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Una ciudad unida contra la barbarie terrorista: 20 años sin Miguel Ángel Blanco

Melilla no permaneció ajena al drama de Miguel Ángel Blanco, el joven concejal del Partido Popular de Ermua secuestrado por ETA y sobre el que pendía la amenaza de su asesinato en 48 horas si el Gobierno no atendía las exigencias imposibles de la banda criminal. Los melillenses se echaron a la calle para exigir la libertad del joven político y después, cuando los asesinos cumplieron lo que todos esperaban, para expresar su dolor en una multitudinaria manifestación en la que tomaron parte 25.000 personas, la más importante de las que ha vivido la ciudad en los años de Democracia. Conmoción, dolor, impotencia y rabia resumen el sentir de la sociedad española aquel 12 de julio de 1997 cuando la banda terrorista ETA cumplió su amenaza y acababa con la vida del joven concejal del Partido Popular en Ermua (País Vasco), Miguel Ángel Blanco. Pero aquel atentado supuso un antes y un después para la sociedad española y, por ende, para la melillense, que sintió como propio aquel acto sangrante de barbarie, y es que en vez amedrentar lo que provocó fue una hermandad social hasta entonces impensable, porque miles de españoles se echaron a la calle primero para clamar por la libertad del joven concejal y después, una vez cometido el asesinato, para demostrar que a pesar de todo, ya no había miedo.

Secuestro
Todo se inició una mañana del 10 de julio de 1997. ETA volvía a demostrar su falta de humanidad y sinrazón. Secuestraba a un joven concejal del País Vasco, un hombre de 28 años llamado Miguel Ángel Blanco, afiliado al Partido Popular. Pero aquel secuestro incluía algo más, una amenaza, la de su asesinato si en el plazo de 48 horas el Gobierno no trasladaba a todos los presos de la banda criminal a las cárceles de Euskadi.

Aquel ultimátum fue la gota que colmó el vaso de una sociedad hastiada por tanta sangre como había derramado y seguiría derramando ETA y también harta de vivir con miedo a que una bomba estallara en un supermercado o a ser el blanco de una bala. Este secuestro puso en pie de guerra a todos los españoles. De forma anónima miles de ciudadanos protagonizaron concentraciones y marchas en distintos puntos del país reclamando la liberación de Miguel Ángel, exigiendo que pudiera volver a su casa, con los suyos, pero en especial lo que se buscaba demostrar era que ya no había miedo y que ETA no callaría la voz de los que querían vivir en paz, en libertad, en Democracia.

La sorpresa, la radia y la impotencia se habían cebado en los ánimos de todos ante el secuestro del joven político. Las palabras se quedaban huecas para expresar el dolor que compartía el pueblo español con los familiares de Miguel Ángel y también por el pulso y el chantaje al que estaba sometiendo la banda terrorista al Gobierno de la nación. Aunque el temor a un triste desenlace aparecía en la mente de todos, la esperanza de que Miguel Ángel volviera a casa, sano y salvo, era la voz en grito que el pueblo español hacía sonar en esas agónicas 48 horas en todos los rincones del país, a través de los múltiples actos de condena a la actitud de ETA que se venían sucediendo.

Melilla
Melilla no se quedó al margen y casi mil quinientas personas se concentraron a las puertas del Palacio de la Asamblea para decir ¡Basta ya! y exigir la libertad de Miguel Ángel Blanco. En este acto se guardaron cinco minutos de silencio. En el ánimo de todos, la esperanza de que la amenaza no se cumpliera nunca.

Pero ETA, como era de esperar, llevó a cabo su vil asesinato y fue tal la conmoción, que todo el pueblo español se puso en pie para mostrar su dolor, su condena y su voluntad de acabar con la banda terrorista de una vez por todas. Millones de españoles se echaron a la calle en concentraciones multitudinarias que paralizaron el país. Melilla también se puso en pie y unos 25.000 melillenses, de una población que apenas si superaba los sesenta mil, se echaron a la calle, en una manifestación que inundó toda la Avenida Juan Carlos I y desembocó en una atestada Plaza de España. Indignación y dolor, mucho dolor porque nos habían arrebatado a Miguel Ángel, el hijo, el hermano de todos los españoles y símbolo de libertad.

Los melillenses también elevaron sus manos blancas al cielo para demostrar a ETA que estaban limpias de sangre y para dejar de manifiesto que "la amargura no nos va a arrebatar la esperanza", como se aseguró al término de esta multitudinaria manifestación que finalizó con cinco minutos de silencio y un largo aplauso exigiendo el derecho de vivir en paz. Miguel Ángel Blanco sigue presente veinte años después.

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Jesús Andújar

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