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Tizzi-Assa y el Teniente Coronel Valenzuela (XV)

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… Si el amable lector acude cada mañana de 21 de septiembre al pequeño cementerio melillense, última morada para tantos héroes anónimos y conocidos, se encontrará con una alegre profusión de camisas verdes y chapiris legionarios. La Legión está en el Camposanto y por algo será.

Una vez dentro, nos acercamos junto al Panteón legionario a cuyo alrededor se concentran ya los oficiales del Tercio, prestos a rendir honores a todos aquellos de los suyos, legionarios, que cayeron en el cumplimiento de un deber sagrado. Se encuentra formada la banda de guerra del Tercio y un pelotón de fusileros. De súbito el cornetín de órdenes manda firmes. Un silencio imponente se adueña del lugar y militares y civiles se unen en un sentimiento profundo de respeto y orgullo por el sacrificio de aquellos a los que hoy honramos. Suena “El Novio de la Muerte”, crisol y síntesis del espíritu legionario y  nada se mueve, todo es silencio aparte del canto que surge de cien gargantas como de una sola.

Sin dar tiempo a recuperar la emoción del momento, es entonces cuando un capellán castrense reza una sencilla oración, la que los vivos dedican a los muertos, la que todos enviamos con fervor a unos hombres que supieron vivir, pero que mejor supieron morir.

El Honor a los Muertos, el toque de oración y los fusiles que disparan hacia el cielo son el epílogo de un sentido homenaje, discreto y cálido que rinden todos los Caballeros y Damas legionarios a los suyos.

Es un homenaje sencillo, profundamente legionario, donde los civiles que nos unimos a ellos con respeto y admiración formamos con esa marea verde oliva un todo común. No hace falta hablar, ellos lo saben; unos pocos, venidos adrede o espectadores de fortuna que vinieron a visitar la última morada de los suyos, dejamos nuestro quehacer porque La Legión nos quiere con ellos y les acompañamos con gratitud.

Pero para este humilde forastero no deja de ser un hecho curioso el comprobar cómo ese acto sencillo y profundo no tiene el reflejo en los medios de comunicación melillenses, casi nadie lo sabe y en cambio es este acto militar el compendio de virtudes y glorias que han honrado y honran a nuestra querida Legión española.

Quizá es mejor así, seguir siendo un pequeño homenaje pues no es un acto pomposo ni con pretensiones. Es un reconocimiento humilde a lo más grande que tiene un hombre, la renuncia a la propia vida por un glorioso Ideal. ¡La Legión sabe de ello! …

 

PANTEÓN DE HÉROES DE LAS CAMPAÑAS

Ampliados los límites del territorio de soberanía de Melilla y ante el constante aumento de población, por Real Orden de 27 de noviembre de 1889 se aprobó la construcción de un nuevo cementerio cristiano en el paraje conocido como Rambla del Agua.

Los trabajos se iniciaron en diciembre de 1890 y fueron puestos bajo la advocación de la Purísima Concepción. Se inauguró el recinto el primer día del año 1892 con gran solemnidad.

Al igual que ocurriera en el antiguo cementerio de San Carlos, al lado de éste también se levantaría un nuevo cementerio israelita, que fue inaugurado el 2 de febrero de 1894.

El cementerio de la Purísima Concepción en el transcurso de los años ha experimentado continuas obras de mejora, en 1906 se ampliaría con un nuevo patio y en los años 1911 y 1912 sería nuevamente ensanchado. Posteriormente también ha experimentado nuevas ampliaciones y reformas.

Junto a algunos panteones de familias melillenses, el cementerio acoge varios mausoleos militares recordatorios de pasadas campañas. Los denominados de Margallo (Campaña de 1909), de los Héroes de las Campañas, Regulares nº 2 y nº 5 (bendecidos el 27 de abril de 1927), Aviación y Tercio, son auténticos monumentos funerarios y señeros hitos que marcan profundamente la fisonomía de la necrópolis.

El más importante de estos mausoleos es el Panteón de los “Héroes de las Campañas” realizado gracias a la recaudación popular  de los melillenses, conocida como “Suscripción Melilla” y su primera piedra la puso el Rey Alfonso XIII el sábado día 7 de enero de 1911. Proyecto de José de la Gándara, que supo ofrecer hermosa realización al pensamiento de la Junta de Damas, presidida por S.M. la Reina Victoria.

