. He comprendido que la envidia y el odio son siempre una derrota y que no se debe luchar con gente que no merece el honor de un combate. Vencer a un tonto nos humilla y nos hace perder el tiempo en provocaciones. Allá ellos, si quieren seguir viviendo con sus complejos a cuestas".
Aquiles, el de los pies alados, y Héctor, hijo mayor del rey de Troya, sí merecieron el honor de un combate, y el paso a la inmortalidad gracias a la Ilíada de Homero. Aquiles mató a Héctor tras un terrible combate a las puertas de Troya, pero éste le vaticinó, poco antes de morir, que su hermano menor, Paris, acabaría con él, de un flechazo por la única parte que Aquiles -hijo de la diosa Tetis y del mortal Peleo- no tenía inmortal, su famoso talón. Lo que sí permaneció inmortal fue la leyenda de los tres, sobre todo la de Aquiles. Sin embargo, los que no va a pasar a posteridad alguna, porque, como bien dice Javier Imbroda, no merecen ni el honor de un combate incruento, son los que ocupan las cloacas de la redes sociales, porque ya están derrotados de antemano. Su tontuna, su envidia y su odio son su inapelable y eterna derrota.
En esta semana última han pasado muchas cosas. Si empezamos por las cloacas de las redes ahí aparece de nuevo ese tipejo de nombre Juan José Medina, que asegura que cojo el dinero del golf y me lo llevo a mi cuenta bancaria. En el Juzgado de Primera Instancia presentamos el lunes la preceptiva demanda de conciliación previa a la querella criminal por delito de injurias y calumnias, que presentaremos inmediatamente después. Supongo que, como ya ha ocurrido otras veces, el calumniador dirá que él no ha dicho nada, que no se acuerda e intentará borrar de la red lo que dijo. Desde aquí pido, además de que no se dejen influir por las mentiras de los cobardes, amparo al decano de los Jueces de Melilla para que el juicio se celebre en un plazo de tiempo que, como ocurre con tantos otros calumniados por Medina, no alargue la indefensión que una justicia lenta -o sea, la injusticia- genera.
Continuando por las denuncias absurdas ante la Ciudad Autónoma, dos personas han destacado por su torpeza. El primero, Joaquín Martínez Díaz, médico del Equipo de Valoración de Incapacidades del INSS, que ha acumulado un profundo malestar en muchos discapacitados con su actuación profesional y que ahora alardea de que, a base de denuncias tan insistentes como necias dirigidas a la Consejería de Deportes de la Ciudad, va a terminar con el golf. El segundo Carlos Suárez Cabezas, durante años silente federado del golf, mientras su hijo cobraba de la Federación a través de una empresa privada, primero, y del Club Campo de Golf, después. Pero ahora, una vez rescindidos por el Club los servicios de su hijo por su reiterado bajo rendimiento, Suárez – que presidió durante años un "club de golf virtual", según su propia definición, de cuyas cuentas nunca se supo- denuncia reiterativamente cosas absurdas, falsos incumplimientos y así. Torpeza infinita, credibilidad cero.
Lo triste de la semana ha sido la muerte, temida y en cierta manera ya esperada, del gran Alfredo Di Stéfano, el mejor jugador de fútbol de la historia, un mito, un jugador que era un solista exquisito y, al mismo tiempo, un equipo completo. Le vi jugar por primera vez cuando yo era un niño pequeño y desde entonces me convirtió en distefanista y madridista. Una de mis mayores ilusiones cumplidas fue cuando, tras aceptar mi invitación para comer, tuve la ocasión de preguntarle y oírle. Ya estaba tocado físicamente, pero su mente mantenía toda la energía y la creatividad que mostró en su vida de jugador. Su muerte es una gran pérdida para el fútbol mundial, pero deja, tras abrir como jugador una nueva época para el fútbol, un legado inolvidable y grandioso para el madridismo y para el deporte en general.
Similar, en su grandeza, al que dejó Margaret Thatcher en la política moderna, legado que recordé al ver, de nuevo, el lunes esa gran película que es "La dama de hierro", con una interpretación magistral de Merryl Streep. Margaret fue, con sus virtudes y defectos, una enorme luchadora y una política con ideas que porfió con los miembros más destacados de su partido (todos hombres, todos ricos), contra los poderosos sindicatos británicos, contra los terroristas del IRA -que casi la matan a ella y su marido-, contra la dictadura argentina en Las Malvinas, contra la decadencia económica de su país, contra lo fácil y lo electoralista, en suma. Más o menos lo contrario de lo que ahora -y también antes- es/era habitual.
Buena noticia es la que recogía en portada el martes nuestro periódico: que la Audiencia levanta las medidas cautelares que el Juzgado de Instrucción número 4 -cuya titular ya ha abandonado Melilla- había decretado contra el consejero de Medio Ambiente, José Ángel Calabuig y el director general de dicha consejería, José Pastor. La conocida como Operación Ópera, que tanto juego le ha dado a parte, la peor parte, de la oposición política local, da la impresión de que, poco a poco, sin prisa pero sin pausa, se va diluyendo. Y en cualquier caso, termine como termine la Operación, las medidas cautelares adoptadas contra Calabuig y Pastor, retirada de pasaportes y obligatoriedad de ir cada mes al Juzgado para firmar, siempre me habían parecido innecesariamente vejatorias, injustas, por lo tanto.

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