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Una valla denostada, pero necesaria

Defender la valla es durísimo, tan trágico como el propio problema de la inmigración irregular. Pero la valla es necesaria, aunque a nadie le guste, ni siquiera a los propios melillenses por mucho que nos la reprochen. Porque quitarla como piden quienes critican sin dar alternativas al problema, es no tener en cuenta otros problemas de los que la valla intenta impermeabilizar a Melilla y el resto de España, justo en un lugar donde confluyen África y Europa y donde hay, por lo tanto, tantos intereses que hay que controlar Hace ya algún tiempo que la valla no sufre ningún intento de entrada, pero la frontera de alambre que delimita a lo largo de varios kilómetros el suelo de Melilla y el de Marruecos vuelve a estar en el centro de la polémica. Todo por el muro que quiere instalar Donald Trump entre Estados Unidos y México, que muchos equiparan a nuestro perímetro fronterizo, aunque poco tengan que ver uno con el otro. Muchos están aprovechando, sobre todo en las redes sociales, para criticar el populismo del presidente estadounidense, pero curiosamente cargan esa crítica del mismo populismo cuando comparan el muro y la valla sin tener en cuenta cuál es el problema de fondo.
Defender la valla es durísimo, tan trágico como el propio problema de la inmigración irregular. Pero más allá de postularse en contra de la medida, también hay que reflexionar sobre la situación que provoca esa medida. Y la conclusión es que la valla es necesaria, aunque a nadie le guste, ni siquiera a los propios melillenses por mucho que nos la reprochen. Hay que recordar que esta ciudad, por la ubicación geográfica que tiene sobre el mapa, tiene que lidiar con el difícil y sensible problema de la inmigración irregular. Quienes intentan saltar la valla lo hacen empujados por el hambre y las ganas de miles de jóvenes que un día decidieron dejar atrás la pobreza, la falta de oportunidades y la ausencia de estabilidad política y social que reinan en sus lugares de origen. Como seres humanos, es lógico que quieran aspirar a una vida mejor, porque cualquiera que se ponga en su piel querría lo mismo para sí mismo y sus allegados.
La solución real sería apostar realmente por la cooperación internacional. Ese es el quid de la cuestión, pero son pocos los pasos que se están viendo. Poquísimos. Si desde Europa permanecemos impasibles mirando cómo la miseria y la desesperación siguen ganando terreno en países pobres y enormemente vulnerables situados a no demasiada distancia, la salida despavorida de sus habitantes en dirección al Primer Mundo continuará produciéndose y cada vez con mayor fuerza.
Pero además, la valla es necesaria porque quitarla como piden quienes critican sin dar alternativas al problema, es no tener en cuenta otros muchos problemas de los que la valla intenta impermeabilizar a Melilla y el resto de España, justo en un lugar donde confluyen África y Europa y donde hay, por lo tanto, tantos intereses que hay que controlar. Más allá de intentar evitar la inmigración irregular, el perímetro fronterizo también frena otros graves problemas de seguridad que requieren un control de ambos países a los que concierne la valla, como pueden ser el terrorismo, el narcotráfico o incluso la delincuencia común, por ejemplo. Quienes vivimos aquí necesitamos sentir que nuestra ciudad es segura, y eso no ocurriría si no existiera una valla y cuatro puestos fronterizos dotados de gran seguridad. Aquellos que tanto cacarean desde las redes sociales pidiendo la supresión de la valla, que se empapen de la realidad, analicen la situación, y luego nos den una alternativa a la valla, que a lo mejor se la compramos.

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