El conjunto es grandioso, siendo la seriedad de las líneas, la majestad del dibujo y la sobriedad del adorno, elementos de arquitectura funeraria que José de la Gándara manejó con verdadero acierto.

Las cenizas de las primeras víctimas están en la amplia cripta, de acuerdo con la inscripción que se lee al pie de la Cruz. Remata el monumento un simbólico y monumental Ángel Alado, mantenedor del laurel de la victoria y de la palma del martirio, mientras que en un extremo destaca el emblema de la Cruz Laureada de San Fernando.

En diciembre de 1924 se comenzó a instalar el monumental Ángel en la parte superior del Panteón.

Este monumental Ángel, construido en bronce, fue colocado a principios de enero de 1925 y costeado con los fondos de la suscripción “Melilla”, así como los diversos ornamentos para celebrar el Santo Sacrificio de la misa en el Altar instalado en este panteón.

Ángel cuyo modelo fue realizado por un artista de Estugart (Alemania) y ejecutado por el procedimiento galvanoplástico, por la empresa Württembrgische Metallwarenfabrif de Geislingen. Tiene una altura total de 3’30 metros con el basamento, y la figura es de 2´20 metros, siendo la distancia entre puntas de las alas de 2´10 metros. Pesa 1.200 Kg. y el espesor del metal es de 15 milímetros. Costó 20.000 pesetas. Erigido este panteón con fondos de la suscripción nacional para las víctimas de las Campañas de Marruecos, fue bendecido el martes día 8 de junio de 1915 por el vicario eclesiástico, don Miguel Acosta. Presidió la ceremonia el general José Villalba Riquelme, Gobernador Militar de Melilla y Presidente de la Junta de Arbitrios, con su Ayudante comandante García Álvarez y el capitán de Ingenieros (continuador de las obras) Sr. Moreno Lázaro.

Los restos de los defensores del Blocao de Dar Hamed, (El Malo, o de la Muerte) pertenecientes a la Brigada Disciplinaria y Tercio, fueron sepultados en el osario de tropa de este Panteón de Héroes el sábado día 9 de febrero de 1924. En el libro 13, página 686, del Registro de defunciones están los nombres de los pertenecientes al Tercio.

El traslado de los restos, que había enterrados por los distintos cementerios del Protectorado de España en Marruecos, se verificó transcurrido el tiempo reglamentario y revistió una gran solemnidad.

A finales del mes de mayo de 1925 se procedió al traslado al cementerio de Monte Arruit de los restos de las víctimas habidas durante los meses de julio del año 1921, que se hallaban enterrados en las posiciones de Batel y Tistutin. Unos días después, el 2 de junio, fueron trasladados a este mismo cementerio los soldados de San Fernando que estaban enterrados en el campamento de Dar Drius (Fosa de los mártires de Bu Hafora).

En septiembre del año 1926 se enterraron los restos de los oficiales y soldados muertos en Alhucemas durante el cautiverio (tras el Desastre de Annual) en una gran fosa que existe junto a este Panteón de Héroes.

Asimismo, el 15 de septiembre de este mismo año los restos de los defensores de Igueriben recibieron sepultura en un nicho de dicho Panteón y al acto asistió la viuda del Comandante Benítez. Nicho que fue cubierto con una lápida, costeada por la propia viuda, en la que hay grabada la siguiente inscripción: “Restos mortales de los héroes defensores de la posición de Igueriben, que al mando del comandante de Infantería D. Julio Benítez y Benítez, prefirieron morir a rendirse, el 21 de Julio de 1921”.

Posteriormente, en un acto de gran emotividad, se terminaron de enterrar los restos que había en cementerios provisionales del Protectorado (ocurriendo esto el día 2 de agosto de 1929) y entre los mismos venía los del Comandante Benítez.

Y fue durante los meses de agosto, septiembre y octubre de 1949 cuando recibirían sepultura los restos del cementerio de “La Cruz de Monte Arruit” en la cripta central del monumento.

… (Continuará)

 

Bibliografía en el último capítulo

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José Antonio Cano

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